Los tesoros del agua que guarda San Lorenzo

El valle y los barrancos del pueblo guardan numerosas e importantes infraestructuras hidráulicas que han permitido conducir y almacenar el ‘oro líquido’ de esta tierra 

Estanques de El Zardo en primavera.

Estanques de El Zardo en primavera. / Andrés Cruz

El valle de San Lorenzo y sus alrededores, en Las Palmas de Gran Canaria, atesoran una rica infraestructura hidráulica salpicada de estanques de barrial de arcilla y de mampostería, presas, cantoneras, minas y un sinfín de conducciones y estructuras que han permitido alumbrar, conducir y almacenar el agua para los cultivos. Han jugado un papel fundamental en esta tierra tan sedienta, en la que el agua era -y lo sigue siendo- una especie de oro líquido.

Decenas de estanques de barrial y de mampostería, pozos, tuberías, acequias, cantoneras, presas, tanques de cueva, torres, galerías. San Lorenzo atesora un extenso entramado de conducciones y estructuras de alumbramiento y almacenamiento del agua que componen un extraordinario patrimonio hidráulico, desarrollado a lo largo de los siglos para dar respuesta a la creciente demanda de agua de los cultivos de San Lorenzo y también debido al carácter de zona de paso de San Lorenzo hacia Las Palmas de Gran Canaria y Arucas.

Entre estas estructuras destacan los estanques de barrial de arcilla, que se construyeron aguas arriba del barranco de San Lorenzo, también conocido como Mascuervo, y el barranco de El Pintor.

Todavía se conservan en explotación varias docenas de estos barriales, aunque hay muchos deteriorado por el abandono en que se encuentran. También los hay de mampostería o de piedra y un singular estanque en cueva. Gracias a su presencia, el pueblo de San Lorenzo conserva su paisaje rural y agrícola, pese al abandono de muchos cultivos, y ha escapado a la enorme transformación urbanística que está envolviendo el casco histórico de Tamaraceite.

Aunque hay diferencias en torno a su origen y admite que puede haber estructuras de siglos anteriores, el geógrafo Jaime J. González Gonzálvez -que rechaza la denominación de charcas para estos estanques- asegura que la construcción de los barriales, tal y como hoy los conocemos, tuvo lugar a principios del siglo XX y la vincula a la denominada guerra del agua, en la época en que se construyeron la mayoría de los ingenios hidráulicos en la isla, porque los acuíferos ya empezaban a sufrir los efectos de la sobreexplotación y la enorme demanda de agua del cultivo intensivo de las plataneras.

"Interminables filas de obreros descalzos acarreaban con cestas al hombro la arcilla todavía húmeda, desde el tajo a la tongada o capa de poco espesor, que por su acumulación constituía el barrial, de cuatro a seis metros de altura"

Simón Benítez Padilla.

El desaparecido historiador Simón Benítez Padilla, que fue director de Obras Públicas del Cabildo de Gran Canaria y presidente del Museo Canario, relata en su obra Gran Canaria y sus Obras Hidráulicas, como se construían lentamente los estanques, con cientos de obreros, «como las pirámides».

Según Benítez Padilla, los barriales se levantaban «con interminables filas de obreros descalzos, que acarreaban con cestas al hombro la arcilla todavía húmeda, desde el tajo a la tongada o capa de poco espesor (unos 20 o 25 centímetros), que por su acumulación constituían el barrial, de cuatro a seis metros de altura. La pastosidad de la tierra y el verdadero amasado y consolidación pedestre de los hombres que sobre ella transitaban, le confería una cohesión inigualada».

Los estanques pueden almacenar hasta decenas de miles de metros cúbicos, añade Benítez Padilla, «aunque por lo general son más modestos. No siempre se hallan en la misma finca que han de regar, sino que a veces se agrupan en sitios apropiados para la obtención de arcilla».

En palabras de Jaime González, «nuestras pirámides de barro esconden canales con lumbreras o galerías en su interior» y a veces las atraviesan conducciones a cielo abierto, con tramos de acueductos en roca.

«Hay algunos», afirma, «que están rotos, otros deteriorados y abandonados y otros que están en explotación y se nota porque tienen más agua durante el año. Normalmente, recogían agua de sistemas de captación, sobre todo en el barranco de San Lorenzo o El Pintor, a través de tomaderos, cuando corrían los barrancos, aunque también hay casos de almacenamiento de agua procedente de presas o de pozos».

Secos en verano

A finales de verano, recuerda, «están todos vacíos. Los estanques son para regar, el agua sólo está un tiempo. Va y viene», en función de los cultivos. La profusión de estanques a los pies de la montaña del cortijo de San Gregorio, aclara, se debe «a la antigüedad de la montaña que ha propiciado que la tierra que se utiliza en la elaboración de los barriales está ahí. Se construyen donde está el material y por eso están en la vertiente de los antiguos relieves residuales, que son muy antiguos. La lenta erosión durante miles de años produjo esos materiales que Benítez nos explica muy bien y que posibilitó la construcción de los estanques». 

El geógrafo destaca también la Torre de José Verdugo Acedo, cuya imagen destaca en el camino viejo de San Lorenzo. No es un pozo, sino una cantonera en alto, a modo de sifón, en la que se eleva el agua hasta una cierta altura, con el objetivo de llevarla por gravedad a la misma cota al otro lado de Tamaraceite.

«La torre se singulariza porque está en medio del valle, al lado de unos estanques, cuya agua se encarga de dirigir hasta los puntos de riego», destaca González, quien asegura que en la isla sólo se encuentran ese tipo de torres cantoneras en sitios muy llanos como el barranco de Balos, en Sardina (Santa Lucía de Tirajana) y el barranco de El Polvo en Arinaga  (Agüimes). Este «monumento vertical», como la denomina el experto, está construido con sillares y piedras y tiene una escalinata adosada a su estructura. Se halla en situación de «obsolescencia funcional», es decir que está en condiciones de funcionar, pero a su dueño ya no le sale rentable su uso.

La lista de infraestructuras hidráulicas en San Lorenzo es interminable. González resalta varias joyas, entre ellas el canal de 600 metros de longitud que diseñóJuan León y Castillo, que llega a la presa de San Lorenzo, también conocida como de Martinón, que fue la primera que se construyó en Gran Canaria -diseñada también por Juan León y Castillo- aunque no la primera que se puso en funcionamiento. Dejó de utilizarse en 1988, tras la aparición de una grieta en el cauce, y ha sido rellenada y convertida en una zona deportiva, pero sus muros y conducciones siguen formando parte del paisaje.

Acequia en El Román.

Acequia en El Román. / ANDRES CRUZ

«San Lorenzo lo tiene todo, tiene grandes presas, conducciones -tanto tuberías como canales- cantoneras, galerías. Debajo de la presa de San Lorenzo, por ejemplo, hay una mina de agua. Quedan muchas cosas por investigar, como los pozos del barranco de Mascuervo que se cree que están unidos por galerías», subraya.

Entre las presas, además de la de San Lorenzo, destaca la de El Pintor, la presa de Las Vacas , situada al otro lado de la cantera de El Pintor, y la de Piletas, de los hermanos Artiles.

Cantoneras

Entre las numerosas cantoneras, que suelen estar en alto para distribuir el agua, destaca las de Piletas y El Zardo, pero «las más importantes están en Almatriche, donde hay como cinco o seis. Las tuberías que partían de las cantoneras no sólo iban en dirección a Las Palmas, para el abastecimiento de su población, el Puerto de La Luz y los campos de cultivo alrededor de la ciudad, como la Vega de San José;también iban con rumbo al norte, hacia las plataneras de Arucas», recuerda.

Yes que San Lorenzo además de un fértil valle, donde abundaban los cultivos, era un punto de paso de las tuberías, que cogían el agua en Santa Brígida y la mandaban a Arucas. En el tupido entramado de tuberías que cruzan San Lorenzo están la de la Marquesa de Arucas y la de Eufemiano Fuentes o la de Cirilo Rodríguez , a demás de la de Desiderio Rodríguez, Juan Gómez, Pintor y Culata. «En aquella época», apunta, «se construían tuberías de kilómetros y kilómetros. Trazan unos recorridos impresionantes a través de la montaña, cruzando mediante túneles de trasvase, que pueden medir 50 metros, pero los hay de dos kilómetros. Se trata de una obra espectacular, gigantesca. En los años 60, los ingenieros de vigilancia de presas que venían a la isla para la construcción de grandes presas, se quedaban impresionados con los trasvases de agua».

Presa de Piletas.

Presa de Piletas.

Y luego están los pozos, como el del Molino, conocido como el Reloj de San Lorenzo, por el ruido que hacían las máquinas cuando entraban en funcionamiento. Es uno de los más antiguos de la zona con más de cien metros de profundidad. «Cada una de estas obras», sostiene, «tiene su historia. El ruido de los pozos» que producían los motores que les permitían funcionar «fue desapareciendo a partir de los años 70 u 80 del siglo pasado».

«Todos estos paisajes agrícolas que quedan, dentro de la degradación paisajística de nuestras vegas, todo eso se construye después de las obras hidráulicas, porque si tú no tienes agua, no puedes tener un terreno de cultivo. Por eso el agua es más importante. El agua es el bien más preciado de las islas y, por tanto, deberíamos reconocer el valor que tienen las obras hidráulicas, porque sin ellas, no existirían los cultivos», concluye.

Patrimonio ignorado

El geólogo Jaime González se queja de la «falta de sensibilidad» de las administraciones con el patrimonio hidráulico en general y con el de San Lorenzo, en particular. «Se trata del patrimonio más marginado y el más alejado del reconocimiento cultural que hay en las islas, a pesar de que llevamos 500 años construyendo obras hidráulicas, con muchos fallecidos en las minas de agua, en las galerías, en los pozos», señala el experto, quien no entiende que a día de hoy «no haya ni una sola obra hidráulica declarada BIC». Entre otras cuestiones, critica que muchas de las obras de San Lorenzo no aparecen en la Carta Etnográfica de Gran Canaria ni en el Catálogo de Patrimonio Etnográfico de Las Palmas de Gran Canaria.  | T. G. S. 

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