San Bartolomé de Tirajana

El Pajar, un asentamiento entre crisis y turismo

Decenas de personas recurren al chabolismo en El Pajar y otras usan el espacio para ir a la playa

R. Torres

Necesidad o descanso. Un techo donde refugiarse o un paraíso de sol y playa. Los terrenos vacíos de un antiguo camping de El Pajar han sido ocupados desde hace meses por decenas de personas golpeadas por la crisis económica que no han encontrado otra salida más allá que levantarse una chabola con cartón, maderas y unas pocas telas. Pero frente a aquellos que son víctimas de la ruina económica provocada por la pandemia se alzan quienes aún poseyendo una vivienda digna optan por reservarse un espacio en un suelo que no es de su propiedad con el único fin de disfrutar del sol y la playa los fines de semana, según denuncia el propietario del suelo y ha constatado el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana. Y de estos últimos se quejan los primeros. «Mientras que unos estamos bajo una chabola porque no tenemos recursos, otros que son la mayoría solamente vienen aquí el fin de semana a tomar el sol, hacer fiestas y asaderos y por su culpa van a echarnos», lamenta una de las personas afectadas. La mayoría llega desde Las Palmas de Gran Canaria y Telde.

Vista panorámica del asentamiento, entre plataneras.

Vista panorámica del asentamiento, entre plataneras. / Andrés Cruz

Durante los últimos meses ha ido creciendo en El Pajar un asentamiento que supera ya las 120 chabolas y las más de 200 personas, una situación que ha provocado que el propietario del suelo, Pedro del Castillo, haya reclamado en los tribunales el desalojo del espacio. «Yo no puedo explotar el suelo legalmente como camping porque la Administración me dice que no es suelo para pernoctar, pero sin embargo se han levantado allí muchas chabolas, la mayoría de personas que no lo necesitan y que van solamente el fin de semana a la playa», critica Del Castillo, «usted ve allí coches de alta gama».

Entre las callejuelas de este asentamiento, ubicado entre plataneras, se suceden chabolas de todo tipo: en su mayoría están construidas con materiales como telas, cartón o maderas y valladas para establecer el perímetro de cada «propiedad», pero en otras sus ocupas han ido más allá e incluso han utilizado bloques para levantar edificaciones mejor construidas y en parcelas de hasta 200 metros cuadrados. A pesar de que la crisis ha empujado en el último año a distintas personas o familias a vivir en esta situación, lo cierto es que en este suelo había anteriormente al menos una decena de chabolas de personas que residen allí desde hace al menos 10 años.

Extrema necesidad

No es el caso de Evelyn, de 48 años, quien se vio obligada a montarse una chabola hace cuatro meses. Trabajaba como interna cuidando a una persona mayor, pero la crisis económica provocó que fuese despedida y como consecuencia de eso que también acabase en la calle. «Llegué aquí por necesidades económicas, no tenía dónde ir y mi pareja tampoco tiene un sueldo porque no trabaja por cuestiones de salud, solamente una pequeña paga con la que no llegamos a fin de mes», explica con un nudo en la garganta mientras recuerda que la chabola en la que resiste junto a su pareja la ha construido con materiales encontrados en la calle.

Diez personas están en proceso de empadronamiento en San Bartolomé de Tirajana

En los cuatro meses que lleva en el asentamiento solamente ha recibido comida por parte de Cáritas. «Pero muy poca, hay mucha gente y la que dan solo dura dos o tres días», relata. El resto la consigue pidiendo limosna porque ya acumula cuatro meses sin ingresos económicos. Su pareja tiene tramitada y aprobada la ayuda del ingreso mínimo vital, pero todavía no han recibido ningún ingreso. «Espero que no tarde demasiado en llegar porque lo necesitamos mucho», cuenta.

Evelyn y su pareja están desesperados y al límite. Tanto, explica, que se ha visto obligada a comenzar a tomar medicamentos para tratar la «depresión de caballo» que atraviesa. «No me queda otra, estoy muy depresiva», dice apesadumbrada, «encontrar trabajo es muy complicado con 48 años, y además tampoco tengo cómo ducharme o lavar la ropa para ir a una entrevista si la encontrase». Y es que precisamente ese es otro de los problemas que enfrentan todas las personas que viven ahora en este asentamiento: la falta de luz y de agua.

El propietario del suelo ha denunciado la situación en los tribunales y espera el desalojo

Evelyn es incapaz de contener las lágrimas cuando relata su historia. «Estoy cansada, ya no tengo ganas de luchar; no tengo comida, no tengo trabajo, no me queda nada», lamenta. Por eso confía en que una vez el juzgado decrete el desalojo de quienes residen en el asentamiento los servicios sociales le ofrezcan alguna solución. 

Idéntica situación atraviesan Gabriel yEmilia, una pareja de 23 y 19 años. Ella abandonó los estudios por falta de recursos y él se quedó en paro cuando llegó la pandemia, y sin derecho a ERTE porque el restaurante donde trabajaban ya tenía previsto cerrar para siempre. La falta de ingresos los obligó a dejar el alquiler. «No sabía que hacer, veía a otros montar una caseta aquí y yo monté otra para mi, ¿donde iba a ir entonces?», señala. Llevan allí un año y comen «pescando, con ayuda de familiares y buscándonos la vida», dice Gabriel.

Es usuario de los servicios sociales, explica, «pero ni me han llamado para nada ni me quieren dar la tarjeta ni nada de nada, solo me dicen que todo tarda». La pareja duerme en un habitáculo construido con cartón, hierro y telas. «Cuando viene la cuba de agua y tengo la suerte de tener dos o tres euros puedo comprar un poco para ducharnos, si no nada». «Así no se puede vivir, estas no son las condiciones de una vivienda y nos cuesta acostumbrarnos», relata. Y cuando lo desalojen hará lo mismo en otro lado. «Si me echan tendré que montar otra caseta en otro sitio».

Las chabolas están construidas con materiales comi maderas, telas, vallas y cartón.

Las chabolas están construidas con materiales comi maderas, telas, vallas y cartón. / Andrés Cruz

El propietario del suelo continúa a la espera de que el juzgado se pronuncie y decrete el desalojo del asentamiento. «Yo entiendo la situación de necesidad que pasan algunas personas, pero deben entender que si ocurre algo el responsable soy yo como dueño del espacio, y yo no puedo ser cómplice de esta circunstancia», sostiene Pedro del Castillo.

Desde el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, la concejala de Servicios Sociales, Mercedes Díaz, reconoce que un estudio elaborado por su departamento concluye que la mayoría de los presentes en el asentamiento son personas que buscan sol y playa el fin de semana y durante la semana hay menos personas. De entre quienes han acudido a la Unidad de Trabajo Social (UTS) instalada en el campamento, tan solo 10 personas están en proceso de empadronamiento en el municipio y otras 10 ya lo estaban. A estos últimos ya se les ha tramitado el ingreso mínimo vital.

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