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Las lisas escapan del Charco más animado

Más de 15.000 personas visitan La Aldea en el día grande de sus fiestas tras dos años de suspensión | Los vecinos detectan menos peces que en otros años

La Aldea se prepara para pescar la lisa tras dos años de pandemia

La Aldea se prepara para pescar la lisa tras dos años de pandemia Judith Pulido

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La Aldea se prepara para pescar la lisa tras dos años de pandemia Judith Pulido

«Si mi madre no me pare aquí la denuncio», expresa sin parar de bailar Luci ‘la negra’, «nacida y criada» en el municipio de La Aldea, en donde ayer se volvió a vivir el día grande de la popular fiesta de El Charco. «Lo esperábamos como agua de mayo», afirma con una sonrisa de oreja a oreja. 

De hecho, los datos de asistencia así lo corroboran. Más de 15.000 personas visitaron el municipio para darse el chapuzón más esperado de el verano, superando la asistencia de las últimas ediciones anteriores a la pandemia. Sin embargo, no fue el mismo caso para las lisas, que parecía que este año preferían mantenerse alejadas del charco. Los asistentes aseguraron que se había notado una menor presencia de peces en esta ocasión. 

A las doce de la mañana, en la calle de La Alameda -carretera de acceso a la playa-, cientos de personas se agolparon alrededor de la Banda de Agaete, que se presentaron como es habitual para tocar el tradicional baile del muelle. De camino al espigón, al ritmo del popular himno aldeano, se juntaron en una fila desordenada vecinos de la localidad y foráneos para seguir a los músicos. Deseosos de disfrutar del evento, que tras tres años de espera por fin se efectúa sin restricciones sanitaria.

El sol quemando el cogote, la cervecita en una mano y en la otra las ligeras cestas de mimbre con las que unas horas después se meterían cientos de personas en la charca que da nombre a estas populares fiestas. «Estábamos deseando esto», sostiene Luci con los ojos hinchados. «Me he pasado la mañana sin parar de llorar», admite, pues recuerda a toda la gente que se ha ido en estos dos últimos años y que no han podido volver a vivir las que para muchos son «las fiestas más importantes de todo el año».

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Fiesta del Charco 2022 José Carlos Guerra

«Quien viene al Charco se quita por lo menos veinte años de encima», agrega Luci sin miramientos. Y es verdad. Por lo menos también lo piensa así Dominga Suárez, conocida por todos en el pueblo como Mamina. Tiene 91 años, pero su actitud ante la vida la mantiene en una juventud eterna.

Bajo la sombra de los pinos de el parque de Rubén Díaz, se le encuentra bailando con absoluta soltura la melodía de las parrandas. «Yo me meto en todos los jaleos que vea, me da igual no ser invitada», asevera entre risas. A su lado, Iván Quintana lo otorga. Él no es aldeano, pero admite que se siente como si lo fuera. 

«Lo que tiene La Aldea es que es un pueblo que recibe a los de fuera con mucho cariño», sostiene con argumentos, pues visita la localidad desde hace más de una década. «Mi pueblo es lo más bonito que hay», añade Mamina con una sonrisa como preludio para reivindicar las costumbres tradicionales que se fomentan en estas fiestas patronales, que se celebran en honor a San Nicolás de Tolentino.

El regreso de los aldeanos

«La vida son tres días: la rama, la romería y el charco», pueden leerse en algunas camisetas de los asistentes a la fiesta. Se trata de uno de los decenas de eslóganes que se repiten cada año durante esta celebración popular, aunque la frase más repetida siempre será De aquí al charco. Y así se refleja en la ropa (empapada tras un chapuzón en el muelle) de María Suárez, una joven aldeana que reside durante el año en Las Palmas de Gran Canaria.

«Siempre volvemos al municipio durante los fines de semana y para celebrar las fiestas», explica, ya que es el proceder de la mayoría que ha nacido en este municipio. «Lo normal en este día es reunirse para comer todos juntos al mediodía, a la espera de que suene el pistoletazo del charco», agrega Lucas Navarro, que fue a comer a la caseta de su abuelo Chanito Melián, conocido desde hace años por abrir las puertas de su casa a todo el que quiera pasarse.

«La esencia consiste en acoger a los de fuera y darles a conocer el pueblo», expresan los vecinos

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Sin embargo, Suárez considera que «lo más interesante es traer siempre a gente de fuera para que conozca el pueblo, porque la mezcla es realmente la esencia de las fiestas». Y otra cosa no, pero gente de todos los lados de la isla había. De hecho, desde el barrio de Jinámar del municipio de Telde llegaron por la mañana en una guagua cedida por el Ayuntamiento.

«Pedimos que por favor nos facilitasen una forma para venir, porque hay muchos vecinos que jamás habían venido a estas fiestas y me parecía necesario que las viviesen por lo menos una vez en sus vidas», explica Noelia Izquier, vecina del Valle. Así, una treintena de jinameros se subieron a una guagua sobre las ocho de la mañana para llegar lo más pronto posible al municipio aldeano. La aventura les costó casi dos horas de trayecto en guagua. Eso sí, con la parada obligatoria en el barrio de El Risco «para tomarnos un cafecito», agregaron entre risas.

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Fiestas en el muelle de La Aldea José Carlos Guerra

Sentadas en una toalla a pocos metros se encontraban Begoña, Lucía, Nerea, Estrella y María del Carmen, un grupo de amigas de diferentes localidades que decidieron reunirse para visitar La Aldea. «Para la mayoría es la primera vez que asistimos a esta fiesta, pero teníamos ganas desde hacía un tiempo», agregan con entusiasmo, mientras degustan la empanadilla que se trajeron de casa. 

Más de 200 efectivos de la Policía y la Guardia Civil velaron por la seguridad

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Y es lo mejor que pudieron hacer, pues las esperas para pedir por los bocadillos en los restaurantes alcanzaban hasta una hora entera. Sin embargo, el tiempo pasaba demasiado rápido para todos, porque la diversión no tuvo descanso. Pareció que en un abrir y cerrar de ojos se hizo la hora del charco. A apenas quince minutos de la hora de inicio -establecida como cada año a las cinco en punto-, miles de personas golpeaban los callaos alrededor del agua del charco como señal de impaciencia. 

Tras la llegada de la banda municipal de Agaete a las inmediaciones, los participantes se preparan para darse el chapuzón más esperado del año. De pronto un pum y miles de personas se introducen al ritmo de la música en las aguas, algunos simplemente por la experiencia y otros para llevar a cabo la tradicional caza de lisas. 

La fiesta, en la que además estuvieron presentes más de 200 efectivos de diferentes cuerpos de seguridad como la Policía o la Guardia Civil, concluyó sin incidencias destacadas, pero sí con grandes y nuevas experiencias. 

Los nietos de Gabriel, ganadores absolutos

Aunque mucha gente tienen la costumbre de sumergirse en el charco de La Aldea simplemente por puro enrrale, otros se toman en serio la tradicional caza de lisas. Fue este el caso de los nietos de Gabriel Ramírez, un aldeano que estuvo acompañado de toda su familia el día grande de las fiestas en honor a San Nicolás de Tolentino. Los ocho chiquillos de la familia que se introdujeron en el agua con intención de pescar conseguieron casi una veintena de peces entre todos. En total, los jóvenes atraparon 18 ejemplares, por lo que ganaron en la categoría referente al número. Pero no fue el único premio que se llevaron. De hecho, el caso es que se hicieron con los tres galardones que otorga el Ayuntamiento: número, peso con 11 kilos y longitud de las piezas con una lisa que alcanzó los 44 centímetros. La gracia del asunto es que además esta era la primera vez que la familia se alzaba con el primer puesto en el certamen. Aunque la satisfacción puede ser el mejor premio, los ganadores se llevaron además un premio en metálico de 300 euros. 

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