La entrada de las marcas tabaqueras en el patrocinio a pilotos y organizaciones marcó el despegue definitivo del Rally El Corte Inglés en su segunda década, que transcurría entre los años 1988 a 1998. El Campeonato de Europa con coeficiente 10 y el Campeonato de España, daban a Canarias una referencia internacional en participación y ya se hacía notorio el masivo seguimiento del público. Tal era el auge del evento que Carlos Gracia, presidente de la Real Federación Española de Automovilismo, nombró a la afición canaria como la mejor de España.

Carlos Sainz y Luis Moya cerraban su etapa en Canarias con dos victorias consecutivas que se sumaban a las tres anteriores, haciendo un total de cinco y una hegemonía en el lugar más privilegiado del podio. La pareja española comenzaba a consolidarse como una de las más exitosas a nivel deportivo y que en el Archipiélago recibían toda clase de muestras de halagos y cariños de los aficionados que marcó a Sainz con unos años imborrables que luego le llevarían a visitar al rally de una forma privada para acudir a varios actos y contribuir con su presencia al engrandecimiento del evento que hoy en día está en manos del comité organizador y de Luis Monzón como promotor.

En el 88 el bicampeón del Mundo de Rallys se hacía con una victoria importantísima a los mandos de un Ford Sierra Cosworth. Esta XII edición significaba para Sainz recibir la noticia que cambiaría el curso de su trayectoria deportiva. En los días previos a la competición recibía la llamada de Ove Andersson, el patrón del TTE (Toyota Team Europe), equipo oficial del mundial de rallies para ficharle para correr el mundial. La motivación de Sainz fue espectacular y la noticia corría como la pólvora entre los aficionados.

Sainz ganó la carrera con un José María Ponce-Sarmiento, con el BMW M-3, plantándole cara en los primeros tramos cronometrados, pero una avería en la caja de cambios dejaba fuera al piloto grancanario que veía frustrada una de sus mejores actuaciones de estar a un nivel como el de Sainz.

Fabrizio Tabaton hacía su entrada en la prueba grancanaria con un Lancia Delta Integrale. El italiano se convertiría con el paso de los años en un piloto fiel en el evento y con su Escudería Grifone, alquilaba coches a pilotos isleños como Luis Monzón.

Esta edición fue una de las más accidentadas, también quedaban fuera de carrera Fernando Capdevila por un fuerte accidente con su BMW M-3 de grupo N, categoría que fue ganada por Jesús Puras (Ford Sierra Cosworth) y que tuvo en Raúl Santana-Benito Alonso (Ford) a unos luchadores incansables que de no ser por una avería podían haber ganado ese apartado.

El popular teldense Manuel Rodríguez el Vaquero, acompañado de Juan González en el copilotaje, a los mandos de un Ford Sierra Cosworth de La Bamba Competición, perdían una rueda a 100 metros de salida del tramo de Fontanales y quedaban fuera de la carrera. Esta sería la última participación y despedida de Manuel Rodríguez (q.e.p.d.), de su trayectoria deportiva, en la que tuvo en sus manos monturas llamativas como el Opel Ascona 400 y un Lancia 037 Rally, entre otras. El testigo lo tomaba Martín Padrón y Juan Munguía que aparcaban su BMW M-3 para ponerse al volante del Ford Sierra Cosworth con el que en los años sucesivos se convertirían en uno de los equipos a batir en el grupo N.

Si Sainz era la cara de la prueba europea, Monzón fue todo lo contrario al llevar la cruz a sus espaldas en una de las ediciones en la que el rumbo de su vida deportiva podría haber cambiado. Pero esto sería más tarde, ya que Sainz regresaba a Canarias en el año 89 como piloto oficial de Toyota y a los mandos de un Celica Turbo 4W, con el que hacía las delicias de los aficionados. Su victoria fue inapelable, pero se fue con el mal sabor de arrastrar una polémica surgida con la contratación en su participación. Las diferentes versiones no empañaron una edición que fue brillante, en la que el mayor de los Ponce, esta vez sí, terminaba tras los pasos de Sainz.

Ponce arrebató cinco scratchs a Sainz, que se impuso en el resto de primeros puestos en los tramos cronometrados, correspondiendo uno para Jesús Puras y otro para Tabaton. Sainz enardeció a los aficionados al celebrar con unos espectaculares trompos su última victoria y su despedida de Canarias, ya que los compromisos mundialistas le alejarían irremediablemente de volver al Archipiélago.

El Rally El Corte Inglés abandonaba su espectacular salida de la avenida Mesa y López para regresar a un lugar más amplio como la zona de INFECAR. El recorrido de la competición se mantenía en los 1.000 km de los cuales 377 correspondían a pruebas especiales, siendo la más larga de 26 km.

Nombres como Antonio Quevedo, director de El Corte Inglés; Eduardo Cardona (q.e.p.d.), presidente del Comité organizador; Manuel Aguilar, coordinador y responsable del apartado de pilotos y hombre de la Federación Española y Manuel Sevillano (q.e.p.d.), director de la representación de Marlboro en Canarias, se hicieron populares con la prueba.

La legión de pilotos italianos continuaba aportando esplendor y calidad al espectáculo. Mauricio Ferrechi, Pier G. Delia, Arletti, Enrico Bertone, Piero Liatti, eran nombres destacados, a los que se les unía el uruguayo Gustavo Trelles, el belga Patrick Snijers y el inglés Jimmy McRae, mientras que entre los nacionales sobresalían Pep Bassas (q.e.p.d.), Borja Moratal, Javier Azcona, Luis Climent y Oriol Gómez, entre otros.

A nivel local la representación estaba encabezada por José Mª Ponce, Luis Monzón, Ricardo Avero, Goyo Picar, Flavio Alonso, Manuel Acosta o Antonio Ponce, un elenco de destacados pilotos que marcarían una época gloriosa y que perdura hasta el día del hoy como los años más brillante de la cita grancanaria.

Corría el año 1992 y la edición XVI, cuando el rally iba a marcar otro de los apartados que serían inolvidables y que tenía como protagonista a Luis Monzón, por entonces un piloto rápido, agresivo en el pilotaje e inconstante en resultados que le convertían popularmente como una de las atracciones para los aficionados atraídos por su carisma y espectacularidad al volante, marcadas por las derrapadas y con las siempre ansias de victoria.

Tabaton cedía a Monzón el primer Lancia Delta denominada Deltona, que caía en manos privadas, ya que esta montura era la utilizada por el equipo oficial en el mundial de rallies. El piloto grancanario tenía en sus manos un privilegio que supo aprovechar en un primer momento. Su ímpetu sobre el asfalto le llevó a arrastrar a los aficionados para apoyarle en dar caza al campeón de Europa del año anterior, Piero Liatti.

Los cronos de Monzón eran espectaculares y el italiano se vería impotente de frenar el empuje del canario. Pero Monzón cometía un error de conducción unos metros antes del cruce de La Laguna-Valleseco y dañaba su montura impidiéndole continuar en competición cuando sólo restaba un tamo cronometrado para acabar la carrera.

Tabaton, que también estaba en competición y era superado por Monzón y Liatti, no se lo podía creer. A su paso por el lugar del incidente se llevaba las manos a la cabeza al ver destrozada una de las ruedas del Lancia y a Monzón a pie de carretera lamentándose de su error. Monzón perdió aquí su gran oportunidad de irse al europeo e incluso al mundial con algún programa. Su trayectoria se frenó y tomó un nuevo giro hasta ganar el campeonato de España de rallies en el año 2001 y después en 2013.

Esta década concluía con el regreso a la primera posición del podio de un piloto canario, ya que desde la segunda edición de 1978 la victoria siempre estuvo en manos de equipos foráneos, bien nacionales o internacionales. La sequía terminaba con la espectacular victoria de Luis Monzón y Nazer Ghuneim con Ford Escort Cosworth de grupo A en el año 1995, victoria que también lograrían en los dos siguientes años José Mª Ponce y Gaspar León, primero con el BMW M-3 y luego con un Toyota Célica GT Four de la Escudería Grifone de Fabrizio Tabaton.

Jesús Puras y Carlos del Barrio con Citroën ZX ganaban en 1997, una de las temporadas de mayor fracaso en las normativas del Campeonato de España de rallies, que con la nueva reglamentación creada con los coches que se basaban en los de serie se aplicaba la categoría F-2, que perdían espectacularidad y que aburrían a los aficionados.