Entrevista | José Antonio Rodríguez Carpintero y pregonero de las fiestas de San José y la Cruz de Teror

José Antonio Rodríguez, carpintero: "Nunca hay que olvidar que la ingeniería es hija de la artesanía"

El carpintero José Antonio Rodríguez, pregonero de las fiestas de San José y la Cruz de Teror, hace un recorrido a los últimos 70 años de los oficios artesanos

José Antonio Rodríguez, carpintero y pregonero de las fiestas de San José y la Cruz, en el parque Teresa de Bolívar de Teror.

José Antonio Rodríguez, carpintero y pregonero de las fiestas de San José y la Cruz, en el parque Teresa de Bolívar de Teror. / La Provincia

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

El carpintero José Antonio Rodríguez fue el encargado de pregonar este viernes las fiestas de San José y la Cruz de Teror, con un recorrido a los últimos 70 años de los oficios artesanos, «un saber que precede a la ingeniería», según sostiene un hombre que ostenta una maña que eleva su geito al reino de la ebanistería, y una mente tan lúcida y diáfana como las mismas obras de arte que ha ejecutado con sus manos.

Don José Antonio, ¿cómo se inició usted en el arte de la carpintería?

Pues yo nací entre garepas. ¿Sabe de lo que le estoy hablando?

¿De las hojillas de madera que salen del palo cepillado?

Así es. Soy hijo de carpintero y estuve en la escuela hasta los once años, y en los tres años siguientes me estaba en la carpintería por las mañanas y por las tardes recibía clases particulares, hasta que con 14 años me incorporo a tiempo completo en el taller mientras seguía un curso de formación a distancia de electromecánica, aquellos famosos cursos de CCC que se realizaban por correspondencia. Así estuve hasta los 30 años, que es cuando me hago cargo de los servicios técnicos de una empresa de muebles modulares. Luego mi padre se jubila y le compro el taller para establecerme como empresario de muebles modulares y carpintería tradicional en el barrio de Lomo Verdugo, en Teror, en el camino que sube a la Cruz.

Ser carpintero en la villa es formar parte de una potente tradición, ¿no es así?

Sí. En su momento fue una actividad importante en Teror, de mucha tradición. De hecho existían bastantes carpinterías. Yo creo que se debe al propio sistema laboral de aquellos años, que era un poco casero, y los precios no eran tan altos como en la capital.

Y que ostenta de cara a la calle joyas como sus balcones.

No hay que olvidar que Teror es un lugar de señorío al que llegaban muchas personas de Las Palmas para veranear en la villa y que tenían aquí sus casas para ello, y de ahí esa parte de la carpintería en unos tiempos en el que la construcción se basaba en la piedra, el barro y la madera.

Son pasamanos de escaleras, artesonados...

Hay joyas de madera en esas casas del señorío, sí, que las del pueblo llano intentaban imitar, como siempre, pero hay varias escalas de calidad y de diseño en la villa que hablan de su estilo y orígenes. Así se puede observar los balcones típicos canarios, como el de la vivienda que acogía la antigua tienda de Abraham, en el número 10 de la calle principal, la Real de la Plaza, en la que el tejado sigue corriendo sobre el balcón, mientras que en el estilo colonial, de aquellos indianos llegados de Cuba y otros puntos de América, el balcón se encuentra estampado en el frontis de la casa, con su tejado independiente, que es más lucido. Estos últimos, además, añaden un balaustre torneado, redondito, mientras los primeros están formados por tableros o tiras cruzadas y sin torneados. Hay que tener en cuenta que el colonial, a su vez, es una mezcla de diferentes estilos, de los que tomaron nota nuestros emigrantes, y que a la vuelta adquieren sus connotaciones particulares, porque en la vida nada es absoluto.

A lo que habría que añadir la propia imaginación de los carpinteros locales.

Ah. Al principio la formación del carpintero local era muy pobre. Los buenos, buenos, los bien formados, no estaban en Teror sino en Las Palmas a partir de los carpinteros de ribera, que fueron los primeros que vinieron a Canarias para asistir a los barcos de madera que iban de Europa a América. Requerían de reparaciones y mantenimiento y a partir de ahí se empiezan a hacer elementos como los pasamanos y se va extendiendo la carpintería a la población de tierra. Por ahí van los tiros, y por eso, en algunas construcciones antiguas se ven detalles de carácter marinero, como algunas volutas que les dan un aire de estilo náutico. En Teror existen muchas similitudes entre estos dos tipos de carpintería en la decoración interna, al igual que en otros puntos como Vegueta, algo que no es extraño estando en una isla.

Un curioso trabajo en madera es el sistema que obra el ‘milagro’ de la bajada de la Virgen desde su camarín.

Son unas vigas de madera que se enceran y sobre las que se desliza una cuña para mantener la peana sobre la que descansa la imagen, siempre manteniendo la vertical. Tiene su ingeniería, porque nunca hay que olvidar que la ingeniería es hija de la artesanía.

Perdone, pero usted es un sabio, señor Rodríguez.

Lo que está a la vista no necesita de espejuelos.

Y dígame, usted ha diseñado y construido el barco y el castillo de la quema. ¿Qué secretos guarda? Si fuera el caso.

No tengo el dato, pero el barco lo construí yo creo que sobre el año 2006, y el castillo al año siguiente. Bueno, en realidad el barco es un mueble decorativo con sus cositas funcionando. Está realizado con dos tipos de madera, de fresno y de caoba, tiene un largo de dos metros y medio y dispone de una talla a similitud de las gárgolas de la basílica del Pino que actúa como mascarón de proa, rematado por un bauprés que forma la propia cola del bicharraco, es decir de la gárgola. Tiene una decoración por fuera, a modo de volutas que se pueden ver aún en algunas ménsulas de los balcones del pueblo. Y poco más. También le digo que cuando luce es en el momento de la instalación porque una vez que se arma la escandalera del fuego nadie mira para el barco. En la batalla sí que tiene un elemento que le permite pivotar, ya que el pirotécnico carga los cañones en las dos bandas, de modo que cuando una de ellas finaliza, se gira 180 grados para disparar la cañonería de estribor.

¿Una virguería?

Nada. Es un pivote sobre un eje para dar la vuelta. Se me ocurrió, pero nada del otro mundo.

Del castillo, ¿qué me dice del castillo?

Ah, el castillo lo hice un poco cómic. No quedé satisfecho del todo, máximo si se fija cuando está instalado, que no destaca en absoluto. Parece que lleva toda la vida allí tan asquerosamente integrado que podría quedar para siempre porque no desentona.

¿Pero eso no es un mérito?

No, la cosa es que destaque, pero ellos lo aceptaron y ya está.

Pues pergeñe otro.

Ya yo no estoy para esos trotes. Yo lo que recomendaría, a la vista de la creciente importancia de esta fiesta, es que se haga uno de obra en recuerdo de las festividades, y como elemento decorativo, porque ya le digo, el mío parece que siempre estuvo allí y que hicieron el pueblo después.

Maestro, ¿la artesanía se pierde o tiene relevo?

Yo no lo veo así, que se pierda. Podemos observar que todo en la vida se va transformando, y en este sentido la carpintería, que es un servicio a la sociedad, también experimenta ese proceso. Antes, los carpinteros construíamos muebles que eran artesanos y que hoy se realizan mediante la ingeniería, pero la realidad es que seguimos sentándonos en sillas de madera, y como esto, ocurre con la mayoría de los servicios que se prestan a la sociedad: que han evolucionado. Este hecho no debe dar lástima, ni debe tener connotaciones dramáticas. A lo mejor nosotros tuvimos la suerte de vivir estas transformaciones, que es a lo que quizá se deban esos lamentos que yo escucho por ahí. El caso es que estos oficios siguen cumpliendo su función, y aparte de su aspecto romántico -siempre han existido los amores y desamores-, el sistema sigue funcionando. Yo le puedo decir que nosotros antes nos sacábamos aquella foto escolar de la que el humorista Manolo Vieira comentaba que salía un mapa de España detrás y delante todo orejas, y ahora el lugar de esa imagen la ocupan en casa las orlas universitarias de nuestros hijos. ¿De qué nos lamentamos?