Rita Pulido | Hija predilecta

Rita Pulido, leyenda y humildad que es historia del deporte

La nadadora Rita Pulido, olímpica en Roma y Tokio, recibe mañana el título de Hija Predilecta de la capital

Rita Pulido

Rita Pulido / José Carlos Guerra

Marisol Ayala

Marisol Ayala

Rita Pulido Castro (1945) tenía 11 años cuando su hermano mayor Octavio un día la llevó a una playa cercana a casa, la playa de los Pulidos la llamaban, situada donde hoy se levanta el Parque Romano. Allí chapoteaban la niña y sus hermanos hasta que un día Octavio decidió que la chiquilla debía nadar muy bien porque le ganaba a los niños; nadie sabe por qué razón esa destreza -aunque Rita concluye que tal vez su hermano pensó que su hermana apuntaba maneras «y entonces me llevó a la piscina Julio Navarro y le dijo a Quique Martínez, ya fallecido, el entrenador de toda la vida deportiva, para que me viera nadar. Yo me tiré al agua y zas, zas, zas. Cuando terminé, Quique le dijo “Me la quedo para mí”».

Rita rompió moldes. Su calidad era indudable. Total, que la niña Rita comenzó a entrenar con nadadores de más edad, que más tarde fueron leyendas de la natación española como ella misma: «Ah, pero yo estaba encantada de nadar con ellos aunque no tenía mucha conciencia de la importancia de todo aquello. Era una niña y para mí todo era un juego. Empecé a entrenar con 13 años. Era morenilla, ojillos achinados, pelo negro y menudita pero bueno, parece que mis brazadas eran rápidas y largas y que mis piernas se movían al mismo ritmo. Encima tenía buenos pulmones. Lo cierto es que estuve toda mi vida deportiva a las órdenes de Quique».

Lo sorprendente es que solo dos años después, con 15 años, Rita Pulido fue seleccionada para formar parte del equipo español de natación que iría a la XVII edición de los Juegos Olímpicos en Roma, año 1960. En 100 y 200 metros libres pulverizaba los récords con el nadar elegante que la distinguió siempre, lo que la convirtió en figura indudable del equipo nacional y le granjeó mucha admiración.

En la Olimpiada de Roma, Rita nadó los 100 metros libres en 1.10.0 y aunque fue eliminada batió el récord de España de la distancia. Los recuerdos que tiene de su primera olimpiada son los propios de la niña que era: «¡Quince años, imagina! Yo venía de una isla chiquita, isla lejana y estaba allí, en el Estadio Olímpico de Roma, desafilando, escuchando el himno nacional junto con mis compañeros que me cuidaban, en fin, en una nube. Así viví las Olimpiadas, en una nube».

En esos juegos ocurrieron cosas que hicieron historia. Por ejemplo, Muhammad Alí comenzó a forjar su leyenda en esa olimpiada al igual que Abebe Bikila que ganaba el maratón corriendo descalzo o Wilma Rudolf que se llevó tres medallas oro; pero Rita dice que aunque le asombraron mil cosas hubo una que lo hizo especialmente y fue ver el equipo soviético. «Yo lo miraba todo con asombro, claro, pero en 1960 tener delante a aquellos deportistas con sus chándales azules y las iniciales de la Unión Soviética (CCCP) en el pecho impresionaba muchísimo. Además, tenían un poderío físico imponente, tanto hombres como mujeres», recuerda.

Pero lo mejor estaba por llegar. Cuatro años después «me llaman para ir a la Olimpiada de Tokio y aquello fue una experiencia más maravillosa que Roma si cabe por su exotismo, porque yo ya tenía un poco de experiencia y porque vivir una olimpiada es lo máximo para un deportista». Acompañada de Jesús Cabrera y Nazario Padrón, espaldista y bracista olímpicos, respectivamente, los tres salieron de la isla el 12 de octubre de 1964 rumbo a una experiencia deportiva única. Rita hizo los 100 metros libres en 1.06.7 un magnífico registro para la época.

A pesar de su buen resultado no logró pasar la eliminatoria y se despidió de los Juegos. Su serie la ganó la nadadora australiana Dawn Fraser, posterior campeona olímpica en el país asiático. De Tokio tiene anécdotas como para escribir un libro.

Una cosa es indudable; sus nietos tienen en la abuela Rita a la mejor contadora de historias de agua. «Tengo diez y son mi vida, junto a mis cinco hijos, claro. Pero yo no cuento mucho. Cuando sale una conversación se comenta lo que conseguí y ya está. La natación me ha permitido conocer gente y países maravillosos. Sin embargo, de las dos olimpiadas en las que participé la de Japón me deslumbró. Es otro mundo. Para empezar, un día en la villa olímpica paseaba con la típica sombrilla japonesa cuando un fotógrafo me hizo una foto, como tantos otros que hacían fotos a todo. Yo no le di importancia pero al día siguiente veo mi imagen en la primera página de un periódico que vendía miles y miles de ejemplares, me sorprendió. Aquello me hizo tan popular en la villa que la prensa me seguía; entonces alguien dijo que me habían elegido Miss o algo así. ¡Nada, niña! Fue como te digo. Ah, y también esa foto grandísima que colocaron en la fachada del hotel un edificio de ocho pisos o más. Tremendo».

Y de pronto un día, cuando tenía 19 años, terminó una competición y se retiró. Lo dejó todo por amor y se casó con Juan Manuel Pulido. De eso hace 50 años que han sido «de felicidad, con una vida plena, con un buen hombre y unos hijos estupendos. No eché nunca de menos los halagos, ni las corcheras. Sigo haciendo otros deportes y natación dos veces en semana. En casa somos muy deportistas, de hecho mi hija Natalia nadó con España en Barcelona 1992 y ese día, en las gradas, estaba yo más emocionada que nunca. Te digo una cosa? ver a Natalia desfilando con el equipo nacional fue inolvidable. Lo más emocionante que he vivido en el deporte, la verdad».

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