Opinión | Contexto

Jesús A. Núñez Villaverde

Imparable gasto en defensa

Vladimir Putin busca en China el apoyo económico y militar vital para Rusia

Vladimir Putin busca en China el apoyo económico y militar vital para Rusia / EFE

Alimentado tanto por la agresividad rusa, como por las tensiones en el Indo-Pacífico y las múltiples rivalidades regionales existentes, el gasto militar aumenta sin cesar a escala mundial. Y la tendencia se repite en el contexto de la OTAN desde hace ya una década, con la estimación de la propia Alianza de que 23 de sus 32 miembros terminarán el año habiendo dedicado al menos el 2% de su PIB a ese capítulo, hasta alcanzar, a precios constantes de 2015, los 1,185 billones de dólares (un 17,9% más que un año antes). Una realidad que, mirando más allá de esas cifras, muestra que:

Uno. Son los países vecinos de Rusia los que más han acelerado el ritmo, con Polonia (4,12%) y Estonia (3,43%) a la cabeza, conscientes de su extrema vulnerabilidad ante Moscú. Por el contrario, Estados Unidos es el único que ha reducido ese porcentaje en la última década (del 3,71% al 3,38%), aunque sigue siendo el que más dedica a defensa en términos absolutos (754.684 millones, frente a los 430.112 del resto de aliados).

Dos. España aparece en el último lugar, con el 1,28% de su PIB (17.707 millones de dólares), muy lejos de cumplir el compromiso adoptado en la Cumbre de Gales (2014). Eso no quita para confirmar que, en estos últimos años, el gasto en defensa está registrando un espectacular aumento (66,93% desde 2014), incluso en un año en el que los Presupuestos del Estado están prorrogados. El esfuerzo es tan notorio que, al tiempo que se ha logrado reducir hasta el 43,9% del total el gasto en personal (para unas fuerzas armadas de 117.000 efectivos), el Gobierno español se anima a responder a quienes le critican su incumplimiento que dedica el 30,3% a modernización y nuevo equipamiento (incluyendo la I+D en defensa) y el 23,1% a operaciones y mantenimiento; datos que lo colocan en mitad de la tabla conjunta. A eso se añade el anuncio de que, en 2029, se logrará finalmente llegar al 2% (aunque los datos que aporta el Centre Delàs, empleando en su totalidad los criterios de la propia OTAN, determinan que ya este año estaríamos en el 2,06%).

Tres. Se mantiene la sacralización de un porcentaje de gasto que se pretende hacer pasar por una garantía de seguridad, frente a las amenazas que nos afectan. Además, a diferencia de lo acordado en Gales, ahora ese objetivo se contempla ya no como un techo a lograr en 2024, sino como un suelo sobre el que seguir incrementando el gasto en los años venideros. Si se toma en consideración, por ejemplo, la amenaza que pueda representar Rusia para la seguridad europea es un hecho que el presupuesto conjunto de los 32 aliados es más de diez veces superior al estimado para Rusia este mismo año (111.000 millones de dólares), y el de los países europeos miembros de la OTAN (405.561 millones de dólares, contando con que no todo el presupuesto de defensa de Canadá y EEUU se dedica a la seguridad europea) es 3,6 veces superior. Cabría preguntarse cuánto más tiene que superar el esfuerzo presupuestario militar aliado lo que Vladímir Putin decida asignar a defensa, para entender una vez más el sinsentido de la carrera armamentística en la que ya estamos metidos sin remedio.

Y cuatro. Tampoco ayuda mucho al sueño de la autonomía estratégica que promueve la Unión Europea que el propio Jens Stoltenberg, para calmar la inquietud estadounidense sobre el esfuerzo de sus aliados, se anime a reconocer que «gran parte de este dinero en realidad se gasta en EEUU», alimentando la idea de que los intereses comerciales tienen demasiado peso en la formulación de la defensa aliada.