URBANISMO

"En verano se pueden bañar aquí si quieren", los comerciantes de Fernando Guanarteme se quejan de las chapuzas dejadas por la constructora

Empresarios y vecinos creen que la apertura provisional al tránsito de Urbanismo no es la solución, mientras reclaman el fin del proyecto

Temen que el ensanche de aceras entre Pelayo y Churruca dure más tiempo al tener que volver a levantar la calle por las imperfecciones detectadas

José Juan Rodríguez, responsable de Carglass, señala el desnivel que ha dejado la constructora en Fernando Guanarteme frente al establecimiento.

José Juan Rodríguez, responsable de Carglass, señala el desnivel que ha dejado la constructora en Fernando Guanarteme frente al establecimiento. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

"En verano se pueden bañar aquí si quieren". La aseveración es de un empleado del taller de reparaciones de lunas de coches de la calle Fernando Guanarteme, esquina con Pelayo; y la sorna viene por el desnivel que han dejado las obras de mejora de accesibilidad y ampliación de aceras que se lleva en la zona entre el asfalto y la vereda peatonal frente a la puerta del local. La apertura provisional al tráfico rodado y de viandantes del tramo comprendido entre Pelayo y Churruca en Las Palmas de Gran Canaria ha destapado las chapuzas de la anterior contrata, que abandonó los trabajos, y las incongruencias de los técnicos que diseñaron la vía. Así lo aseguran los comerciantes, principales afectados por los retrasos de una obra que comenzó en agosto de 2022 y que está sin finalizar pese a que la ejecución era de doce meses. Empresarios y comerciantes no entienden por qué el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha optado por acondicionar el tramo de manera provisional a la espera de sacar un nuevo concurso en vez de finalizar la obra de una vez, después de los meses que llevan sufriendo con la calle levantada y el descenso de clientela en sus negocios.

El desnivel que dejó la constructora Abaldo S.A., a quien Urbanismo adjudicó el ensanchamiento de aceras del tramo VI de la calle Fernando Guanarteme, mide un palmo de la mano. El responsable de Carglass José Juan Rodríguez teme que la pendiente y el cambio de ubicación de una arqueta de desagüe de agua que había frente al negocio se convierta, si cae una lluvia fuerte, en una 'piscina' a la entrada al establecimiento. Ya han tenido la oportunidad de comprobar el charco que se queda tras el paso de un chaparrón.

El ensanche de las aceras de la calle Fernando Guanarteme entre Pelayo y Churruca se adjudicó en julio de 2022 a la empresa Abaldo S.A. por un valor de 998.200 euros con cargo al Plan de Cooperación con el Cabildo de Gran Canaria y con un plazo de ejecución de doce meses. Los operarios comenzaron el proyecto en agosto de ese año, pero en noviembre de 2023 la empresa abandonó la obra tras una prórroga de tres meses cuando solo se había ejecutado el 22, 43% del presupuesto adjudicado. Tras varios meses con la calle empantanada, vallada y cortada al tráfico, la concejalía de Urbanismo decidió en enero asegurar la zona para coches y peatones y abrirla al tráfico a la espera de sacar de nuevo una licitación para la finalización de los trabajos y resolver la resolución del contrato por incumplimiento de la empresa de los plazos establecidos. El procedimiento tardará unos seis meses, según matizó el concejal de Planificación, Desarrollo Urbano y Vivienda del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, Mauricio Roque, en enero en una Comisión de Pleno de Urbanismo y Desarrollo Sostenible a petición del PP, que preguntaba por la finalización del proyecto.

Una medida que no convence

La reapertura provisional de la calle se realizó la pasada semana, pero la medida no convence a comerciantes y vecinos. Les parece una chapuza, igual que la reforma de la calle. Este miércoles se podía ver a una cuadrilla de operarios poner bolardos y allanar algunos agujeros para facilitar el tránsito de personas y vehículos.

"Nuestra clientela ha caído un 30% desde que comenzaron las obras e impidieron el tráfico rodado, pero cuando vuelvan van a tener que meter mano a todo esto. El alquitrán está por encima de la acera; no hace falta ser ingeniero para ver que eso está mal", comenta Rodríguez, temeroso de que las obras vuelvan a tardar otro año más cuando se liciten al tener que arreglar las imperfecciones que ha dejado la constructora Abaldo. "Hemos tenido problemas de todo tipo mientras esto ha estado vallado. Gente que se ha caído, coches que se han rozado contra las vallas; de todo. Los vecinos del edificio de al lado se han visto también muy afectados porque tienen la puerta del garaje por la calle y la entrada y salida de vehículos era un auténtico caos", explica el hombre.

Las obras comenzaron en agosto de 2022 y tras una prórroga de tres meses, la constructora abandonó en noviembre el proyecto, que deberá esperar varios meses más hasta una nueva licitación

El taller tuvo que cerrar la puerta principal y abrir una lateral que tiene en la calle Pelayo para que los clientes pudieran entrar y salir con el coche y "redirigirlos" constantemente por donde podían venir, ya que las subidas y bajadas de las calles se cambiaban. También mandarles al local que la multinacional tiene en el polígono de Arinaga para poderlos atender cuando el acceso estaba complicado. "El conductor del camión que nos traía la mercancía; de más de 3.500 kilos y que nos llega a principios de semana, tenía que hacer malabares para dejarla si había un hueco o aparcar en calles más atrás para acercarla", relata acerca de los inconvenientes que han soportado. En su opinión, el Ayuntamiento no ha estado atento a cómo iba la obra. "Ha habido un poco de descontrol en la obra; ha estado parada desde casi el verano pasado. Por aquí no vino nadie. Lo que han hecho ahora en veinte días; que no ha sido otra cosa que parchear la zona, lo podían haber hecho antes", dice.

Imposible trabajar con el polvo

Miguel Cabrera Pérez, dueño del Bar Piscolabis Olimpus, está deseando que la obra acabe. "Van a tener que volver a empezar; las baldosas que han puesto están flojas en algunos sitios y mire que desniveles han dejado en la calle", señala el empresario, que no duda de la mejora que experimentará la calle cuando todo finalice.

"Queremos que acabe cuanto antes. Hemos sufrido mucho, llevan casi dos años con este tramo. Y, además, no tiene sentido lo que han hecho. Ahora amplio por acá [acera], ahora la estrecho por allá. Han hecho un carril haciendo eses. No me lo explicó. ¿Para aminorar la velocidad?", indica en referencia a que el ensanche de aceras no se ha hecho en el mismo lado de la calle que el tramo anterior a Olof Palme. "¿Dónde están los comercios en este tramo de la calle?. Aquí, donde estoy yo. No han dejado ni para sacar una terracita, aunque no lo digo por mí, que llevo el negocio solo, sino que el día de mañana, si quiero vender el local, no es lo mismo que la pueda tener o que no. Al otro lado de la calle es todo residencial, si te fijas", argumenta el empresario, que lleva 32 años en la zona. La obra le parece "una chapuza". Y hace referencia también al cambio de arquetas y al temor de que la lluvia pueda encharcar la entrada del negocio teniendo en cuenta la pendiente de las calles en dirección al mar. Y señala la parada de guaguas que hay un poco más adelante, que obstaculizará el tráfico, ya que no han dejado un espacio para que el vehículo pueda parar y recoger o bajar viajeros.

Miguel Cabrera Pérez, dueño del piscolabis Olimpus.

Miguel Cabrera Pérez, dueño del piscolabis Olimpus. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

Durante el tiempo que ha durado la obra ha tenido que soportar los inconvenientes del polvo y la suciedad generada. "Algunos días he tenido que cerrar porque no se podía estar del polvo que había; era un inconveniente tener que estar limpiando constantemente. Además, no entraba nadie", cuenta el empresario, que lleva esperando también dos años para que acabe el proyecto urbano y poder pintar su local. Se queja además de que mientras ha durado la obra no ha habido ninguna rebaja impositiva del Consistorio. "Cuando se puso el cartel, era una obra de seis meses. Nos adaptamos porque nos lo van a dejar bien, pero ¿qué han hecho aquí?", pregunta.

Los negocios han visto disminuir su clientela durante el tiempo que ha durado el ensanche de las aceras para mejorar la accesibilidad

Antonio Herrera, cliente del piscolabis y vecino del barrio de Guanarteme desde hace 50 años, la obra también le ha resultado incómoda, aunque no vive exactamente en la calle, ni en los aledaños. "Tengo cosas por la calle Portugal y he hecho virguerías para bajar. He puesto hasta el GPS porque no sabía si podía bajar por la derecha o por la izquierda. Ha sido un laberinto", dice sonriendo. "Si no está terminada la obra ¿qué es lo que han hecho?, me pregunto. Cuando vuelvan a comenzar van a tener que romper aceras de nuevo; ¿vamos a estar toda la vida con esto?", puntualiza.

Temor a que la obra no acabe bien

Manuel Francisco Rousell y Ana María Moreno son residentes de la calle Secretario Padilla y solo se han acercado a Fernando Guanarteme para ver cómo iban las obras durante el tiempo que han durado estas. "Tirábamos por nuestra calle adelante o por otra calle adyacente para no caminar por aquí. Porque como abrían, por un lado, y cerraban por otro, así no nos equivocábamos. ¿Parece que han avanzado?; pasan ya los coches", dice la mujer, que pasea con un bastón. Ellos también consideran que la obra beneficiará al barrio, aunque "ha tardado mucho; se han tirado una barbaridad". Como residentes, les preocupa que el proyecto "quede bien terminado".

Manuel Francisco Rousell y Ana María Moreno, residentes en el barrio de Guanarteme.

Manuel Francisco Rousell y Ana María Moreno, residentes en el barrio de Guanarteme. / JOSÉ PÉREZ CURBELO

Aili Zhou regenta Ca'Song, un bazar en la esquina de Fernando Guanarteme con El Cid. "No lo entiendo. No entiendo por qué no han terminado ya las obras", dice mientras cuenta céntimos de euros a una clienta. "La obra quedará bien, pero nos está dando muchos problemas. La gente no venía; no sabía cómo entrar en el local", señala sobre las vallas instaladas para conducir a los peatones.

En Reto, un negocio que se mantiene con las donaciones de muebles de segunda mano, la obra también les ha repercutido bastante. De veinte o treinta clientes al día pasaron a cinco. Así lo indica Carmelo Domínguez, responsable del local. "Hemos tenido que solicitar al propietario del local que nos ayudara con el alquiler porque la clientela ha bajado en estos meses bastante. Nos ha bajado un poco; se ha portado muy bien, aunque hemos seguido teniendo gastos de luz y agua", responde. Domínguez cree que la apertura provisional es un "lavado de cara" cuando lo que se necesita es que finalice la obra. "Nos da igual que lo cementen, que le pongan ladrillos. Lo que necesitamos es que acaben y haya circulación de personas y de vehículos para que pueda entrar gente al local", añade. El establecimiento no solo se ha visto perjudicado por la caída de clientes durante las obras, sino porque no han señalizado aún la zona de carga y descarga frente al establecimiento tras la reapertura provisional lo que ha provocado que otros vehículos hayan estacionado. "Hemos perdido donaciones porque teníamos la calle cerrada y no podían entrar. Y nosotros dependemos de ello", dice sobre las repercusiones del proyecto; sin olvidar el polvo que ha ocasionado a una tienda llena de muebles por todas partes.

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