Cuando aprieta el jilorio (44)

Restaurantes de Gran Canaria: La Trastienda Quesos y Vino, receta para pasar un buen rato

La Trastienda Quesos y Vinos ofrece en el centro de Moya una fiesta para el paladar y el estar

Restaurantes en Gran Canaria: La Trastienda Quesos y Vinos

José Carlos Guerra

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

Floro Cazorla Suárez y Carolina Méndez de la Nuez ofrecen en el centro histórico de la villa de Moya una carta para «pasar un buen rato» con un conduto que alegra los sentidos.

El señor Floro Cazorla Suárez vino a nacer por dónde Carrizal de Ingenio y tras un somero paso por Telde recaló en la capital grancanaria, que fue casi justo cuando fallece su padre. Cuenta Cazorla «que eso ocurrió cuando mi madre tenía 32 años, y yo apenas 10». 

 Por la teoría del aleteo de la mariposa aquel hecho marcó el jeito gastronómico de Floro, que no es flojo. «Tenia dos hermanos pequeños, Pedro y Natividad, y mi madre, Araceli, tenía que trabajar como gobernanta del Casino Palace todo el día para mantener a la familia, así que me enseñaba a cocinar los fines de semana».

El chiquillo no es que recibiera indicaciones para unas básicas papas sancochadas -tubérculo, agua, sal y fosnalla-, y así salir del paso, no. Araceli lo liaba en esa aula culinaria con el entreverado entresijo del potaje de lenteja, los secretos del buen rebozado, en la oronda redondez de las albóndigas y en la delicada sustancia de la croqueta.

El chiquillo minichef

Ahí andaba Floro entonces, como un chef en miniatura y con los desperfectos propios de la edad infanta. «Cuando tenía 12 años nos regalaron una consola Atari», que en aquella época era como una PS 5 con anabolizantes, y tras poner en una sartén hirviente una tonga de papas fritas se enredó con el videojuego, hasta que Pedro gritó ¡fuego! Fue solo un susto, pero la impresión aún no le ha bajado.

A pesar de su garbo entre calderos Floro tira por otros mundos, el del viajante y el del reparto, un estresante trajín que frena en seco en el año 2015 a causa de una bacteria que casi le hace trasponer. Esto ya fue viviendo en la villa de Moya, donde recaló por ‘culpa’ de los amoríos con Carolina Méndez de la Nuez, con sus consecuentes efectos secundarios, el de la pasión de Floro por la villa de su pareja. Ahí lleva ‘secuestrado’ 18 años «y de aquí no me voy», sentencia sentado en el restaurante de ambos, La Trastienda Quesos y Vinos, mientras Caro no disimula la sonrisa.

Aquel parón ‘bacteriológico’ le hizo replantearse la vida, así que cuando recupera el resuello con éxito «le compro al sobrino de Carolina La Trastienda original, que se encontraba ubicada en la salida de Moya hacia Fontanales, «frente a la churrería».

Laterío gourmet

El establecimiento, como su propio nombre indica, se dedicaba a despachar en un local pequeñito un laterío gourmet y los afamados quesos de la comarca. Poco más. Pero resulta que ahí se suelta el chef que Floro llevaba dentro desde aquella etapa en la que unas papas fritas terminaron en formato cochafisco.

«Empecé yo solo», dice con esa media sonrisa calco de la Carol, «con tres mesas e iba la gente del pueblo». Al poco ya tuvo que poner un par de barriles en la calle y así fue cogiendo acera..., «hasta que todo se nos fue de las manos», al punto que Carol, que llevaba 19 años trabajando en una empresa, «se vino a trabajar conmigo», cuando ya el local tenía que recurrir al auxilio de carpas, porque de aquellos primigenios parroquianos de toda la vida de Moya, el boca a boca fue traspasando fielatos y fronteras.

Así hasta que «un domingo que vengo caminando por el pueblo veo esta esquina -la que da entrada a la calle principal-, y me digo, el local debería estar aquí». Pero allí estaba La Caixa, pero se entera de que se iba. Rían el lunes se presenta a Marcos, el director, «y en un mes, más o menos», se hizo con a propiedad tras una estresante puja. «Yo estaba en el Makro comprando y me llama el de la inmobiliaria, y ahí me vi yo llorando entre los estantes del Makro, porque tenía claro que mi futuro era este».

La barra trampantojo

Pero claro, convertir un banco en restaurante pasa por desmantelar cosas como «la habitación del pánico», ese búnker que aloja el cajero automático, una obra que supone todo un marrón en el que le ayuda el artista local Román del Pino a golpe de radial. De allí salieron camiones de escombros, pero el resultado es el de un muy coqueto establecimiento con una fenomenal pared de piedra vista, y una barra trampantojo que actúa como mesa. Fuera, de nuevo unos barriles y otras mesas de yantar al oreo. Por fin abrieron el 22 de febrero de 2023, día de entre semana en el que se formó tal zafarrancho que el que remataba la informática y dos de sus amigos que lo acompañaban terminaron cobrando y sirviendo comistraje y bebestraje, al punto que de aquel Floro que empezó en solitario hoy se ha convertido en una plantilla de seis personas, que completa con Puri, Adrián, Paula y Andrea.

Con recetas que parten de una premisa, «la de que el cliente pase un buen rato, porque por muy bueno que sea un plato si estás mal encarado sabe a rayos». Y a este buen rollo le añade preparaciones made in Araceli Suárez, «hechas con mucho cariño», como la mini tortilla de ibérico con aguacate, con su cebolla caramelizada y sus papas del barranco del Laurel, y que salen unas cien los fines de semana. O las carrilleras de tres horas al fuego lento, también despachadas en tongas de diez a doce kilos exclusivas de los sábados, con su salsa de verdura y el sofrito con jugo de la propia carne, a lo que se añaden los judiones y las garbanzadas, por no mentar las ya famosas caballas aliñadas, que por sí mismas, ya son motivo de coger fotingo y subir a Moya.

Ensaladilla Carol

En La Trastienda también hay hueco para unas peculiares papas bravas, para el salteado de langostinos con champiñones sobre una camita de verdura confitada y para un vacío de ternera «que está espectacular», sin olvidar la ensaladilla Carol, elaborada por Carolina con producto estrictamente local. «Viene a ser una ensaladilla rusa a la que le cambiamos el nombre cuando invadió Ucrania, porque eso no está bien». Remata el asunto los quesos de La Solana, de El Pagador, Camino de Inciensos, Cortijo Las Hoyas, Aguas de Fontanales, Altos de Moya y Roque Grande de Tenteniguada, así como una extensa carta de vinos originales, a lo que se suman postres caseros como la tarta de queso al horno de La Viña, la de galletas María con chocolate o el sorbete de mango, entre otros varios.