Telde

El yacimiento maldito de Malpaso en Telde

Un grupo de siete casas de los antiguos canarios permanece sepultada bajo una granja cuyo perímetro rebosa de estiércol, plásticos y escombros

Vídeo: Yacimiento arqueológico de Malpaso, en Telde | Foto: Vista de la zona del yacimiento de Malpaso, en el litoral de Telde, con el perímetro de una explotación ganadera derrumbado por el peso del estiércol y los restos de plásticos.

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Hace ahora casi 80 años cuando el entonces Comisario Provincia de Excavaciones Arqueológicas, Sebastián Jiménez Sánchez, daba cuenta por escrito de los tesoros que guardaba la loma y los acantilados de Malpaso, en la franja litoral de La Pardilla, Telde, que hoy en día se encuentra rematada en lo alto por una explotación ganadera de caprino y ovino en muy regulares condiciones.

Jiménez Sánchez detallaba en los pretiles del acantilado marino de la existencia de un silo y una cueva artificial pintada, de planta cruciforme, ornamentada por franjas de color rojo “alternadas con otras de puntas blancas sobre fondo negro”, a lo que se añaden otras siete casas prehispánicas -ya dentro del perímetro de la ganadería-, que fueron estudiadas a finales de los años 80 por la Comisión de Historia y Etnografía de Canarias (CHEC), y que se saldó con un croquis de situación de las hileras de muros, donde se observaron restos cerámicos erosionados, abundante material lítico y malacológico «de clara procedencia aborigen», como recuerda el restaurador de arqueología Paco Peinado, que participó en esa campaña.

Vista de la granja de Malpaso, y en primer término uno de los montículos en el que se describrió el perímetro de una casa en los 80.

Vista de la granja de Malpaso, y en primer término uno de los montículos en el que se describrió el perímetro de una casa en los 80. / La Provincia

Catálogo de atentados

En este abril de 2024, recorrer la zona es retratar un catálogo de atentados no solo contra el patrimonio arqueológico sino para el medio ambiente, al punto que el perímetro que delimita la explotación ha sido superado por montañas de toneladas de estiércol mezclado por restos plásticos que tumban por su peso a las propias vallas, mientras se suceden las obras de bloques en ruinas, las tongas de palés, las tuberías tiradas o los hierros de forja peligrosamente enterrados en punta.

Todo ello en un yacimiento cuyos dos emplazamientos, según Vicente Valencia, arqueólogo de la Universidad de La Laguna, ostenta una importancia patrimonial alta, como rubrica en un anexo firmado en 2015, que pertenece a un informe de sostenibilidad ambiental encargado por el Ayuntamiento de Telde con motivo de la revisión parcial Plan General de Ordenación de Bocabarranco.

En ese anexo Valencia describe que en esa parte superior, «el terreno se encuentra muy afectado por una intensa antropización, como consecuencia del uso como redil ganadero», si bien en «el sector este de la parcela, al interior y exterior del vallado, se distingue en superficie restos ergológicos que podrían estar asociados a otras estructuras de superficie», como «casas de piedra desaparecidas».

Un seguimiento continuo

Por todo ello proponía una primera delimitación concreta para realizar una intervención arqueológica y, como medidas preventivas, un seguimiento continuo «ante todo tipo de obras y remociones de terreno», y a pie de obra por parte de un técnico cualificado en materia de patrimonio arqueológico «en todos los trabajos que afecten al subsuelo o puedan afectar al ámbito definido como yacimiento arqueológico».

A ello se añade, para la zona más cercana al acantilado, que marca en color rojo, la ejecución de sondeos arqueológicos para verificar la potencia sedimentaria «que permita hacer una valoración científica y patrimonial del yacimiento», para en función de los hallazgos dejar abierta la posibilidad de realizar una excavación en extensión si se descubren los fondos de casas de piedra, que ya fueron perfiladas a finales de los años 80.

Valencia no olvida tampoco las abandonadas cuevas que cuelgan del acantilado, como la que ostenta pinturas rupestres, para las que propone «contemplar la realización de las actuaciones de conservación programadas de las manifestaciones rupestres, así como posibles trabajos de restauración y limpieza de los silos del granero». El próximo 5 de diciembre estas recomendaciones cumplirán una década exacta.