Música | Chucho Valdés Pianista y compositor

Chucho Valdés: «Todavía me veo como un alumno cuando me siento al piano»

El pianista y compositor, una de las figuras más influyentes del jazz afrocubano, regresa a Canarias en el marco de la 33º edición del Festival Internacional Canarias Jazz & Más

El pianista Chucho Valdés.

El pianista Chucho Valdés. / LP/DLP

Nora Navarro

Nora Navarro

A sus 82 años, ¿se sienta a las teclas con la misma ilusión y curiosidad que aquel niño de tres años que recibió un piano de juguete de su padre?

Yo diría que con mucha más ilusión todavía, porque a lo largo del tiempo he vivido muchas experiencias, he aprendido muchas cosas y aún sigo aplicando muchas fórmulas nuevas a la música. Siento que esa ilusión a mi edad nunca muere sino que se multiplica si vas progresando y aprendiendo. Yo me veo como un alumno todavía cuando me siento al piano. 

Su gran amigo Michel Legrand siempre le decía: «¿Oye, Chucho y por esto pagan?».

Eso fue una cosa espectacular: estábamos haciendo un concierto sobre la música de Michel Legrand donde yo hacía variaciones sobre sus temas y la pasábamos en grande, porque tocábamos muy seriamente pero nos divertíamos muchísimo al mismo tiempo. Y cuando terminamos el concierto, el público se puso de pie y siguió pidiendo más canciones, y Michel, totalmente asombrado, se me acercó y me dijo al oído: Chucho, ¿y por esto pagan, por pasarla tan bien? Me pareció tremenda reflexión por su parte y no lo olvidé jamás. Claro, yo me sigo haciendo hoy la misma pregunta.

Otra anécdota estupenda es la de que usted tenía un Yamaha, a pesar de que su padre le insistía en que se comprara un Steinway; cuando falleció decidió comprarse uno en su homenaje y, tras probar muchísimos pianos, se empeñó en uno que resultó que estaba firmado por Bebo. ¿Cree que es una metáfora de cómo se cruzan siempre, de forma casi mágica, sus caminos?

Yo creo que aquello fue un mensaje divino, porque entre tantos millones de sitios en el mundo nos fuimos a una casa donde, además de ese, había otros diez pianos, todos tapados. Nadie sabía nada de la firma y yo justo escogí ese, que era el único que no me querían vender porque ya estaba comprometido con un concertista. El vendedor así me lo comunicó y, como me vio tan decidido, me dijo que si realmente quería ese piano tenía que pagarle primero un adelanto, a ver si así se me quitaba el empeño. Y yo le dije que sí, que mira, que yo no estoy loco, que yo siento que el piano que quiero es este porque los demás los veo todos iguales. Y le pagué el extra que me pedía y, cuando levantó la tapa para entregármelo, vimos que era un piano que estaba firmado por mi papá. Yo casi me caigo al piso (risas).

¿Aquel reencuentro con Bebo en el Carnegie Hall de Nueva York tras casi 20 años sin verse fue uno de los momentos más importantes de su vida?

Yo te diría que ese ha sido el momento más importante y más emocionante de toda mi existencia: cuando después de 18 años sin vernos, nos encontramos mi papá y yo, y encima era yo el que estaba en el escenario, y él entre el público, ¡y nada menos que en uno de los teatros más importantes del mundo! Él había volado desde Suecia para darme esa sorpresa. Lo recuerdo como si ese momento, ese abrazo largo que nos dimos, hubiese sucedido ayer mismo. 

Este año celebra la gira del 50 aniversario de la emblemática formación Irakere, que marcó un antes y un después en el jazz latino por su fusión de estilos, ¿por qué sembró una revolución musical en Cuba?

Pues fue realmente porque nosotros, como Irakere, rompimos todas las estructuras y esquemas que existían hasta el momento. Y lo hicimos tomando elementos de los mejores sonidos que se estaban cruzando en el panorama internacional hasta que logramos un sonido único, con unas estructuras diferentes. Eso rompió con todo lo anterior y partir de ahí nació todo lo que hoy han seguido desarrollando grandes músicos cubanos, pero esa revolución empezó con Irakere. 

En esta gira, junto a músicos cubanos de primer nivel, le acompañan Carlos Averhoff Jr., al saxofón, hijo de un antiguo miembro de ‘Irakere’ ya fallecido, y su hijo Julián Valdés, a la percusión, ¿cómo vive ese baile de emociones y generaciones en el escenario?

Pues esa sangre tan joven es como una explosión en el escenario. Uno de los percusionistas es también hijo del primer percusionista de Irakere, Roberto Vizcaíno, que e sun genio. Y su hijo, Roberto Jr. Vizcaíno, es igual que su papá, pero en el siglo XXI. Luego, mi hijo Julián lleva en sus manos toda la tradición de su abuelo Bebo; lleva todo lo que yo he aprendido y a todo eso se suma el gran talento que tiene. Entonces, esa banda actualmente es un tsunami musical que suma todas estas tradiciones. 

Pese a la progresión de nuevos lenguajes latinos, ¿diría que ese estilo bailable e híbrido que fundó Irakere sigue vigente en Cuba?

Mira, nosotros inventamos algo que se llama la big bang one, eso es lo que hoy está actualizado como baile en Cuba y es lo que están tocando todas las bandas cubanas. Pero nosotros fuimos los que creamos ese sonido rítmico, con el que no puedes mantenerte un minuto sentado. 

¿Vive con el corazón partido entre La Habana y Málaga?

Para nosotros, España es la madre patria. Yo soy descendiente de españoles, además de africanos. Eso significa que en España me siento en casa. Yo nací en Cuba, pero realmente adoro España, por su tradición, por su gente, incluso por la influencia que tenemos de España en relación con Cuba. Y aquí seguimos, viviendo la vida, porque realmente nos sentimos como en casa en este país.

A menudo dice que la música cubana es «una mezcla de África y Europa, pero también de España, con todos sus ritmos, ¿cuál diría que es el máximo exponente de esta mezcla?

Para mí, Lágrimas negras, que inventaron mi papá Bebo y Diego El Cigala, es la expresión más pura que yo he escuchado de Cuba y España, entre el flamenco y la música cubana. En general, creo que esa ha sido una de las cosas más grandes que han pasado en la historia de la música.

Hablando de efemérides, en 2021 se cumplía un cuarto de siglo del álbum Buena Vista Social Club, que rescató del olvido a las grandes leyendas cubanas, ¿cómo recuerda aquel hito?

Buena Vista fue un fenómeno retroactivo. Esa música cubana que más se escuchó en la década de los 50 del pasado siglo resurgió de las cenizas y, aunque después vinieron otros cambios, Buena Vista realmente representa una de las cosas más puras y queridas de la música. Por eso, Eliades Ochoa, Carlos González y todos los que forman la agrupación tuvieron el éxito tan grande que han tenido y lo que hicieron ha pasado a la historia para siempre.

Sus seis hijos se dedican a la música, ¿podríamos convenir en que la vocación se hereda?

¡Eso ha sido por voluntad propia de ellos y no por influencias! A mí lo que más me enorgullece y por lo que los admiro tanto es porque ellos han escogido ellos mismos esa carrera y la han seguido muy, muy bien, de verdad. Estoy muy orgulloso de todos ellos. Ojo, dicen que la vocación no se hereda, pero no sé qué decir, porque yo conozco muchas familias enteras de grandes músicos y yo creo que algo se transmite.