Opinión | Risas y fiestas

¿La lectura es soledad?

¿La lectura es soledad?

¿La lectura es soledad? / La Provincia.

No sé si han leído la última machistada literaria que ha estado revoloteando por las redes sociales. No voy a citarlo para no darle bombo, pero uno de los más célebres señoros de España ha decidido hacer una pausa en su inquina constante contra las escritoras para meterse un ratito con los clubes de lectura. No voy a detenerme demasiado en su artículo, solo quiero aprovecharlo para hablar sobre algo que me parece importantísimo: bajar la lectura del pedestal, llevarla a lo cercano y lo palpable y lo que consideramos leve incluso, no es malo. Le tenemos miedo porque es muy difícil despegar la cultura de esa costrita de solemnidad a través de la que nos la han enseñado. Esa costrita (que tiene grumos y partes húmedas todavía pero ya empieza a levantarse gracias a las uñas que se atreven a meterse debajo, embarrarse, tirar) a quien le sale es a un sistema patriarcal y clasista que no quiere perder sus ámbitos cerrados. No a nosotras.

La costrita nos enseña: la cultura está fuera del mundo porque es superior al mundo. Virginia Woolf, en su precioso ensayo Estar enfermo, señala que históricamente la literatura se ha empeñado por dejar el cuerpo fuera de sus murallas, por fingir ser solo una cuestión de la mente, como si la mente fuera un espacio superior que jamás se equivoca y que puede entrenarse hasta trascender la vida. En este sentido, solo quienes hayan entrenado la mente tienen algo que decir. Las literaturas que juegan con la complejidad del cuerpo, con la experiencia de tener un cuerpo, hacen algo muy interesante: declaran que hay cuestiones que no han sido pensadas precisamente porque ese esquema tan rígido y absurdo se deja fuera la mayor parte de la experiencia humana, la parte que tiene que ver con la distracción y lo impredecible, con lo vergonzoso y lo silenciado, y es la represión del cuerpo la que hace que la voz del cuerpo sea tan potente. Esta dicotomía cuerpo/mente guarda, en realidad, una relación estrechísima con el sistema machista: una de las cuestiones que ayudan a que el patriarcado se autoperpetúe es el simbolismo, cómo encontramos binarismo en esquemas de pensamiento que aparentemente no apuntan hacia el género. Cuerpo, cuidados. Mente, desarrollo intelectual. Cuidados, espacio privado. Desarrollo intelectual, espacio público. Y así.

Lo que quiero decir con esto es, simplemente: la solemnidad es una lógica patriarcal, considerar que no se debe molestar a la cultura con ruidos y cuestiones como las suciedades de los cuerpos es una limitación. Leer en soledad puede ser maravilloso, claro. Pero ¿esa soledad es soledad? ¿Lo que leo me pertenece tanto como para considerar que estoy sola? ¿No son la lectura y la escritura ensuciarse de otra saliva y atrevernos a ensuciar con nuestra saliva? ¿Y esto no abre unas posibilidades tremendas para la vida? ¿Poder compartir el estímulo, dejar que entren más voces, ilusionarnos juntas con la belleza? Es que ¿qué es leer si no? 

Yo siempre defenderé que con la lectura y la escritura podemos hacer lo que queramos. Podemos leer «mal», «fatal», a ratos, muy poco, fanfics, bestsellers, leer solo por el placer y no por la intelectualidad, leer para comentar con las amigas, leer para entretenernos, para acariciarnos el cuerpo sin manos. Podemos leer para crecer, para comprender el mundo, para ser más críticas, para buscar y aprender lo sublime, para cuidar la mente, claro, claro, pero es que ese binarismo no existe. Igual que podemos escribir para lo que nos dé la gana: para trascender algo o como ejercicio emocional. No tenemos que separarlo. También planteaba Virginia Woolf otra cosa que me cambió la forma de entender la lectura: para ella, un ensayo tiene que generar placer. Esto no quiere decir que el ensayo tenga que ser poco profundo o que tenga que esforzarse a mal por ser entretenido. A lo que se refería Virginia Woolf es a que saber, interesarnos, también tiene incidencia en el cuerpo y eso también es importante para que escojamos.

Me encantan los clubs de lectura porque introducen el cuerpo, la charla, la diversión, en la lectura. Me encanta la idea de club porque significa compartir. Yo amo la lectura, me ha dado muchísimas cosas. Y me parece muy especial poder utilizarla como una actividad de conexión. Y también bajarla de las nubes. Si la literatura fuera intocable, la mayoría de libros que nos gustan no se habrían escrito. El cambio está en manosear, hacer nuestras las cosas, introducir lo que no se puede, y uno de mis ejes favorito de los feminismos es ese: derribar la solemnidad, porque con ella nos perdemos matices valiosos de la vida, cuerpo. Una se puede escarranchar aquí en esta silla sagrada. Y engrandecerla. Una puede festejar lo que, siendo festejado, gana. Una puede hacer lo que quiera. Los libros son para todas.