Entrevista | Alberto Francisco Sanguinetti Montero Obispo Emérito de la Diócesis de Canelones en Uruguay

Alberto Francisco Sanguinetti: «Sería bonito probar en Canarias otro milagro de Jacinto Vera y sería santo»

«En la iglesia de Tinajo dejé una reliquia insigne, una vértebra de 10 cm x 9 cm por 6 de fondo», expone el Obispo

Monseñor Alberto Francisco Sanguinetti Montero, ante un cuadro del beato Jacinto Vera Durán. |

Monseñor Alberto Francisco Sanguinetti Montero, ante un cuadro del beato Jacinto Vera Durán. | / JAVIER ARMEAN, CEDIDA POR LA DIÓCESIS

Ana Díaz

Monseñor Alberto Francisco María Sanguinetti Montero, Obispo emérito de la Diócesis de Canelones en Uruguay y postulador de la causa de canonización de Jacinto Vera Durán, visitó recientemente Gran Canaria y Lanzarote para celebrar el primer aniversario de este acontecimiento. Durante su presencia trajo una reliquia insigne del santo, de padres de Tinajo y presidió el domingo una misa en Los Dolores.

En mayo de 2023, la beatificación de Jacinto Vera, natural de Lanzarote y primer Obispo de Montevideo (Uruguay), tuvo un eco especial en esta Diócesis de Canarias, especialmente en Lanzarote, isla donde se encuentran las raíces de su árbol genealógico.

Monseñor Sanguinetti, a lo largo de su estancia en Canarias ofreció varias conferencias ¿Qué rasgos de la personalidad de Jacinto Vera Durán ha querido transmitir?

Como santo tiene unas virtudes teologales: es un hombre de fe vivida, enseñada y también, de fe defendida, porque le tocó momentos difíciles en los que se quiso avasallar a la Iglesia en Uruguay. 

Era un hombre desligado de intereses personales, con la esperanza puesta en la vida eterna y en la confianza en Dios; un hombre despojado, con una gran pobreza personal, de una gran caridad por amor a Dios, a quien entregó su vida y de amor al prójimo. De su caridad pastoral destacaría: la caridad con los enfermos en las epidemias y el gran amor hacia los pobres.

Era tal el amor a los pobres que llegó a estar sin pantalones debajo de su sotana por haberlo regalado a un pobre y de endeudarse para dar a los pobres. Incluso, cuando fue Obispo, debido a este amor a los pobres llegó a no tener dinero para costearse la comida del día. Era el gran testimonio de una generosidad sin límites y de cercanía a los más humildes. 

El misionó el país. Si vemos el mapa de Uruguay nos puede parecer un país chico que está entre Argentina y Brasil pero, debemos tener en cuenta que, entonces, no habían ni carreteras ni puentes. Se calcula que él recorrió unos 150 mil kilómetros a caballo en cuatro viajes misioneros. La gente le devolvió ese amor. En la segunda mitad del siglo XIX -que fue su época- era el hombre más conocido y querido en todos los lugares. 

Por lo que ha podido comprobar, en Canarias hay un sentimiento de orgullo hacia la figura de Jacinto Vera. En esa investigación profunda que ha realizado sobre su persona... ¿Qué conexión tenía con Canarias, y, especialmente, con Lanzarote?

Sus padres, campesinos, se casan en Tinajo en 1800 y en 1813 emigran. Se suben al barco con tres hijos y un cuarto en el vientre de la madre que nace en alta mar, en el Atlántico, y luego va a ser bautizado en la Iglesia de Santa Catalina. Toda su familia es de Lanzarote y allí fue engendrado porque su madre se embarcó cuando tenía 8 meses de embarazo. Sus hermanos fueron bautizados a los 3 ó 4 días y él nace el 13 de julio de 1813 y fue bautizado un mes después. Por lo tanto, hubo una navegación de casi un mes después de su nacimiento. Su conexión con Canarias era, por lo tanto, familiar. 

¿Qué resaltaría usted de su episcopado?

La personalidad recia para el trabajo y para afrontar dificultades que mostró en su episcopado. Fue un hombre íntegro que se orientaba por su conciencia. Vivió conflictos fuertes, por ejemplo cuando en 1862 lo exilió el gobierno porque quería dominar la Iglesia y controlar las decisiones que en ella se tomaban. Él, con toda fortaleza dijo: “Yo puedo renunciar a mis derechos, pero no puedo renunciar a mis deberes.” Al mismo tiempo que era un hombre tan recto para el trabajo y a la hora de afrontar las dificultades, era muy alegre, y bromista, el centro de las reuniones. Tenía una personalidad muy compleja y rica.

En estos días, en la celebración de la Eucaristía conmemorativa del primer aniversario de la beatificación se pudo besar la reliquia que le ha acompañado en esta visita ... ¿de qué se trata?

Antes de la beatificación hay que realizar la “recognition corpori” con la apertura de la tumba. Me llamó la atención la riqueza de su ropa, lo que ponía de manifiesto el amor con el que le enterraron. En ese momento se extraen las reliquias. Hay que tener en cuenta que antes de enterrarlo, como los funerales duraban muchos días, se visceraba para evitar que el cuerpo se corrompiera y se sacaban los órganos enteros. De esta forma quedaron en distintos lugares: el corazón en la iglesia de Nuestra Señora del Carmen en Montevideo y las vísceras en la Catedral de Canelones.

Yo traje una reliquia pequeña, un pedacito de hueso, que la he dado a besar estos días y he dejado al Obispo de esta Diócesis. En Tinajo dejé una reliquia insigne, que es una vértebra de 10 cm.x 9 centímetros por 6 de fondo.

En cuanto al proceso de beatificación ... ¿Cómo valora y resume el trabajo de investigación que ha realizado?

Durante los 14 años que duró el proceso junté alrededor de 4.000 documentos. En esa investigación me fue atrapando su personalidad y fui encontrando detalles como su gusto por la lucha canaria. Durante su episcopado, cuando le visitaban familiares campesinos, practicaba con ellos la lucha canaria. Le gustaba, también, montar a caballo. Estas anécdotas, al igual que la reliquia, nos acercan al hombre y no por eso es menos santo. Fue un trabajo enorme y por momentos desesperante, pero que me fue deslumbrando por la honestidad y rectitud que encontré en pasajes donde aparecen personas muy amigas, a las que quería -porque era de amistades profundas y permanentes- que, cuando les pedía un favor de nombramiento decía: “Qué más quisiera yo que hacerles el gusto, pero no debo”.

«Durante el proceso de beatificación, que duró 14 años, me fue atrapando su personalidad»

Hubo dificultades, también, a lo largo de la investigación.

Era un personaje que se vio inmerso en cuestiones de gobierno como cuando le eligieron diputado y renunció para continuar su misión como sacerdote y para no inmiscuirse en la política. Al igual que en todos los países, hay una historia oficial y tuve que desmontar muchas afirmaciones porque descubrí que no eran ciertas y lo probé con documentación. A Jacinto Vera se le había encorsetado en una imagen que no era la que yo iba descubriendo y para justificar mi disconformidad tuve que probarlo. 

El milagro reconocido por el papa Francisco para aprobar su beatificación fue la curación de una niña de 14 años ocurrida en 1936 ... ¿Qué pasó?

Ese suceso es casi coetáneo con el proceso diocesano. Es la fase del proceso de beatificación en la que el Obispo del lugar donde el aspirante a la beatificación ha estado viviendo, tiene que presentar un documento con todos los testimonios que existen acerca de él, así como los testimonios de las gracias concedidas por su mediación. De estas gracias extraje dos que no estaban probadas y una particularmente, la de esa niña, se pudo probar que era un milagro.

Su historia era anterior a la aparición de la penicilina. Tuvo un apendicitis, se fue agravando y hubo un momento en que estaba casi desahuciada cuando un pariente le preguntó si había rezado a Jacinto y le trajo una estampa con una reliquia, se la pusieron sobre la herida y empezó a curarse. 

Desde el punto de vista de probar el milagro, el valor que tenía este suceso es que el padre de esta chica era médico, muy conocido, y dejó constancia de todos los pasos que se fue dando hasta la recuperación de la niña con cuadros médicos que indicaban los cambios de la temperatura, qué remedios le dieron, en qué momentos, qué día,… Todo eso ayudó mucho. Luego, un médico actual de Montevideo hizo un análisis de acuerdo con los conocimientos de medicina de la época y testificó que no la hubieron podido curar con los medicamentos y cuidados que le dieron. Todo eso fue a Roma, se hizo una Junta médica y se declaró que no era explicable la curación gracias a la medicina de aquel momento y que se había pedido la intercesión de Jacinto, considerándose un milagro.

¿Qué ha significado para usted esta visita a la tierra de los antepasados de Jacinto Vera?

En primer lugar, mucha alegría por conocer sus raíces; en segundo lugar, comunicar toda esta investigación y, por último, la posibilidad de solicitar a los canarios que recen y pidan el milagro que es necesario para la canonización de Jacinto Vera. Se necesita probar otro milagro para que sea reconocido santo y sería muy bonito que esto sucediera en Canarias. 

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