Olas terapéuticas sobre una tabla

Juan y Pablo son dos de los niños con trastornos del espectro autista que acuden a las clases de surf adaptado donde disfrutan de la conexión con el mar y del deporte

Clases de surf adaptado a niños con autismo, en Playa del Hombre.

Clases de surf adaptado a niños con autismo, en Playa del Hombre. / ANDRES CRUZ

Olas terapéuticas sobre una tabla. El cielo parcialmente encapotado y la fina lluvia que cae a ratos sobre la Playa del Hombre, en la costa de Telde, no es impedimento para que Juan y Pablo, dos niños con trastornos del espectro autista (TEA), disfruten de una clase de surf adaptado en la escuela Chopi Surf. Desde el momento en que llegan a la playa su emoción y alegría se ve a simple vista. Ambos bajan las escaleras de madera oscura que conducen a la playa con la ilusión de disfrutar de una tarde de surf acompañados en todo momento por uno de los monitores del club.

Pedro Navarro Vidal, de 36 años, lleva toda su vida cogiendo olas y ahora capitanea este proyecto que apuesta por la inclusión. «La idea surgió de Diego, mi antiguo jefe, que fue el pionero del surf terapéutico. Hace nueve años lo trajo desde Cádiz, y en Canarias fue el primero, yo me adapté a su escuela. Al principio no me hacía mucha gracia porque hay que tener una serie de conocimientos para poder trabajar con pibes con autismo y síndrome de down. No tenía conocimientos ninguno. Una vez me invitó a probar esta actividad me quedé encantado y creo que, al fin y al cabo, es algo bastante gratificante», apunta Navarro. 

El primer paso antes de entrar al mar es calentar en la arena negra de la playa. Siempre con el apoyo y bajo la supervisión de unos de los monitores del club. Ellos ya han creado un vínculo especial con cada uno de los niños que acuden a las clases de surf adaptado, una ventaja a la hora de conectar con ellos. Para ello cuenta con cuatro monitores para las clases que dan por las tardes de lunes a viernes. Cuando acuden grupos grandes, a veces a través de asociaciones, pueden llegar a ser hasta diez monitores. Estos colaboran con el club de forma interesada y por la enorme gratificación personal que sienten al participar en este proyecto. «Tanto yo como mis compañeros estamos encantados y creo que es algo que nos hace falta porque nos complementa como persona. Ver que les hace felices y que los pibes con autismo, que no puede comunicarse, consiguen expresarse con nosotros es gratificante. A veces vienen estresados y realmente se nota que en el agua desconectan y salen con otra actitud que es lo que a nosotros nos beneficia en un nivel personal», puntualiza.

Y es que, una vez dentro del mar, los jóvenes disfrutan cada segundo y con cada ola que cabalgan conectando de forma directa con la naturaleza y con el monitor que les acompaña.

«Para nosotros lo más importante es sentir esa gratificación personal, y encima poder ayudarles a ellos y a los padres que les viene bien. Hay que tener bastante conocimiento de la materia no solo la base relacionada al mar sino a nivel personal tienes que conectar un poco con los pibes, la verdad es que para ellos está bastante bien y les ayuda a comunicarse», subraya.

Al surf adaptado pueden sumarse chicos de todas las edades, y también adultos, en una suerte de combinación perfecta de deporte, naturaleza y diversión. 

«Llevo casi 20 años haciendo surf. Para mí lo es todo, es un estilo de vida, poder disfrutar de un deporte compaginado con la naturaleza es algo mágico. Para mí es un gusto personal creo que el agua tiene efectos terapéuticos. Yo mismo, por mi experiencia, darme un baño cuando estoy un poco estresado es mágico, me ayuda a desconectar. Estar ahí dentro y compaginar con el deporte es único», concluye.

Suscríbete para seguir leyendo