Medio Ambiente | Prevención de incendios

Los últimos pinocheros de Tamadaba

Eduardo Rivero y Juana Súarez reciben el galardón ‘Gran Canaria Mosaico’ por mantener una tradición que frena la propagación de grandes incendios forestales

Los últimos pinocheros de Tamadaba

La Provincia

Eduardo Rivero recuerda que recoge pinocha en Tamadaba desde que tenía siete años. Un tío suyo lo llevaba al pinar, casi como un juego, y le hacía un «puñito» para que aprendiera los trucos de un oficio que antes era fundamental en el campo. Ahora solo quedan él y Juana Suárez, su compañera, a los que el Cabildo ha reconocido con el galardón Gran Canaria Mosaico por labor contra los incendios forestales.  

Eduardo Rivero y Juana Suárez se levantaron bien temprano en su casa de Ventanieve, en la Vega de Acusa, y a mediodía ya tenían varias montañas de pinocha en los alrededores de la Casa Forestal de Tamadaba, el lugar elegido para entregarles el premio Gran Canaria Mosaico del mes de junio, una placa de madera que compartirán en su hogar de esa localidad de Artenara.

El Cabildo, en este año 2024, quiere dar visibilidad así a las personas y colectivos que contribuyen a la lucha contra los grandes incendios forestales y, de paso, mantienen el paisaje y las tradiciones de la isla, aunque en el caso de los pinocheros ya apenas queda gente para recibir el premio.

Eduardo y Juana son los dos únicos que siguen limpiando el pinar de Tamadaba y en el resto de la isla tal vez no quede ni una docena que recolectores de pinocha, por lo que gobierno insular se plantea copiar la estrategia de los pastores y sus ovejas bombero para empezar a pagarles por los servicios que prestan a la sociedad.

El consejero de Medio Ambiente, Raúl García Brink, adelantó que el próximo año ya se va a buscar un mecanismo para compensar económicamente la labor de los pinocheros. Los dos premiados aplauden la idea, aunque no son muy optimistas respecto a un relevo generacional en los montes grancanarios. «Los jóvenes ya no vienen ni aunque les paguen», comentó Juana.

Ya no estamos a finales de la década de 1950, cuando Eduardo se levantaba a las cinco de la mañana para acompañar a su tío a limpiar todas las cunetas, desde el cruce de Acusa hasta interior del pinar Tamadaba, con un rastrillo de cuatro garfios que aún conserva como única herramienta.

Una vez amontonada una buena cantidad, se amarraba con sogas y se cargaba a hombros hasta un camión, rememoró Eduardo ante García Brink y el resto de autoridades que le entregaron el premio, caso del alcalde de Artenara, Jesús Díaz, y de la concejala de Medio Ambiente de Agaete, Noemí Rosario.

«Desde la edad de siete años, y tengo 71, estoy viniendo desde las cinco de la mañana a este pinar», explicó el galardonado. Durante 44 años trabajó para el propio Cabildo, 11 de ellos en el dispositivo contra el fuego, por lo que ha sido testigo de los grandes incendios forestales de las últimas décadas.

En los dos últimos, los voraces y consecutivos del año 2019, vio como durante muchos días se quemaba buena parte Artenara y las llamas entraban hasta el corazón de Tamadaba. «Estuve aquí tres noches seguidas, viendo como ardía el pinar, hasta que tuve que irme porque los ojos se me iban a echar fuera del humo», aseguró. Ahora jubilado, prosigue con las labores de limpieza, pero admite que está «preocupado» porque el amigo que le ayudaba con un camión a recoger la pinocha ha conseguido trabajo como chófer de las guaguas de Global y no dispone de un vehículo grande para repartirla.

Los últimos pinocheros de Tamadaba

Los últimos pinocheros de Tamadaba / Jesús Montesdeoca

¿Y qué se hace con esa pinocha? Eduardo detalló algunas de sus utilidades, pero fundamentalmente se utiliza para la cama del ganado y como abono natural en las plantaciones agrarias. Contó que en ocasiones le han atribuido conocimientos de «médico» porque sus pinochas han curado heridas de caballos, producidas por tumbarse sobre paja caliente.

«Les propuse que hicieran una cama con pinocha un poco mojada, que es fresca, y los caballos se curaron en poco tiempo», comentó. Las ventajas para la agricultura también están comprobadas. Mezclada con la tierra en años alternados sirve de fertilizante por su PH, pero también se usa para mantener la humedad del suelo y evitar las malas hierbas en las plantaciones de plataneras, extendiéndola por la superficie de las fincas. «Deja la tierra sin plagas y morosita», añadió. Tal es así que la sección agrícola de Lopesan ha utilizado esa técnica en sus terrenos de Veneguera y en un solo año se llevó más de 70 camiones de pinocha de Tamadaba.

Premio a la constancia

Juana Suárez le acompaña en esa tarea . «Fue Eduardo el que me metió en esto y ya llevo 20 años recogiendo pinocha y no es un trabajo duro; al principio puede parecerlo, pero como todas las cosas hasta que uno se acostumbre, tanto que ahora es como un hobby, un juguete que tiene uno», afirma.

Ambos recogen la pinocha durante casi todo el año, salvo en los días de lluvia y durante los meses de la campaña contraincendios, pues no se puede acumular en ese material vegetal en las orillas de las carreteras. Eso sí, advierte Juana, en meses de calor hay que madrugar y trabajar solo hasta mediodía, pues no hay quien resista dentro del pinar. También lamentó que en Artenara solo queden ellos dos, por lo que teme que se pierda esa tradición.

«Esta es una actividad fundamental pero está casi en peligro de extinción, solo quedan entre 10 a 20 pinocheros en toda la isla», calculó Didac Díaz, ingeniero técnico forestal del Cabildo y responsable del proyecto Gran Canaria Mosaico, quien aseguró que desde la administración se está intentando facilitar la limpieza de los montes porque la normativa ambiental es «tan amplia y farragosa» que complica que la gente se anime a recoger la pinocha.

Díaz pone como ejemplo que en espacios naturales protegidos de Canarias, como puede ser Tamadaba, hay sitios donde está prohibido recoger la pinocha, otros donde es autorizable, algunos permitidos con solo una comunicación y otros únicamente al lado de las carreteras. «Como existe una maraña burocrática importante, desde el Cabildo estamos intentando facilitarlo, tanto que la gente que quiera coger cantidades grandes debe pedir autorización, pero las personas que deseen recoger cantidades pequeñas, por ejemplo para llenar una furgoneta pick up, solo tiene que notificarlo enviando un correo», explicó.

Así, aquellos ganaderos que necesiten la pinocha para hacer la cama de vacas, ovejas o cabras puede recogerla sin ningún tipo de permiso previo, solo comunicando que van a hacerlo. Con reconocimientos como los de Eduardo y Juana se intenta dar a conocer a la sociedad grancanaria la importancia de la actividad que realizan, apuntó el técnico forestal.

Previamente, cada mes de este año, se han entregado galardones a los dueños de los viñedos Frontón de Oro, a la asociación de las ferias de Kilómetro Cero, a los pastores, a los carboneros de la Cumbre y a la Red de Pastos Cortafuegos de Andalucía, que es la pionera en este tipo de proyectos.

Raúl García Brink anuncia que el próximo año se empezar a pagar por la recogida de pinocha en el monte

Como se ha hecho con los pastores, el Cabildo se plantea pagar a los pinocheros por los servicios ambientales prestados, pues según Didac Díaz «no solo recogen la pinocha, sino que ayudan a los equipos de extinción de incendios y eso hay que reconocerlo. Aparte de los dos premiados de Tamadaba, el resto de posibles beneficiarios de esos pagos son campesinos de Moya, Fontanales o Lugarejos que suben a los otros pinares de la cumbre a buscar esos restos vegetales para ganado o sus fincas.

Paisaje mosaico

«El proyecto Gran Canaria Mosaico», detalló, «intenta conseguir paisajes mosaico, porque el problema que tenemos ahora son los incendios forestales que están fuera de capacidad de extinción y no hay manera de poderlos parar, ni con más helicópteros ni con más medios humanos, por eso tenemos que cambiar la filosofía y preparar el territorio para que sea más resistente, lo que se logra con el llamado un paisaje mosaico, diverso y con muchos obstáculos que dificulten la propagación del fuego, por ejemplo un campo de papas, un cultivo de viñedos, una zona pastoreada o un monte donde actúen los pinocheros».

Un gran incendio forestal como los que han afectado a Canarias en los últimas décadas, señaló, «corre muy rápido porque la vegetación en los bosques está muy seca, pero cuando se encuentra esos obstáculos del paisaje mosaico se frenan y dan a los equipos de extinción la oportunidad de pararlos; ahí es donde entran todos los medios tradicionales, los que conviven en el territorio u que poco a poco retiran el combustible, esa biomasa, para evitar que se queme en el futuro».

Los pinocheros premiados viven en la Vega de Acusa y acuden juntos al pinar desde hace 20 años

Sobre las posibles fórmulas para recompensar el trabajo de los pinocheros, García Brink, anunció que el pago por servicios ambientales «es algo que va a ir llegando», no solamente con la tradición de los pastores y las ovejas bombero, como ahora. «El año próximo lo vamos a hacer con los pinocheros para poder mantener estas actividades, los técnicos de Medio Ambiente decidirán qué zonas son más adecuadas para realizar esta actividad y en un proceso abierto de libre concurrencia se presentarán los que quieran y recibirán una ayuda por un trabajo del que nos beneficiamos todos», recalcó el consejero.

García Brink confió en que ese pago incentive unas labores en el campo «que ahora son residuales pero que es necesario mantener». Se trata, destacó, de «un oficio clave para la gestión sostenible del territorio y de la isla», un servicio ambiental extraordinario a la vez que contribuye a convertir Gran Canaria en una isla adaptada y preparada ante los grandes incendios forestales»,.

El pago por servicios ambientales es una fórmula pionera en Canarias aplicada por el Cabildo con los pastores de la isla desde hace tres años, y con la cual 37 familias ganaderas se van a ver retribuidas por su contribución en la labor de prevención de incendios forestales. «Este mismo modelo sería aplicable a otros oficios tradicionales que igualmente contribuyen a crear un paisaje mosaico resistente al fuego, oficios que Gran Canaria, sencillamente, no se puede permitir que desaparezcan», concluyó García Brink.

Décadas de incendios

El pasado junio acabó con temperaturas normales para esta época del año y rompió la serie de meses con registros de calor por encima de lo habitual, lo que hacía prever un verano de alto riesgo de incendios forestales. Aunque la panza de burro sobre la capital y la nubosidad en las medianías del norte pueda dar la impresión de un tiempo más fresco, en la cumbre de Gran Canaria se superaron ayer los 30 grados, por lo que no hay que relajarse en la lucha contra el fuego. «Llevábamos 11 meses de récord absolutos de anomalías de temperaturas y ha llovido poquísimo, este mes de junio no, pero tampoco ha llovido nada, salvo un poco el Norte, por lo que la situación sigue siendo muy grave en el sur», advirtió Didac Díaz El cambio climático, apuntó, «nos lleva a unas décadas muy duras y tendremos grandes incendios, podemos escapar un año, pero quizá no el siguiente, porque la vegetación aún se está adaptando a esos cambios. | J. M. N

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