Música

Verdi en su máxima pureza

ACO despide brillantemente, en el teatro Pérez Galdós, la 57ª Temporada con un 'Nabucco' fiel al decálogo del compositor italiano

Un momento de la representación con la presencia de las tres grandes voces.

Un momento de la representación con la presencia de las tres grandes voces. / LP / DLP

Resulta revelador comprobar cómo el Verdi más impactante es aquel que se circunscribe al máximo a todos los elementos escenográficos, musicales y dramáticos que el compositor ideó en 1841.

Por eso mismo, asistir a la representación del Nabucco, que despide la 57ª Temporada de Ópera, ha sido una experiencia insultantemente moderna. La demostración de que revestir una ópera con elementos que la desnaturalicen es un error que la aleja aún más de esa supuesta intención de captar nuevos espectadores. Todo en esta versión de ACO ha sido fiel al decálogo del compositor italiano. En primer lugar, habría que destacar al director escénico, Antonio de Lucía, que nos traslada sutilmente a la Jerusalén y a la Babilonia del año 587 con recursos a su vez clásicos y contemporáneos.

Por un lado, y basándose en las representaciones del arte asirio, el espectador entra en los templos y palacios de los dos primeros actos. Mientras que la aplicación de efectos audiovisuales nos situó, en los dos últimos, ante la parte mítica como esa impactante torre de Babel que recordaba al Mordor de El señor de los Anillos. Además, el orden escénico, la imponente iluminación, y el extremadamente historicista vestuario, dio como resultado un montaje muy preciosista, alejado de otras versiones habituales mucho más sombrías. 

El maestro Miguel Ángel Gómez-Martínez, como buen conocedor de la obra del genio de Busseto, impregnó de una mayor coherencia a todas las fases musicales, acentuando las intervenciones más emocionales de los cantantes y dándole aún más coherencia dramática a una trama que, en el fondo, esconde un mensaje bastante pacificador. Las tres grandes voces, el barítono Ariunbaatar Ganbaatar, la mezzo Ekaterina Semenchuck y el bajo Abramo Rosalen, nos deleitaron con respectivas intervenciones de especial belleza.

Pero resultó especialmente conmovedor cuando Abigail expresa su arrepentimiento y muere en el último acto. Un ejemplo de la impresionante capacidad vocal y amplitud de registros de la excepcional cantante rusa. Y mención aparte merece ese coro que, de forma pragmática, repitió el Va pensiero, de forma continua a modo de bis. Magistral final de esta edición de la temporada tras la también fascinante Roberto Devereux del mes pasado.