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ANÁLISIS

La Plazoleta del Padre Hilario

El sacedorte claretiano da nombre a la plaza donde desemboca Perojo desde hace 80 años | Llegó a la capital para continuar la tarea misionera del padre Claret

La Plazoleta del Padre Hilario Emilio Vicente Matéu

Todos los callejeros están repletos de nombres, fechas y referencias, la mayoría de los cuales resultan desconocidos para los ciudadanos; igual puede ocurrir con la figura del Padre Hilario Brossosa que, desde hace ochenta años, da nombre a la Plazoleta situada en el Barrio de los Arenales entre las calles de Perojo y Tomás de Iriarte. Se trata de un sacerdote claretiano nacido el año 1830 en San Hilario (Gerona) y fallecido el 1903 en La Calahorra (Logroño) tras una larga y dolorosa enfermedad.

Apenas diez años después de la muerte del Padre Claret, e invitados por el Obispo de Canarias José P. Pozuelo, los sacerdotes claretianos Hilario Brossosa y José María Prim llegaron a Las Palmas de Gran Canaria para continuar la tarea misionera que llevara a cabo el Padrito por casi todos los pueblos de las islas de Gran Canaria y Lanzarote. Hospedados primero en el propio palacio episcopal y luego en el seminario, se dedicaron a ello intensamente y dejando en valor la personalidad, dinamismo, inteligencia y buen criterio del Padre Hilario Brossosa.

Su prestigio pronto se hizo notar porque venía precedido por su reconocimiento como profesor de teología, educador de religiosos y responsable de distintas comunidades. Pero su tarea principal y para la que estaba especialmente dotado, había sido la de misionero apostólico por tierras de Cataluña y Aragón, de Extremadura y Andalucía, de Thuir en Francia y Argel, y sobre todo aquí en Gran Canaria.

Apenas pisó nuestra tierra el Padre Hilario se propuso recorrer todos los caminos que treinta años antes anduviera el Padre Claret, para reforzar su mensaje e investigar cómo fue cada uno de los pasos que siguiera, recabando así una interesante relación de testimonios, anécdotas y confidencias que luego supusieron la base de futuros relatos e investigaciones a valorar en la causa de beatificación del Padrito.

El Padre Hilario estuvo dotado con una oratoria arrolladora e impactante, tanto por la profundidad del mensaje evangélico como por las propias cualidades humanas que le acompañaban en sus sermones, en sus orientaciones pastorales y en la dirección y asesoría espiritual. Su voz se hizo oír por toda la isla, visitando pueblos, parroquias, hospitales e incluso el centro penitenciario, hasta el punto de que muy pronto su popularidad se extendió rápidamente y no pocos acudieron a él solicitando consejo y guía, como consta en testimonios realmente emocionantes que se conservan.

Pero junto a todo eso, que sin duda fue su eje central vocacional, el Padre Hilario fue protagonista en nuestra ciudad de dos importantes iniciativas cuyo fruto perdura entre nosotros con una pujanza rica y creciente.

La primera fue el inicio de una institución dedicada a la educación e instrucción de los niños. Consciente de que el 80% de la población no conocía las letras, se empeñó en atender a los niños más desfavorecidos aprovechando para ello una estancia cedida en la planta baja del palacio episcopal, y a cuya iniciativa dio el nombre de Apostolado de la Oración.

Ante el sorprendente incremento de alumnos, y después sortear no pocos problemas, el Padre Hilario se propuso construir colegio, iglesia y residencia para los religiosos en el Barrio de los Arenales, fuera de la portada de la ciudad. En la instancia presentada al ayuntamiento, el 9 de diciembre de 1987, dice: Viendo la necesidad en que se encuentra el barrio de los Arenales de pasto espiritual, y particularmente de una escuela donde puedan encontrar fácil y conveniente educación los niños pobres, he pensado en el mismo barrio y calle de Rabadán un edificio que comprenda casa para vivienda de los misioneros, iglesia y locales para escuela a fin de realizar los fines indicados… Y así, el año 1888 comenzaron las obras de lo que luego se llamaría Colegio Corazón de María y hoy Colegio Claret, con ampliaciones posteriores en las calles de Tomás de Iriarte, Canalejas, y Tamaraceite. Muchas generaciones recuerdan con cariño y gratitud sus años en el colegio donde hoy continúan educándose miles de alumnos. En cualquier caso, aquella semilla que lo hizo florecer hasta la realidad de hoy, tiene un nombre: Padre Hilario.

La otra iniciativa, como ya apuntábamos, fue la construcción de la Iglesia del Corazón de María y la residencia de la comunidad. Aunque en un principio el obispo había ofrecido al Padre Hilario la iglesia del Carmen, con terrenos para edificar la residencia, él optó por el actual emplazamiento. La obra se inició el año 1887 y en su planteamiento surgieron desacuerdos y desavenencias con los responsables religiosos, lo que pudo motivar la renuncia a sus responsabilidades en Canarias con el consiguiente regreso a la Península. La obra de la iglesia culminaría a mediados del siglo XX con la fabricación de la torre, realizada con hormigón armado, material utilizado por primera vez en Las Palmas para asombro y curiosidad de muchos, y la incorporación de nuevas naves que ampliaron la capacidad del recinto.

La presencia del Padre Hilario resultó tan impactante que, cincuenta años después de su marcha y con motivo de la beatificación del Padrito, el Magistral de Canarias, J. Marrero, dijo de él en El defensor de Canarias el 26 de febrero de 1934: El Padre Hilario Brossosa, fundador del Apostolado de la Oración en esta diócesis, verdadero varón de Dios, digno de perpetua memoria. Y el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, como consta en el libro de sesiones de 7 de octubre de 1942, le dedicó su homenaje: Estimando la Corporación Municipal ser ciertos los méritos contraídos por el Padre Hilario Brossosa, y que se está en el deber de testimoniarle la gratitud de Gran Canaria con este modesto homenaje, se acuerda, por aclamación, que, en lo sucesivo, la Plazoleta existente en el extremo norte de la calle de Perojo sea rotulada con el nombre de Plazoleta del Padre Hilario”.

Evidentemente hay personas que pasan por la vida dejando una profunda huella; como antes hiciera el Padre Claret, ahora el Padre Hilario, y posteriormente otros sacerdotes claretianos también han merecido el reconocimiento de la ciudad dejando grabados sus nombres en el callejero. Hoy traemos a la memoria a un gran misionero, a un gran hombre, a una persona dinámica y emprendedora en la tarea de hacer el bien y que sigue presente en el alma de cuantos luego se han enriquecido con su obra: el Padre Hilario Brossosa.

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