Crónicas de un rompesuelas

La casa de los picos pardos

Una de las edificaciones más sorprendentes y desconocidas de la arquitectura doméstica grancanaria es la casa de los picos, en la barriada de San Roque

La Casa de los Tres Picos, en San Roque.

La Casa de los Tres Picos, en San Roque. / José Carlos Guerra

El pasado viernes 28 asistí a una charla en conmemoración del quincuagésimo quinto aniversario de los disturbios de Stonewall, hito fundacional del movimiento de liberación LGBT. Tras finalizar, regresé a casa conversando con uno de los conferenciantes sobre la inexplicable ausencia de una historia homosexual de nuestra ciudad y mientras andábamos por la calle Bernardino Correa Viera, levanté la vista y observé la silueta de la famosa Casa de los Tres Picos, que hasta hace poco coronaba el risco de San Roque como una atalaya y ahora apenas se distingue entre el resto.

¿Cuánto tiempo hace que no te veía, vieja amiga? –le pregunté– y en ese instante recordé que de niño podía contemplarla desde muchas otras partes de la ciudad hasta que el hormigón rampante acabó cubriéndola.

Entonces le comenté a mi acompañante que la casa constituye una metáfora de la historia homosexual de Las Palmas, ya que ambas han sido ignoradas cuando no ocultadas sistemáticamente.

-No te imaginas hasta qué punto –añadió.

-¿A qué te refieres?

-A que en realidad tiene cinco picos en vez de tres, pero si ha recibido ese apelativo es porque sólo los más altos se aprecian a distancia.

Al aclararme que esos picos se llaman gabletes y son un remate ornamental que corona el techo, comenté:

-Creo haberlos visto antes, pero no recuerdo exactamente dónde.

-Quizás en alguna catedral, pues son un elemento recurrente del gótico, especialmente el isabelino.

-¿Quién la encargó?

-Un sacerdote, Luis Rocafort e Illas, hace poco más de siglo y medio.

-Con esos apellidos supongo que no era de por aquí.

-Has acertado, era un gerundense que vino a Las Palmas en 1861 para hacerse cargo del órgano de la Catedral.

-¡Era su organista!

-También daba clases de solfeo en el colegio de La Concepción, pero dado que ni siquiera trabajando el doble lograba reunir el dinero necesario para la construcción de la casa, fue profesor y vendedor de pianos en su domicilio de la calle Triana, el primero que habitó antes de mudarse al risco.

-¿Por qué se fue a vivir a tan lejos?

-Ciertamente es un emplazamiento inusual, especialmente en aquel entonces, cuando San Roque era una loma despoblada cuyos escasos habitantes vivían en cuevas, pero precisamente por eso resultó menos complicado que el alcalde, Antonio López Botas, le cediese un solar junto al molino cuyas aspas giraban al compás del viento en lo alto de aquella cima desierta.

-¿Quién la construyó?

-Fue diseñada por Manuel Ponce de León, introductor del neogótico en Canarias, en 1868, pero el maestro de obras, Francisco de la Torre, la simplificó para facilitar su realización.

-Entonces el proyecto original era más complejo.

-Así es, aunque también tenía una sola planta a la que de la Torre añadió otra.

-¿Y a qué obedecen los gabletes?

-¿No te recuerdan a algo?

-Pues no.

-¿Acaso la edificación no parece un instrumento musical?

Tras reflexionar un momento, caí en la cuenta de que el frontis reproduce las líneas de un órgano, con sus tubos alineados formando picos.

-¿Es una réplica del órgano catedralicio?

-Has dado en el clavo, pues hasta ese órgano se llama Rocafort al haber sido adquirido durante su etapa como organista.

-¿Y el hombre que habitaba esta casa con forma de órgano y tocaba el de la Catedral subía y bajaba andando?

-En absoluto, tenía un carruaje de dos ruedas que él mismo manejaba.

-¿Murió aquí?

-No lo creo, pues no se conserva su partida de defunción. Así que debió fallecer fuera de Gran Canaria.

-¿Quién la habitó luego?

-A finales del XIX fue comprada por Luis Doreste Silva y posteriormente adquirió cierto halo de misterio, promovido por ese ligero toque infernal que, según algunos, le confiere la decoración flamígera de madera que remata cada uno de sus gabletes y por las oscuras actividades que al amparo de la noche comenzaron a realizarse tras sus muros.

-¿A qué te refieres?

-A las fiestas organizadas por los homosexuales más ilustres de esta ciudad.

-¿Cómo lo sabes?

-Hasta no hace mucho, los ancianos contaban en voz baja que durante la Segunda República comenzaron a celebrarse allí, todas las semanas, unos saraos sólo para hombres. Para evitar ser reconocidos, los invitados no ascendían por la cuesta principal sino por el camino de las Tunerillas alumbrados con faroles y encapuchados con túnicas blancas.

-Debían parecer una procesión de almas en pena.

-Tanto es así que los niños de la zona organizaban ‘cazas de brujas’ como ellos las llamaban, que consistían en apedrearlos desde lo alto del risco cuando los veían subir la cuesta.

-¡Menuda barbaridad!

-Pues no acaba ahí la cosa, porque cuando huían cuesta abajo les arrojaban tuneras que, al clavárseles a través de sus túnicas, les obligaban a descubrirse, comprobando así que, como todo el mundo sospechaba, eran hombres.

-¿Llegaron a identificar a alguno?

-Sí, y muchos eran personalidades prominentes de la sociedad grancanaria.

-¡Vaya manera de sacar a la gente del armario! ¿Pero cómo se transformó la casa de los picos en picadero?

-Como te dije, todo empezó durante la Segunda República, cuando los homosexuales comenzaron a abandonar las catacumbas y figuras como Miguel de Molina, Federico García Lorca y Néstor se convirtieron en modelos que animaban a otros a atreverse a expresar su orientación sin tapujos. En aquel ambiente de tolerancia represiva una pareja de hombres decidió mudarse a esta vivienda.

-¿Por qué?

-Porque al ser una casa aislada y por si fuera poco ubicada en lo que aún eran las afueras de la ciudad, suponía el lugar idóneo para poder vivir juntos sin tener que esconderse. Ellos fueron los anfitriones de aquellas fiestas, y sus amigos, los invitados. De modo que la casa acabó convirtiéndose en un punto de encuentro donde la comunidad gay podía socializar sin temor al estigma o la persecución.

-Entonces, salvando las distancias, era como la casa de Jimmie Shields y William Haines, la primera pareja abiertamente gay de Hollywood, conocida por sus animadas fiestas en las que todo el mundo podía expresar su homosexualidad libremente cuando aún era delito.

-Probablemente.

-¿Y recibían muchos invitados?

-Como en aquella época no existían locales de ocio nocturno expresamente orientados a ese colectivo, sus fiestas no sólo eran muy concurridas sino que a veces solían concluir de manera algo desordenada.

-¿Qué quieres decir?

-Que sus invitados acababan haciendo en la casa de los picos todo lo que no podían hacer en las suyas y en más de una ocasión en grupo.

-Intuyo que debieron tener mucho éxito entre una comunidad cuya única posibilidad de ir de picos pardos era acudir a la casa de los picos.

-Sí, en aquella casa que parecía dominar la ciudad encontraron un refugio seguro. Tanto, que en una ocasión se pasaron de la raya.

-¿A qué te refieres?

-A una noche que escenificaron la ceremonia de parto.

-¿En qué consistía?

- Al parecer, varios de ellos solían vestirse de mujer y asistían a uno que fingía dar a luz.

-¡La figliata dei femmenèlli! –exclamé.

-¿Qué es eso?

-Así llaman los napolitanos a un ritual practicado en su ciudad por los femmenèlli, hombres que adoptan roles y vestimentas femeninas. Este rito, de raíces paganas, fue descrito por Curzio Malaparte en su novela La piel y recreado tanto en su adaptación cinematográfica como en la película Nápoles velada de Ferzan Özpetek. Es un ritual apotropaico y auspicioso consistente en simular un parto.

-Pues en una ocasión más bien fue un aborto –replicó de inmediato–, porque una noche, cuando el alcohol estimuló el sentido del humor de sus ejecutantes, llamaron a una partera, que como la mayoría era de edad avanzada. Al llegar a la casa, se acercó a la cama donde yacía la ‘embarazada’ para proceder, como era costumbre, a averiguar en qué posición venía el bebé. Como puedes imaginar, al meter la mano entre las piernas de la parturienta descubrió que lo que tenía delante no era precisamente una mujer aunque lo pareciera.

-¿Y qué ocurrió?

-Qué todos, incluso la falsa embarazada, se rieron de ella a carcajadas.

-¡Qué broma más desagradable!

-Tanto que a la pobre señora casi le da algo. Imagínate lo que debió suponer para una mujer mayor de aquellos tiempos, tan marcadamente puritanos. Se llevó tal susto que desde esa noche padeció una diabetes que acabó llevándola a la tumba.

-Eso es un mito, nadie enferma de diabetes por un susto.

-Es cierto, pero un buen susto puede ayudarte a saber que la padeces.

-¿Cómo?

-Cualquier situación de estrés aumenta los niveles de glucosa en la sangre. En quién está sano, vuelven a la normalidad; en quien no, demuestran que ya era diabético.

-¿Entonces lo que realmente sucedió fue que la señora averiguó que padecía diabetes gracias al susto?

-Justamente.

-De ser así, aquellos bromistas le hicieron un favor.

-Según se mire, pero lo cierto es que desde entonces la casa quedó envuelta en una aureola maléfica que la volvió blanco de todas las habladurías y con el tiempo empezaron a circular todo tipo de rumores siniestros que la describían como algo parecido a un lupanar satánico.

-¿Y no lo fue?

-Lo único cierto es que nunca fue un prostíbulo.

-¿Cómo puedes estar tan seguro?

-Por el simple hecho de que jamás se vio a ninguna mujer allí dentro. Si hubo alguna prostitución, debió ser exclusivamente masculina, pues era normal que los chaperos de la ciudad frecuentasen aquellas veladas en busca de clientes.

-¿Entonces cómo surgió el rumor que la convirtió en burdel?

-Se originó porque muchas personas confundían la casa con otra que sí era de citas.

-¿Tan parecidas eran?

-El problema no era que se pareciesen, sino que estaban demasiado cerca y a ambas se accedía por dos caminos que, al discurrir paralelamente, propiciaban aún más la confusión. Además, si como dice el refrán, de noche todos los gatos son pardos, figúrate cuando no había alumbrado, de modo que en más de una ocasión algún cliente de la casa de citas acabó en la de los picos y viceversa.

-¿Y el satanismo?

-Otra leyenda sin fundamento que aunque parezca muy antigua es bastante reciente.

-¿De qué época?

-De los sesenta, cuando unos adolescentes, aprovechando que estaba abandonada, se reunían a practicar la güija en aquella casa vacía pero llena de misterio.

-¿Cuándo dejó de estar habitada?

-A pesar de lo que muchos creen, la fiesta no acabó nada más llegar el franquismo. De hecho, varios testigos oculares señalan la presencia de autoridades como Matías Vega Guerra, presidente del Cabildo, y Néstor Álamo, su secretario, en la casa, hasta que se intensificó la persecución contra los homosexuales. Aquel fue el primer clavo en su ataúd, pero lo que realmente le dio la puntilla fue la expropiación de sus alrededores para construir el colegio público del barrio.

-¿Qué fue lo que ocurrió?

-Que primero se vació y luego se okupó, con todo el deterioro que ambas cosas suponen para cualquier vivienda. Afortunadamente el ayuntamiento acabó cediéndola a una asociación de vecinos que la convirtió en su sede y tras una larga lucha obtuvo los fondos necesarios para rehabilitarla.

-Esto es indignante, hace unos minutos hablábamos de la falta de una historia homosexual de Las Palmas cuando siempre la hemos tenido delante de nuestra narices. Si esta joya del neogótico fue refugio y punto de encuentro de un colectivo marginado, ¿cómo es posible que no haya captado vuestra atención, mientras otro inmueble tan vulgar como Stonewall sí lo ha hecho? ¿O es que acaso tiene menos importancia que ese pub neoyorquino sólo por ser canario?

Ante su silencio alcé la vista para echar un último vistazo a su fachada y comprendí que la casa había cerrado el pico demasiado tiempo. Así que decidí que había llegado la hora de romper su mutismo y escribir el capítulo que protagonizó en la historia oculta de nuestra ciudad.

La casa de los picos fue un oasis de libertad en medio de un desierto de intolerancia. Por eso, debe ser celebrada no sólo por su valor artístico, sino por su importancia histórica como espacio de resistencia en una sociedad hostil. Su pasado debe salir del armario y entrar en la historia, para recordarnos la importancia de los espacios seguros y la necesidad de continuar luchando por la aceptación y los derechos de todos, independientemente de su orientación sexual. Reservemos los armarios para la ropa, no para las personas.

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