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Escritor y gerente de la editorial siete islas

Ismael Lozano: «El único delito de los presos de Tefía fue amar»

Ismael Lozano Latorre. | ISMAEL MARTÍN

La infancia y adolescencia de Ismael Lozano Latorre (Granada, 1978) transcurre en la Sierra de Cádiz. Licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Sevilla, realizó un Master Internacional en Dirección y Gestión Hotelera entre Madrid y Suiza. En el año 2003 se traslada a Lanzarote donde comienza su actividad profesional. Se considera un apasionado de Canarias y en especial de la isla en la que reside. Sus obras La sirena de Famara, La isla de los dragones dormidos, Órzola y La leyenda de Gara y Jonay han conquistado el corazón de miles de lectores y han sido lectura recomendada en centros educativos. Pasaje Begoña es su tercera novela LGTBIQ+, tras el éxito cosechado con Vagos y maleantes y Todavía no me he ido.

¿Cómo y cuándo conoce usted la existencia de Tefía?

En la presentación del libro Todavía no me he ido en la Feria del Libro de Puerto del Rosario, José Barreto, de la Asociación Altihay, me preguntó si había ambientado mi novela en Fuerteventura en memoria de los presos de la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía y descubrí, para mi asombro, que a pesar de llevar años viviendo en Canarias y estar muy sensibilizado con el tema, no tenía ni idea de la existencia de ese vergonzoso episodio de nuestra historia.

Empecé a investigar, leer y documentarme y cuanto más averiguaba, más me indignaba, pero a la vez, me llenaba de orgullo porque esta parte de la memoria histórica LGBTIQ+ está llena de injusticias, pero también de héroes anónimos que lucharon por nuestros derechos.

¿Qué le motivó para decidirse a escribir el libro Vagos y Maleantes?

Una necesidad imperiosa de homenajear a nuestros mayores, esos superhéroes sin capa que lucharon por nuestros derechos y que levantaron con sudor, sangre y lágrimas los cimientos de los puentes en los que a día de hoy se apoyan nuestros derechos.

Don Manuel, el protagonista de la novela, en uno de los capítulos explica perfectamente mis sentimientos: «España tiene un problema con su memoria histórica», argumenta. «Cuando viajas a Alemania puedes visitar los campos de concentración y memoriales destinados a las víctimas del holocausto. Los alemanes se avergüenzan de lo que hicieron y exponen sus miserias para que no se vuelva a repetir. En España, en cambio, preferimos olvidar, no remover las cenizas, aunque con ello estemos omitiendo a los culpables y no le hagamos justicia a las víctimas».

¿Qué significa Tefía en la represión homosexual de nuestro país?

Un ejemplo de hasta dónde puede llegar la barbarie. La crueldad y la intolerancia del régimen franquista en estado puro. La Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía es una muestra de las consecuencias que los discursos de odio pueden tener, cuando no se les pone freno.

¿Cuántos campos de trabajo similares había en España y dónde estaban situados?

Existieron más de doscientos campos de concentración similares en España, repartidos por todo el territorio nacional. Prisioneros de guerra usados como esclavos

¿Tenía alguna peculiaridad esa Colonia Agrícola Penitenciaria en Fuerteventura? Imagino que tratándose de un lugar tan alejado del mundo, sobre todo en la década de los años 50 del siglo XX, aquello debió ser un infierno donde seguramente se actuó con mayor impunidad.

La peculiaridad principal de Tefía es que la mayoría de los reclusos no habían hecho nada malo; su único delito era amar. Hombres inocentes sometidos a torturas, palizas, trabajos forzados, hambre y un sinfín de aberraciones que ponen los vellos de punta. Estaban solos y podían hacer con ellos lo que quisieran. Nadie los defendía porque eran repudiados de la sociedad y sus carceleros, con sus golpes e insultos, estaban llevando a cabo una misión divina para redimir sus almas. Se cometieron atrocidades que han intentado que no se sepan fuera de aquellos muros.

¿Cuánto tiempo estuvo en funcionamiento? ¿Se sabe cuántas personas pasaron por allí?

Se abrió el 11 de febrero de 1954 y estuvo en funcionamiento hasta el 21 de julio de 1966. La mayoría por no decir toda la documentación relativa a la Colonia ha sido destruida pero se estima, teniendo en cuenta que había 50 ó 60 presos en el centro y las condenas iban de 1 a 3 años, que pasaron aproximadamente 400 presos por allí. No todos homosexuales, también había presos peligrosos, que iban voluntariamente porque un año de trabajos forzados en Tefia se lo convalidaban como dos en una cárcel normal e iban para reducir sus condenas, y presos políticos que los enviaban allí para humillarlos al mezclarlos con los gays, que eran considerados lo peor de la sociedad.

Existen varios libros que recogen desde distintos prismas la historia del campo de trabajo. ¿Piensa que ya conocemos el alcance real de lo que sucedió allí?

No. He hablado con varios historiadores y si nos limitamos a los datos y registros que quedan, poco se puede saber. Distinto es cuando les preguntas sus opiniones personales o escuchamos los testimonios de algunos reclusos que difieren mucho de los datos oficiales de la época.

¿Cuál cree que es la razón del interés actual por plasmar en diversas producciones audiovisuales y teatrales los hechos ocurridos en el campo de concentración majorero?

Recuperar la memoria histórica LGBTIQ+ que cada vez es más importante teniendo en cuenta los momentos tan convulsos que vivimos.

Juan Curbelo, uno de los presos canarios enviado allí por homosexual, me contó cómo algunos de los guardias de Tefía habían abusado sexualmente de él. De hecho, en otra conversación me dijo que se había encontrado en Las Palmas de Gran Canaria con uno de esos funcionarios que lo violaron. ¿Por qué no se ha puesto en marcha una investigación oficial que sirva, además de para poner nombre y cara a quienes allí cometieron semejantes atrocidades, para sentar ante un juez a los autores de aquellos hechos? Se lo pregunto porque jamás he escuchado nombres de, por ejemplo, las personas que dirigieron Tefía o los guardias que trabajaron allí.

Si indaga en los apellidos de las personas que se encontraban al mando de ésta y de muchas otras barbaridades que se cometieron en Canarias durante el franquismo se llevaría más de una sorpresa y al buen entendedor con pocas palabras bastan. Pero, por desgracia, esta es una realidad en nuestras islas y también en el resto de España.

¿Cree que puede quedar aún vivo algún recluso que como ocurría con Octavio García y Juan Curbelo, por vergüenza o por no remover el pasado, hayan decidido no hacer pública su historia?

Estoy completamente seguro. Muchos fueron incapaces de recuperarse después de aquello. No solo golpeaban sus cuerpos, también sus almas. Y esas heridas son mucho más difíciles de sanar.

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