Ayoze García

Daba un poco de pena leer algunos titulares de los obituarios publicados con motivo del reciente fallecimiento del director polaco Andrej Zulawski. Sobre todo el que lo presentaba simplemente como un "contemporáneo de Polanski". Contemporáneo de Polanski... Esa definición le queda muy pequeña a un cineasta que, con todos los fallos que se quiera, llegó más lejos que nadie en el tratamiento de las emociones extremas y su expresión mediante la gestualidad de sus actores.

Su última película, 'Cosmos', estuvo presente el fin de semana en la sección Panorama del Festival de Cine. Una escena típica: Sabine Azéma -el rostro más reconocible del reparto- queda paralizada de buenas a primeras en medio de cualquier discusión. En la línea de otros personajes zulawskianos a los que en el pasado hemos visto temblar, convulsionarse y hasta quedarse ciegos de pura histeria.

Pero esta vez la parálisis está tratada como un gag, lo cual concuerda con el tono general del filme. Zulawski no es ajeno del todo a la comedia (hasta 'Possession', su tremebunda obra maestra, tiene un par de momentos realmente hilarantes), y aquí queda claro que su propósito al volver a ponerse detrás de una cámara quince años después de su anterior trabajo fue reírse de todo y de todos. De él mismo el primero: hay rasgos de autoparodia sana, y una pulla dirigida contra el capítulo más respetable de su propia filmografía, 'Lo importante es amar'.

La presencia de Azéma, viuda de Alain Resnais, trae a la mente las últimas películas de ese gran director francés, que eran de un trazo mucho más ligero que 'Hiroshima Mon Amour' pero mantenían la misma maestría. Se diría que a Zulawski le ha ocurrido algo parecido, y la trama de 'Cosmos' roza lo intrascendente, aunque reaparecen las constantes argumentales (el triángulo amoroso, lo femenino como fuente de misterio y fascinación, la irrupción del doble o Doppelgänger) y estilísticas (los monólogos interminables, los juegos de palabras que ya hicieran casi intraducible el guión de 'L'amour braque', los incesantes movimientos de cámara) que llevaba arrastrando desde los setenta.

Tras el primer visionado, uno se queda también con la sensación de que en 'Cosmos' Zulawski se estaba preguntando qué sentido tienen los ideales del Romanticismo en pleno siglo XXI. A su muy peculiar manera, él siempre ha sido un heredero de esa tradición cultural, que encarna también el protagonista de la película: un estudiante y, cómo no, aspirante a novelista que tiene bastante de bufón anacrónico pero que ante todo siente, sabe, y vive más intensamente que el resto.

Claro que para confirmar estas impresiones tendría que leer la novela homónima de Witold Gombrowicz en la que se basa 'Cosmos' y volver a ver la película. Esto último lo intenté en el segundo pase el domingo, aunque al haber entrado en la sala un par de minutos tarde y tener la cabeza en otras cosas desistí en seguida, así que otra vez será. Porque el cine de Zulawski le pide al espectador lo que le da, ni más ni menos. El máximo.