Gáldar

El legado del médico Santiago Rosas

La familia organiza un programa de actos para conmemorar el 120 aniversario de la llegada del doctor a su pueblo de acogida

Cuenta con unos 160 descendientes

Retrato de Santiago Rosas de 1904.

Retrato de Santiago Rosas de 1904. / LP / DLP

Javier Bolaños

Javier Bolaños

El Santiago catalán acabó en Santiago de Gáldar. La vida del médico Santiago Rosas Fossas (1882-1951) dio un brusco giro en el año 1904. El doctor dejó atrás su Cataluña natal para subirse a un barco y surcar los mares hasta atracar en el puerto de la Luz. A pie de muelle le esperaba una ilustre representación del ayuntamiento del municipio norteño, donde ejercería hasta la mitad del siglo pasado. Llegó y «ya se quedó para siempre». El galeno ha dejado una amplia descendencia formada por más de 160 herederos, de los cuales una treintena continuó su legado en la rama sanitaria en Gran Canaria, además de mantener en la Península estirpe paterna. Estos familiares preparan ahora con la colaboración del Ayuntamiento una serie de actos conmemorativos que culminarán el 11 de octubre, coincidiendo con la efemérides hace 120 años de su nombramiento como médico municipal. Para ello, la familia ha ido recopilando documentación histórica que guardó de forma ordenada su profesión, junto a enseres de su trabajo y muchas anécdotas.

Algunos de sus familiares, reunidos el 30 de septiembre del año pasado, y en el que se gestó la celebración de esta efemérides.

Algunos de sus familiares, reunidos el 30 de septiembre del año pasado, y en el que se gestó la celebración de esta efemérides. / LP / DLP

La certificación académica que da fe de su titulación, una pequeña pesa para modular las combinaciones químicas para las medicinas, postales, el dietario de sus pacientes que certifican los cobros del ‘tostón’, de 3, 4 y hasta 10 pesetas según los casos, instrumentales médicos, un borrador sobre las defunciones del pueblo en los que se observa la enorme tasa de mortalidad infantil de la primera mitad del siglo pasado (muchos de ellos con días y meses de vida) y el retrato de las enfermedades contagiosas, y hasta en un reportaje de dos páginas con su trayectoria publicada en La Provincia, por Martín Moreno.

La vida del doctor está resumida en una amplia recopilación de papeles y equipos de su profesión, que su familia sigue guardando como oro en paño, y que se expondrán al público en octubre.

Remontándonos a sus orígenes, el médico nació en Barcelona el 24 de enero de 1882, hijo de Antonio Rosas Mas en segundas nupcias con Josefa Fossas Martí, originarios de Tarragona y de Tossa de Mar (Girona) respectivamente. Estudió en Las Escuelas Pías de Barcelona, antes de estudiar la carrera de Medicina y Cirugía en la Universidad de Barcelona. En su segundo año falleció su padre (el 4 de febrero de 1900), por lo que tuvo que trabajar a tiempo parcial en una farmacia. La experiencia le sería esencial para ejercer su profesión en Gáldar, donde no existía botica a su llegada.

Foto de 1911 de su esposa.

Foto de 1911 de su esposa. / LP / DLP

El 23 de junio de 1904 se licenció en Medicina y Cirugía, y pocos días después en las fiestas de San Pedro de Tossa de Mar se hizo prometido de Rosita Surís.

Al poco tiempo, tuvo conocimiento de que en Gran Canaria había un pueblo que no tenía médico. Se enteró porque unos operarios de Barcelona se desplazaron a la isla a reparar las vidrieras de la iglesia.

Contactó sin demora con el Ayuntamiento y fue nombrado médico municipal interino en sesión plenaria celebrada el 11 de octubre de 1904 (de ahí la conmemoración que le quiere brindar ahora la familia), con 22 años de edad, tomando posesión del cargo el mismo día de su llegada a la isla, el 9 de noviembre siguiente.

Al muelle fue a recogerlo una comisión municipal, integrada por el secretario Manuel Auyanet Romero y el hijo del alcalde de Gáldar, Francisco Rodríguez Martín, que le ofrecieron «una calurosa bienvenida» en nombre del pueblo.

El último trayecto serían unos complejos 80 kilómetros que distaban entre la capital y el noroeste, que hizo en un coche de caballos.

El entonces joven médico catalán llegaría para quedarse, siendo padre, abuelo y bisabuelo de médicos.

Sucedía a los anteriores galenos del pueblo, Enrique Blanco Sapera y Francisco Samsó. Curiosamente, este último también procedía de Cataluña.

pesa2

pesa2 / LP / DLP

Rosas Fossas comenzó cobrando 1 peseta 25 céntimos por consulta (lo que equivalía al antiguo y popular ‘tostón’).

Posteriormente gestionó la llegada a Gáldar de un conocido suyo, Joan Puig Serrat, quien vino a ser el primer farmacéutico que tuvo la localidad, yendo a buscarlo al muelle de Las Palmas el día 17 de julio de 1905.

El expediente de apertura de la farmacia del Sr. Puig como primera en esta localidad, que lo fue en el bajo de lo que es hoy el Hotel Agáldar, precisamente se inició en aquel mes de octubre.

Contrajo matrimonio con su entonces novia Rosa Surís el 20 de diciembre de 1905. Y en enero de 1906 se presentó en Barcelona a las oposiciones a plaza de médico titular, obteniéndola.

El matrimonio regresó a Gáldar en febrero, instalándose en una vivienda con fachada a la plaza, en cuyo bajo tenía su sede el Banco de Cataluña, y que años después fue la única imprenta del pueblo (desde el año 1928). El alquiler le salía 50 pesetas al mes.

La vida del médico de Gáldar iba más allá de asistir a pacientes que residían en el casco histórico, ya que atendió a pacientes de otros pueblos, como Agaete y La Aldea. Para llegar a este lugar cogía una barca desde Las Nieves, para evitar el interminable camino que se podía prolongar días. Y, en otras ocasiones, iba en caballo.

Certificado de 1905.

Certificado de 1905. / LP / DLP

«Ganó tiempo y ahorró fatiga cuando dispuso de ‘fotingos’», según Martín Moreno, que detalla que «jamás supo conducir como su hija Rosa», que fue su auxiliar en muchos desplazamientos.

«Lo que tenía de médico extraordinario lo tuvo de pésimo conductor de automóviles», por sus múltiples incidentes al volante. Y se decía de forma cariñosa que, «cuando él se disponía a arrancar con su Ford había que quitarse de delante».

Entre las curiosidades de su trayectoria, se recuerda que el papel del contrato indefinido que le hicieron en Gáldar con fecha de 7 de agosto de 1907 le obligaba a «no separarse de esta ciudad en tiempo de epidemia o contagio».

Año trágico

En septiembre se compra un equipo de fotografía (objetivo, obturador) con trípode, negativos, las cubetas y los líquidos para revelarlas. El resultado son las imágenes de distintos parajes de la zona, y una fotografía de su esposa en rocas de la orilla en Caleta de Arriba

Fue nombrado médico habilitado de Sanidad Exterior para el puerto de Gáldar el 9 de julio de 1913, ya que Sardina y Caleta de Abajo eran en esos tiempos unos muelles de mucha actividad por el trasiego de frutas y verduras de la huerta del Noroeste.

Ya con cuatro hijos nacidos (Santiago, Montserrat, Francisco y Carmen), el matrimonio cambió el domicilio de alquiler a una vivienda de planta baja al lado del Casino. Unos años después se mudó a la planta alta de lo que ahora es el Hotel Agáldar, en cuya planta baja estaba la farmacia de don José Rodríguez Hernández, que sustituyó a don Joan Puig al marcharse a la capital a continuar con su negocio.

Con su esposa tuvo en esta casa tres hijos más: Rosa, Josefa (fallecida a corta edad) y Antonio.

El 29 de marzo de 1920 compra la casa y jardín que fue construida por el capellán a partir de mayo de 1899 con intención de que fuera el convento para las Siervas, haciendo esquina en las calles de Enmedio y La Barbada. Actuó en la venta el presbítero Ramón Cirera Careló, como apoderado de las citadas Siervas, cuya congregación fue la heredera de Vicente Matamala. Allí nacieron dos hijas más: María-Teresa (1920) y Dolores (1922).

Viudo a los 20 años de casado

A principios del año 1924 nace su hija Mercedes, y en el año trágico que transcurrió desde el mes de septiembre siguiente al mismo mes de 1925, Santiago vio fallecer a su hija Teresita de forma accidental con casi cuatro años, a su hija Lolita por enfermedad con tres años, a otra hija en un parto malogrado y por último a su esposa por septicemia. Apenas contaba con 36 años, y a pesar del ímprobo esfuerzo médico con los medios de la época. Había enviudado a los 20 años de casado.

En sus diarios de visita consta que no pudo respetar el duelo posterior, «porque el único día que no atendió a los enfermos de la comarca fue el del entierro de su esposa»

Se quedó en soledad a cargo de sus siete hijos, a quienes dejó honda huella la repentina desaparición de su madre, y se auxilió de sus profundas convicciones cristianas para salir adelante, «obteniendo importante consuelo en la regular correspondencia que mantuvo con las Siervas de Jesús Sacramentado que se hallaban en Buenos Aires, y planteándose seriamente la posibilidad de regresar a su ciudad natal», según los testimonios de la época.

Sin embargo, un año después fue designado Inspector Municipal de Sanidad, participando el 1 de marzo de 1927 en la constitución de la Junta de Distrito de Inspectores Municipales de Sanidad.

Papeles de su designación como inspector municipal en 1927.

Papeles de su designación como inspector municipal en 1927. / LP / DLP

Como anécdota se cuenta que Santiago Rosas acudió en los años 30 a un llamamiento urgente de una persona que se encontraba tan enferma, que al llamamiento acudía también el párroco para otorgar los auxilios espirituales. Resultó ser que el enfermo vivía en una cueva de El Hornillo, en los altos del Valle de Agaete, hacia donde a falta de carretera había que aproximarse a aquellas laderas montado en un burro, para más adelante subir a pie por un ‘derriscadero’ de gran pendiente.

El cura y el sol de justicia

«Sea porque la sotana del clérigo no le ayudaba en la tarea de aquella escalada, sea porque aún a las cinco de la tarde cascaba un sol de justicia, o porque su cuerpo no estaba acostumbrado a ejercicio físico de tal calibre, en el momento de bajarse del burro y cuando le indicaron al cura dónde estaban las cuevas donde había que llegar, este le indicó a don Santiago que abandonaba su propósito de acompañarle, y levantando la cabeza hacia aquellos riscos con la mano en alto haciendo la señal de la cruz, gritó a viva voz: "¡Como guirres vivís, como guirres morís!», según relatan familiares directos.

Según el diario de visitas de don Santiago, éste llegó a las 18.45 horas a El Hornillo. Y a su casa de Gáldar de regreso a la 1.15 horas de la madrugada, comentándole al día siguiente la escena a su hija Montserrat.

Ejerció su profesión con los limitadísimos recursos técnicos de la época, salvando muchas vidas, como contó el periodista Martín Moreno en su ‘Siesta de Memorias’ hace más de 40 años, encargándose de la fabricación de medicamentos a través de fórmulas magistrales que había aprendido en su etapa en la farmacia. Y también llegó a realizar cesáreas y autopsias.

Pero sobre todo, la familia resalta su gran humanidad, «haciéndose acreedor durante toda su vida profesional del venerado reconocimiento de sus paisanos», y tal y como quedó reflejado también por Francisco Rodríguez Batllori en su libro ‘Gáldar, viñetas de una época’.

Quienes le conocían decían que era distraído en el vestir y «tremendamente sincero». Por eso se dice que «llamaba pan al pan, y al vino por su nombre». También era muy religioso.

Anécdotas

Entre sus muchas vivencias se recuerda el caso de un paciente al que tenía que ver a diario, y le cuestionó: «¿no me va a tomar la temperatura, don Santiago? A lo que al médico le respondió: «Lo haré mañana,... si me traes el termómetro que te llevaste ayer». O la vez que perdió un martillo que le había regalado un amigo y, por casualidad, lo vio al pasar en la mesa de una casa. Entró y se lo llevó. Su hija le llamó la atención por hacerlo, a lo que Santiago Rosas. «Solo cogí lo mío. Que me denuncien si pueden».

Y la vez que un vecino le contestó la típica frase canaria de «si le digo le miento». A lo que el galeno, por desconocimiento, le respondió «no entiendo por qué me tiene que mentir».

Falleció el 4 de febrero de 1951 a los 69 años en el Hospital Militar de Las Palmas (calle Juan de Quesada, 63), donde estaba ingresado.

Y con el tiempo se le dedicó una calle en el barrio de Barrial de Gáldar. Dejó como legado en Gran Canaria más de 160 descendientes, de los cuales más de una treintena se ha dedicado profesionalmente a la rama sanitaria. Entre ellos, médicos, enfermeros, psicólogos y farmacéuticos.

Material en blanco y negro

Esos mismos herederos son quienes están organizando con el Ayuntamiento de Gáldar una serie de actividades públicas para octubre, coincidiendo con los 120 años de su nombramiento como médico municipal.

El programa contempla charlas sobre historia y medicina a los comienzos del siglo XX, y una exposición de materiales antiguos de medicina. Todo ello, «en reconocimiento de su excelsa y sacrificada dedicación profesional, y para honrar su memoria y la de su malograda esposa», según los promotores. E incluye una exposición con material histórico de su propiedad, dos charlas sobre la Canarias de 1904 y sobre la medicina y la cirugía de finales del siglo XIX, y el acto institucional programado para el 11 de octubre. 

«Rosita, acabo de desembarcar»

Salió de Barcelona en el vapor Pío IX, en una ruta de 10 días con escalas en Mallorca, Valencia, Málaga y Cádiz. El 9 de noviembre de 1904 pisó tierra en el puerto de Las Palmas. En cada una de las escalas envió una postal a su amada, Rosita Surís, con la que apenas llegaba cuatro meses de relación. Y no iba a ser menos aquí. En la misiva con una imagen portuaria escribe: «Ahora estoy algo nervioso, pues estoy impaciente para llegar a Gáldar. Saludos a tu mamá y a los demás», y en la parte inferior añade: «Rosita: en este momento acabo de desembarcar en las Palmas. Esta tarde salgo en coche para Gáldar. Me han venido a recibir el secretario del ayuntamiento y el hijo del alcalde... Todo esto es bonito... ya ves que me acuerdo mucho de ti. Tu Santiago».

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