Opinión | Reseteando

El almirante y sus dos guacamayos

Ejemplares de guacamayos.

Ejemplares de guacamayos.

Cada vez pierde más esta ciudad su parte asirocada, lolaplumera y ratoniana (por Andrés el ratón). Trasladan los guacamayos que han habitado la Casa de Colón con Francisco Morales Padrón, Antonio Rumeu de Armas o Antonio Béthencourt Massieu, monstruos de un atlantismo que situó a Canarias en la geografía de la circulación cultural. Aves muy historiadas que enchufan la austeridad colombina con el meneo de la tropicalidad, allá con el encanto barroco de lo caribeño y aquí con una Selva Doramas que tuvo pájaros indómitos. Ambos animales van en la mochila con la que se marchan los turistas: como si fuesen piezas del rompecabezas de Cristóbal Colón y su paseo por Vegueta antes, después o nunca hacía América. Frente a los sesudos estudios que descansan en la biblioteca de los patricios americanistas, la ficción de que estos guacamayos o loros (no sé sí son lo mismo, disculpen) vienen a ser el eslabón perdido de los que el almirante llevó en su descubrimiento. A fin de cuentas, todavía hay enfebrecidos buhoneros que buscan los pasadizos subterráneos de corsarios y piratas, o los que creen que hay una cripta que supera a la oficial. Si alguien sabe de qué va la cosa, esos son estos dos ejemplares de la avifauna que durante la noche oyen los ruidos de las maderas deformadas y la intensidad de los fantasmas. Seguro que se los llevan a un lugar privilegiado, quizás al aire libre, la mítica libertad. Pero dejarán de ser los protas de leyendas con marinos sostenidos por una pata de palo que andan detrás de un tesoro, cuyo paradero está en un mapa escondido por un piloto que lleva un parche negro en un ojo. La contribución de la feliz pareja a la visitas turísticas debe ser merecedora de un homenaje espléndido, con condecoración añadida y comida especial. Ya está bien de dar medallas a tanto inútil. El irremediable y dulce bienestar animal cierra un capítulo más de la anarquía urbana, como aquel aciago día en que se llevaron los gallos del parque Santa Catalina. LPGC evoluciona favorablemente hacia una ciudad anodina.

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