Objetivos de Desarrollo Sostenible en Agenda Canaria 2030 | Producción y consumo responsables

Miel, aceite y polos de fruta canaria: productos isleños con valor añadido

Las elaboraciones ‘del país’ y su consumo sustentan los objetivos de desarrollo sostenible

Carmelo Iván Santana, de Colmenar La Violeta, en el mumicipio grancanario Moya.

Carmelo Iván Santana, de Colmenar La Violeta, en el mumicipio grancanario Moya. / Arturo Rodríguez

Francisco de Zárate

El menor coste de transporte es solo una de las muchas ventajas que tienen los productos y servicios de proximidad. Son también los que menos gases de efecto invernadero generan por traslados y los que, según el economista Alberto Santana, más contribuyen a fomentar la diversificación productiva del Archipiélago y a sostener «la cultura y tradiciones locales».

«La conexión entre el consumidor y el productor se fortalece, fomentando una mayor conciencia sobre el origen de los productos y servicios, y sobre los métodos de producción, lo cual puede conducir a un mayor aprecio y valoración de los recursos naturales, profesionales y culturales locales», explica Santana, que en la ciudad de La Laguna dirige la consultora especializada en sostenibilidad Plan B Group.

Los productos de kilómetro cero, o ‘del país’, como se dice en las Islas, están directamente relacionados con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12 que persigue modelos de producción y consumo sostenibles. Es tal su importancia que la Agenda Canaria de Desarrollo Sostenible le dedica una meta específica, la 2.4.3, para «aumentar el porcentaje de autoabastecimiento, con el objetivo de mejorar la seguridad de abastecimiento, conservar el medio rural, contribuir a la lucha contra el cambio climático y mejorar la calidad alimentaria con productos frescos de proximidad».

El aceite de oliva que en Santa Lucía de Tirajana elabora la empresa Burro Safari Las Tirajanas es un buen ejemplo de la forma en que los productos ‘del país’ contribuyen al mantenimiento de tradiciones. Como cuenta su responsable, Arcadio Martín, fueron sus abuelos los que comenzaron, con olivos que ahora tienen más de 100 años, la tradición que él ha continuado hasta ganar el premio al mejor aceite de oliva de Gran Canaria en los últimos dos años.

«En Burro Safari Las Tirajanas estamos dedicados a la labor docente, con visitantes que vienen a conocer las costumbres y tradiciones canarias, desde los utensilios agrícolas hasta los burros que se empleaban para llevar al mercado la producción, se les explica la forma en que se hacían los quesos, se les muestra la piedra para moler el millo del gofio...», explica Martín.

Antonio Moreno, creador de la empresa Pauleta Canaria, de polos de fruta.

Antonio Moreno, creador de la empresa Pauleta Canaria, de polos de fruta. / Arturo Rodríguez

En un principio, la almazara formaba parte de ese recorrido docente-turístico que organizaban para las familias y colegios que visitaban la finca. Pero la producción de aceite de oliva ha ido creciendo, multiplicándose casi por dos en los últimos cinco años hasta unos 2.000 litros al año. «Principalmente lo vendemos entre la gente que viene, pero también estamos abriendo el mercado, lo vendemos en el Corte Inglés y en muchos supermercados pequeños de la isla, además de las ferias», dice Martín.

El argumento de venta, explica, no es el precio sino la calidad y la creciente toma de conciencia por parte de la sociedad canaria de que los productos deben ser sostenibles. «La gente está más concienciada en consumir productos de la Isla, que generan más valor añadido y ayudan a todos los agricultores», dice. Sus planes son seguir creciendo: para este año ya han sumado a su línea de aceituna verdial, típica de Gran Canaria, un nuevo aceite que combina las variedades picual y arbequina. El olivo, dice Martín, es una buena planta para desarrollar en Canarias «porque no necesita tanta agua como otras plantas».

La miel es otro producto donde la producción local también tiene margen para crecer poniendo a la sostenibilidad en el centro de la estrategia. Carmelo Iván Santana, de Colmenar La Violeta, es un ejemplo de apicultor que fue capaz de convertir una afición en su segunda actividad económica. Comenzó hace tres décadas, cuando a sus 12 años un enjambre de abejas se posó en el patio de su casa familiar en Moya y su padre compró una cajita a un vecino apicultor. «Con la curiosidad de niño di con alguien que me empezó a enseñar sobre apicultura y me puse a producir», recuerda. Un largo camino que lo llevó en 2017 a darse de alta como autónomo con 60 colmenas y una producción de unos 800 kilos en 2023.

El objetivo de productos artesanales como el suyo, dice, no es competir con mieles peninsulares de producción a escala sino «vender directamente y en pequeñas tiendas a consumidores de la Isla que buscan miel cruda de más calidad, local y con valores de sostenibilidad».

«Son mieles más naturales porque no tienen ningún tipo de refinamiento, por lo que deberían ser más saludables que las mieles que han sufrido un proceso térmico y una industrialización», dice. Las colmenas también le han permitido generar productos derivados, como una jalea real a la que le añade tuno indio para darle otro tono y sabor. «Queda como una miel roja, y está teniendo bastante aceptación en las ferias», dice Santana, que para contribuir al mantenimiento de la tradición de colmenas en Canarias también da cursos de apicultura.

En su opinión, aunque aún queda mucho para desarrollar en la apicultura canaria, debe hacerse sabiendo que la producción local nunca podría abastecer a la demanda actual de las Islas. Una característica que según Alberto Santana, de Plan B Group, comparten muchas producciones de kilómetro cero. «La autosuficiencia completa basada en este tipo de producción es una meta poco realista para Canarias que tiene recursos limitados», explica.

Desde Suiza

Es cierto que hay límites reales, como la necesidad de tecnologías específicas o la imposibilidad económica de producciones de pequeña escala, pero como descubrió el grancanario Antonio Moreno Navarro, también hay producciones poco explotadas en las que Canarias se distingue por la calidad y variedad de sus materias primas, como los polos de fruta de Pauleta Canaria.

A Moreno Navarro se le ocurrió la idea de montar Pauleta Canaria cuando vivía lejos de las Islas. Durante su profesión como futbolista profesional en Suiza conoció un proyecto local de polos, o paletas, de kilómetro cero. «Allí nació la idea de traerlo a Gran Canaria, trabajando con las frutas, sin añadir azúcar extra para trabajar de la forma más natural posible», dice.

En septiembre se cumplen dos años de la inauguración de su fábrica en Maspalomas donde Moreno Navarro y su socio Jonay Pérez Carreño elaboran los polos de mangos, fresas, melón, manzana, y uva, entre otros sabores. «Estamos moviéndonos en mercadillos y colaboramos con agricultores locales, que están muy satisfechos con la colaboración, para vender los polos en pequeños comercios y restaurantes que lo compran porque es un producto de aquí y 100% saludable», dice Pérez Carreño. «La naturalidad, la salubridad, y que sea de aquí, es la combinación de valores que promovemos».

En opinión de Santana, en Canarias aún hay margen para aumentar los productos de kilómetro cero en todo lo que tiene que ver con la pesca, la acuicultura y la agricultura sostenible, así como con empresas derivadas como servicios de catering o restauración.

Suscríbete para seguir leyendo