PLAYAS/VERANO EN LA CIUDAD

Al socaire de La Puntilla

El barrio marinero de San Cristóbal, conocido por sus callaos, cuenta con una pequeña cala de arena muy familiar

Este fin de semana los vecinos festejan a su patrón

El solajero raja hoy las piedras y en San Cristóbal todo el mundo está bajo la sombrilla en La Puntilla, la única cala de arena con la que cuenta este barrio de Las Palmas de Gran Canaria que aún mantiene el apelativo de marinero gracias a la existencia de la pequeña Cooperativa de Pescadores y los restaurantes con denominación marinera: Los Botes, Chacalote, La Salema, Punto Marino, La Bovara y El Atlante. Apenas media docena de barquillas se otea en el muelle pesquero, construido en los años 80. Nadie diaria que hace unos 70 años, había casi una barquilla a la entrada de cada casa y se extendían las redes sobre los callaos para coserlas.

Al socaire del muro del muelle pesquero, donde unos cuantos pescadores han tirado la caña, está Antonio Alemán Martín, vecino de Jinámar, con su mujer Rosa Delia Melián Esteban y un grupo de amigos, del Polígono de San Cristóbal. "Esto es una piscina no es una playa", dice Antonio sobre el motivo para haber elegido la caleta de San Cristóbal y no otra playa de la ciudad. "Hoy está asquerosa", confiesa, aunque Soraya Martín García, le interpela rápidamente que "por la seba" antes de que el hombre dejé en mal lugar a su refugio veraniego. "He visto a gente decir que esto es una joya cuando se acerca y ve el agua clarito, clarito. ¡Mira, se me erizan hasta los pelos¡ Pero de un año para aca, la seba está jodiendo la pavana", termina Antonio. "Hasta los socorristas se aburren", apunta su compañero de sombrilla, Juan Carlos Pérez, sobre la seguridad de la misma y señalando a los dos miembros de Cruz Roja que vigilan a los bañistas, también bajo el paraguas, junto al puesto de socorro de Cruz Roja.

El grupo de amigos, en la playa de La Puntilla, este sábado.

El grupo de amigos, en la playa de La Puntilla, este sábado. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

Efectivamente, este sábado hay algo seba en la orilla y en el mar que no deja en buen lugar a esta playa si alguien viniera por primera vez a conocerla, aunque nada de eso impide que los bañistas entren a darse un chapuzón porque el calor hoy aprieta con ganas. "Esta playa está un poco abandonada por el gobierno porque aquí no vienen los ricos, vienen los pobres", argumenta Antonio, dándole un matiz proletario a la cala del barrio marinero que cuenta con una lavapies y un ventanuco roto para la virgen del Carmen, donde no queda imagen, aunque sí los restos de algunas peticiones y flores de plástico.

Self-service de almuerzo

El grupo de amigos viene dispuesto a pasar todo el día en La Puntilla y las tarteras rebosan de sandwiches, tomatitos, ensalada y bizcocho y bebida bajo las sombrillas. "Un self-service", dice Soraya. Son fieles a la playa, especialmente en verano que vienen casi todos los días, y al sitio en el que están instalados. "Nos ponemos aquí porque detrás no tenemos a nadie", argumenta guasón Antonio, que al preguntar si se llena de gente afirma que "como en el Estadio". Este sábado, sin embargo, no hay más de una treintena de personas entre mayores y niños. Las sombrillas se cuentan con los dedos de la mano a punto de alcanzar la hora crítica de echar el botellín.

Un grupo de vecinos disfrutan de las fiestas.

Un grupo de vecinos disfrutan de las fiestas. / LA PROVINCIA/DLP

"Cualquier día nos la quitan", dice Antonio sobre la posibilidad de que este oasis pueda desaparecer en cuanto alguien quiera poner de moda el lugar y el cemento se apropie de San Cristóbal, herrumbroso de tanto salitre. "Mientras no nos quiten esto que hagan lo que quiera; aquí se está muy bien, uno puede venir caminando, no hace falta ni venir en coche porque con lo cara que está la vida entre lo poco que ganas, la comida y las cosas que hay que pagar en casa no te da para nada", apunta Soraya, la única soltera del grupo, que viene desde el Polígono de San Cristóbal, al otro lado de la Avenida Marítima, la autovía que resquebrajó el barrio marinero en la década de los 60, cuando se inició su construcción al amparo del turismo y del desarrollismo español.

Es el momento de que el fotógrafo deje constancia de su estancia hoy en La Puntilla y, el de que Soraya llame a los amigos que salen del baño para salir todos en la instantánea. "Más que amigos somos como familia, nos conocemos de hace muchos años", puntualiza la mujer. Y el momento también de las confidencias. Antonio confiesa que él se ha criado en San Cristóbal, aunque es vecino de Jinámar desde que "me dieron una casa; bueno, que pago". El próximo 31 de agosto hará 47 años que está con Rosa Delia. "Tengo cuatro hijos y una nieta de 18 años. Los otros no me han querido hacer abuela pues allá ellos", indica su mujer. No sabe señalar cuál es el secreto de una convivencia tan larga, pero apunta que quizás pueda ser "la paciencia. En un matrimonio hay rachas buenas y malas". Al otro lado de la imagen, Rosario del Pino Mirador Salazar y Juan Carlos Pérez, vecinos del Polígono de San Cristóbal, forman también una pareja de larga duración. "El 15 de agosto celebramos 36 años de casado y el 20 cumple mi nieta", dice Juan Carlos. Su clave "disfrutar de la vida y dejar tiempo libre a cada uno", recalca su mujer.

Este domingo, por la mañana, habrá verbena de solajero, parrillada de pescado y una regata de vela latina para celebrar al santo patrón

Al otro lado de la imagen, Rosario del Pino Mirador Salazar y Juan Carlos Pérez, vecinos del Polígono de San Cristóbal, forman también una pareja de larga duración. «El 15 de agosto celebramos 36 años de casado y el 20 cumple mi nieta», dice Juan Carlos. Su clave «disfrutar de la vida y dejar tiempo libre a cada uno», recalca su mujer.

El grupo sigue con su acampada, mientras el rumor de la música pachanguera va y viene con el viento. No lo parece, pero el barrio marinero está este fin de semana en fiestas en honor a San Cristóbal, su patrón. En el paseo Antonio Sánchez Fleitas, el mirador que permite tener una perspectiva bonita de la cala de La Puntilla y de su muelle pesquero, un grupo de niños se divierte en un castillo hinchable.  

Parillada de pescado

Cuco, Toto, Juanito y Felipe desescaman y trocean piezas de pescado en el muelle pesquero para meterlas en un adobo para este domingo, en el que el barrio disfrutará de una parrillada de pescado, abierta al público en general hasta que se acaben las piezas.

Cuco, Toto, Juanito y Felipe preparan la parrilla de pescado para este domingo.

Cuco, Toto, Juanito y Felipe preparan la parrilla de pescado para este domingo. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

 «A las doce tenemos la verbena del solajero;luego el asadero de pescado de bonito y caballa y después la regata de la vela latina, en la que salen los seis botes que hay en San Cristóbal. Y cuando acabe tendremos una fiesta en el parque infantil», narra Cuco, patrón de barco ya jubilado y convertido en pregonero improvisado de las fiestas. «Por la tarde saldrá en procesión San Cristóbal», apuntala.

Los festejos en honor a San Cristóbal han sido un tanto improvisados ya que un nuevo grupo de vecinos acaba de volver a coger las riendas de la Asociación de vecinos del Buen Viaje y apenas ha habido tiempo de dar publicidad al evento como en otras ocasiones. No hay problema, porque los vecinos de San Cristóbal y los visitantes de las barriadas aledaños a San Cristóbal no echan en falta el bullicio de los foráneos más allá del Cono Sur. 

Ellos mismos se entretienen. Solo hay que verlos recorriendo el barrio desfilando con un carrito de supermercado, decorado con algunas redes de pesca y con un mástil con la bandera de Canarias como si fuera un bote de pesca. Las capturas de pesca son este sábado refrescos y cervezas.

El reboso del mar no impide que un grupo de chavales se adentre en el mar en la zona de los callaos, frente al paseo marítimo de la calle Marina. Los jóvenes se meten al agua aprovechando el rodillo de las olas. Ninguna bandera indica que sea zona de baño por lo que el que se mete lo hace bajo su responsabilidad. Uno de los chavales se adentra tanto en el mar que hasta los propios compañeros le advierten de que debe volver porque se ha alejado demasiado.

La estampa playera se completa con un hombre y sus dos perros. Uno de los canes, de color negro, corre tras la pelota de tenis que le lanza su amo, esquivando las olas del mar con maestría.

Es hora de comer, y eso se nota en San Cristóbal porque comienzan a llegar coches y familias. Los restaurantes ya tienen sus manteles blancos preparados y solo queda que los camareros tomen nota.

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