El estudio de microplásticos en las Islas se debate su futuro tras perder financiación

El grupo de investigación, que cuenta con científicos de ambas universidades, lleva cinco años arrojando luz sobre el impacto de este contaminante emergente en las Islas

Una investigadora observa a través de su microscopio en el laboratorio del proyecto Implamac.

Una investigadora observa a través de su microscopio en el laboratorio del proyecto Implamac. / Arturo Jimenez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

En los sótanos de la Facultad de Química de la Universidad de La Laguna (ULL) se erige la ciencia de las pequeñas cosas. Rodeado de unas paredes bañadas del más pulcro color blanquecino, emerge un amplio laboratorio donde decenas de investigadores estudian contaminante emergentes tan preocupantes como poco conocidos como son los microplásticos. Durante sus seis años de trayectoria, el proyecto Implamac, que ha conseguido poner a trabajar a unísono a los mejores científicos de la Universidad de La Laguna y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), ha arrojado luz sobre cómo estos diminutos, cuando no imperceptibles, trozos de plástico han colonizado hasta el último ápice de nuestra vida, desde los mares, hasta las playas y los alimentos que nos llevamos a la boca. 

Sus estudios les han llevado a convertirse en un referente europeo y a ser una pieza fundamental para afrontar las crisis derivadas de la aparición de este contaminante en diferentes localizaciones. Y sin embargo, un lustro después de empezar a indagar en esta línea de investigación y divulgar los peligros de este contaminante, el grupo, liderado por el químico de la ULL, Javier Hernández Borges, se ha quedado sin fondos para continuar investigando. 

Grupo de investigación del proyecto Implamac en la Universidad de La Laguna.

Grupo de investigación del proyecto Implamac en la Universidad de La Laguna. / Arturo Jimenez

El proyecto se enfrentaba este año a la evaluación de la última convocatoria del programa Interreg Madeira-Azores-Canarias (MAC) para los años 2021-2027, un programa de cooperación territorial entre regiones ultraperiféricas que busca establecer sinergias, en este caso, en la investigación. Este año 34 proyectos han conseguido pasar el filtro, 33 de ellos con participación en Canarias. Ninguno de ellos es Implamac. 

«Estamos desolados», asegura Hernández. Y es que como explica, seis años después de empezar esta prometedora línea de investigación –que obtuvo un millón y medio de euros de financiación del Programa MAC 2014-2020–, muchos tenían la esperanza de renovar por seis años más. «Allá donde íbamos nos decían que teníamos muchas posibilidades», explica Hernández, que insiste que durante estos años se han esmerado en cumplir tanto los objetivos científicos y divulgativos, como aquellos más administrativos. 

El proyecto ha logrado una buena puntuación en la evaluación final, pero en el reparto de fondos se han quedado fuera. De hecho, en estos momentos se encuentra en lista de reserva junto al resto de proyectos desestimados. Ahora el grupo de investigación debate sobre su futuro a medio y largo plazo. 

Un frenazo con efecto mariposa

Este frenazo a la financiación que sustenta el proyecto principal –también cuenta con fondos de otros estudios más pequeños adscritos a él– tiene consecuencias de todo tipo. Por un lado, frenará en seco la recogida de datos, lo que supondrá un agujero la serie temporal de seguimiento más larga de Europa. Por otro lado, dejará a Canarias, que es uno de los puntos negros de llegada de microplásticos de todo el mundo, desamparada y sin un control claro de este contaminante emergente cuyas consecuencias a largo plazo aún se desconocen. 

Tampoco permitirá al grupo seguir creciendo ni formando a nuevos investigadores, algo que estaban realizando tanto con científicos canarios como de fuera de las Islas. Pero si hay algo que preocupa sobremanera a los coordinadores del proyecto, es que la falta de fondos este año ponga en riesgo la carrera científica de seis jóvenes investigadores que, de no conseguir financiación en los próximos seis meses, se verán obligados a abandonar su sueño de ser científicos. «Ahora mismo puedo seguir elaborando mi tesis durante un tiempo porque cobro el paro, pero cuando acabe la prestación, no sé qué voy a hacer». 

Cristofer Domínguez y Cristina Villanova son dos jóvenes investigadores afectados por la falta de fondos.

Cristofer Domínguez y Cristina Villanova son dos jóvenes investigadores afectados por la falta de fondos. / Arturo Jimenez

Cristofer Domínguez se trasladó hace dos años desde Gran Canaria a Tenerife. Lo hizo deslumbrado por un trabajo de investigación que no solo estaba desentrañando algunos de los misterios que aún pesan sobre este contaminante, sino que además estaban desempeñando una importante una función social. Su trabajo ha consistido en evaluar el impacto de los microplásticos en las playas de la provincia. «He muestreado 17 playas, estudio los nuevos tipos de contaminación por microplástico y todo lo que vaya saliendo, como talleres, ferias o charlas en centros escolares», explica.  

Domínguez encontró en Implamac un proyecto en el que no solo encajaba, sino que le hizo involucrarse de verdad. Pero ahora ve cómo el tiempo apremia y las expectativas no son nada halagüeñas. «Me quiero quedar aquí, pero sé perfectamente que en pocos meses se me acaba el paro y tendré que buscar otra cosa. Si no encuentro nada, me veré obligado a volver a casa», asegura el joven investigador incapaz de contener las emoción. 

Cristina Villanova es otra de los seis jóvenes doctorandos afectados por este frenazo a la financiación. «Implamac nos daba la oportunidad de trabajar en un proyecto interesante y con un propósito social», argumenta Villanova, que insiste en que «no puede acabar aquí, parar ahora no tiene sentido, esto tiene que ser algo de continuidad». 

La joven empezó con un proyecto pequeño para estudiar los microplásticos en los sedimentos marinos. «Me recorrí toda Canarias cogiendo sedimentos y a raíz de ahí me propusieron hacer un doctorado», rememora. Gracias a Implamac ha podido trasladarse ha seguido con esa línea de investigación evaluando también el impacto de microplásticos en sebadales o en el krill que comen las ballenas de Azores.

A Villanova le queda un año de tesis y está «escribiendo como una loca» para poder terminar. Pero el tiempo juega en su contra y su situación tampoco es la más favorable, pues ha emigrado desde la Península para dar rienda suelta a su interés por la contaminación por microplásticos. No en vano, el proyecto Implamac es único en Europa. «A nivel nacional hay solo dos o tres grupos que se dedican íntegramente al estudio de microplásticos y nosotros somos uno de ellos», indica Hernández. 

Implamac nació con el ambicioso objetivo de crear un observatorio que genere datos cuantitativos y cualitativos del impacto que tienen los microplásticos y diferentes contaminantes en las playas de los archipiélagos de Canarias, Cabo Verde, Madeira y Azores.

Para llevarlo a cabo ha construido todon un programa de monitorización de microplásticos y diferentes contaminantes en arenas y aguas de las playas de los cuatro archipiélagos, para poner de manifiesto el grado de contaminación existente y su evolución. Pero no se ha quedado ahí también ha llevado a cabo estudios de la incidencia de microplásticos en algunos tipos de peces y de su efecto en las cadenas tróficas y en los ecosistemas. 

En paralelo, en los últimos años también ha empezado a buscar contaminación por microplásticos en lugares en los que se suele pensar menos, como los refrescos, el agua de consumo, la nieve que cae en el Teide o la placenta. «Es un proyecto que hemos hecho nuestro, creemos en él y para nosotros se ha convertido en un reto personal», revela Hernández. 

Una amenaza para la salud

La ONU califica los microplásticos como «una amenaza creciente para la salud de las personas y del planeta». Y es que cuando son ingeridos por la vida marina, como aves, peces, mamíferos y plantas, estas pequeñas trazas de plástico provocan efectos tanto tóxicos como mecánicos, lo que da lugar a problemas como la reducción de la ingesta de alimentos, la asfixia, los cambios de comportamiento y la alteración genética.

Además de invadir en la cadena trófica humana a través de los mariscos, las personas pueden inhalar microplásticos del aire, ingerirlos del agua y absorberlos a través de productos para la piel. Se han encontrado microplásticos en diversos órganos humanos, e incluso en la placenta de los recién nacidos.

Un joven científico analiza una muestra a microscopio.

Un joven científico analiza una muestra a microscopio. / Arturo Jimenez

El informe De la contaminación a la solución del PNUMA de 2021 alerta, de hecho, que las sustancias químicas presentes en los microplásticos «están asociadas a graves consecuencias para la salud, especialmente en las mujeres». Entre ellas se han detectado alteraciones de la genética humana, del desarrollo cerebral y de la frecuencia respiratoria. De ahí la especial sensibilidad de este grupo por entender cuáles son sus patrones de llegada a las Islas o cómo se van haciendo hueco en nuestra rutina a través de los alimentos, el agua o el medioambiente. 

En sus seis años de vida Implamac ha llevado a cabo 430 muestreos –un muestreo por estación en 46 playas de la Macaronesia– y se han procesado más de 6.000 muestras. Del análisis de dichas muestras concluyó que estos contaminantes se encuentran en toda la Macaronesia, siendo lo más común denominados como fragmentos, trozos de plástico rígido con bordes irregulares, de color blanco, transparentes y azules, que provienen de la rotura de plásticos rígidos de mayor tamaño, sin que exista ningún tipo de patrón estacional. No lo podrán hacer más. «Esto implica una gran logística», indica Hernández, que recuerda: «esto es el motor del estudio, sin esta información no podemos saber qué pasa». 

Siete puntos negros

También se ha podido constatar que, de los cuatro archipiélagos de la Macaronesia, Canarias es el que mayor cantidad de microplásticos recibe en sus playas. De hecho, el grupo de investigación ha podido identificar hasta siete puntos negros solo en el Archipiélago: Playa Grande, Almáciga y el Puertito de Adeje (Tenerife), Famara (Lanzarote), Caletillas (Fuerteventura), Arenas Blancas (El Hierro) y Playa Lambra (La Graciosa). 

El grupo de investigación también ha determinado la presencia de microplásticos en estómagos de peces. Los estudios se centraron en siete especies de peces (bonito listado, pargo, salmonete, caballa, garoupa, pez espada negro y el chicharro) y de ellos encontraron que todos tenían microplásticos en su estómago o su intestino. El tipo de microplásticos con mayor predominancia en la mayoría de las especies fue la fibra, seguido de líneas de pesca y fragmentos (trozos de plásticos rígido con bordes irregulares).

Una muestra de microplástico al microscopio.

Una muestra de microplástico al microscopio. / Arturo Jimenez

La creciente preocupación por la presencia de microplásticos en el medio ambiente se ve agravada por su capacidad para adsorber compuestos químicos presentes a su alrededor, por ejemplo, en el agua de mar. Esta sorprendente característica añade una nueva dimensión al problema de la contaminación por microplásticos. Tras realizar un estudio y analiza hasta 320 muestras, el grupo de investigación llegó a la conclusión de que este contaminante también actúa con vehículo de transmisión de fármacos, productos de cuidado personal o cremas solares. 

Y uno de los grandes objetivos del proyecto ha sido el contribuir a la mejora del conocimiento público en materia de contaminación por plásticos, incluyendo la sensibilización a la población. «Creo que a día de hoy hay mucha más gente que entiende lo que es la contaminación por microplásticos que hace seis años», insiste Hernández. Además, tanto los estudios como la divulgación que ha realizado el grupo de investigación ha servido para que incluso el Gobierno de Canarias tenga en cuenta sus resultados y sus opiniones a la hora de tomar decisiones referentes a la contaminación de microplásticos. 

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