Opinión | Retiro lo escrito

No tiremos voladores

Acuerdo entre Gobierno y oposición para la renovación del Consejo General del Poder Judicial.

Acuerdo entre Gobierno y oposición para la renovación del Consejo General del Poder Judicial. / EP

Según el errado sentido común ayer habría sido un mal día para los periodistas, porque se pudieron registrar varias buenas noticias. Está muy extendida esa imagen del periodista como un aburrido cenizo profesional o un profeta aterrador. Profetas como los definió Cioran, «individuos que sienten preferencia por el futuro y aversión por la dicha». Para nada. Las buenas noticias también son noticiables, entre otras cosas, porque jamás son perfectas. El acuerdo entre el PP y el PSOE sobre la hasta hoy bloqueada renovación del Consejo General del Poder Judicial, por ejemplo, está muy bien. Entre otras cosas porque era y es imprescindible, asfixiantemente imprescindible, renovar muchas plazas en audiencias, tribunales superiores y etcétera. Pero la misma salida a la situación ilumina la crisis institucional que debilita y pervierte a la vez al sistema político. Desde luego que ha saltado por los aires hace tiempo la ficción de que son las cámaras legislativas –el Congreso de los Diputados y el Senado– los que, como figuran en la ley del Poder Judiciales, acuerdan y proponen a ocho de los vocales que, en compañía de los restantes, designan un presidente. Pero las cámaras no pintan absolutamente nada. Son las direcciones de los dos grandes partidos –ya organismos casi paraestatales– los que deciden al margen del parlamento. En esta ocasión se tuvo que buscar en la propia UE a un intermediario para estimular tantos las negociaciones como el acuerdo final firmado ayer por Félix Bolaños y Esteban González Pons. Pero el acuerdo a) es la misma componenda partidocrática de siempre, con la generosa excepción de que los partidos no nombrarán al presidente del Supremo que es el del Constitucional, b) la reforma se pone en manos del propio CGPJ cuyos consejeros, nombrados por el PSOE o el PP, no van a tener demasiados incentivos para llegar a un acuerdo, c) no allanará el camino, por supuesto, para llegar a acuerdos imprescindibles en otras materias, como reconocieron tanto el ministro socialista como el eurodiputado conservador.

Ed decir, simplemente, han negociado los nombres. Se lo vuelven a guisar y a comer solos. Ni siquiera les ha alcanzado el resuello para consensuar una propuesta para la selección de los vocales dentro de cinco años. Sinceramente se me antoja un poco sórdido. Lo más repugnante es escuchar a uno y otro negociador excusar cualquier acuerdo más extenso y ambicioso por el «clima político» que existe en el país. El PP y el PSOE son los máximos responsables del clima político que existe en el país. La estrategia de poder que ha desarrollado el PSOE en el último lustro, y la reacción del PP ante sus desafueros, combinado con el temor electoral que les provoca la ultraderecha como competidora en las urnas, les ha llevado a Núñez Feijoo y los suyos a abrazar con la misma fuerza una polarización demencial y destructiva. Este acuerdo para la renovación del CGPJ no es un retorno a la normalidad democrática. Por mencionar una sola razón que lo cuestione solo se debe examinar lo que está ocurriendo con el Tribunal Constitucional y el caso de los ERE en Andalucía. El Constitucional no es un tribunal de justicia. Pero en este caso está actuando así, reinterpretando jurídicamente las sentencias, las declaraciones y las pruebas de una compleja instrucción que se extendió durante quince años. Si jamás el TC hizo eso es porque no lo puede hacer en su ámbito competencial. Para agravar más la cosa quince días antes de la primera sentencia semiexculpatoria, la de Magdalena Álvarez, Pedro Sánchez la invitó a un mitin y la exoneró públicamente como víctima de una conspiración. Quince días antes de que se publicase la decisión del Constitucional. Lo que está ocurriendo es de una gravedad extraordinaria pero nadie lo asume como tal. ¿Indultar a Griñan, a Manuel Chavez, a Zarrías? No será necesario porque ahora serán inocentes. Una inocencia pura y sobrevenida. Una súbita primavera en otoño.

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