Opinión | Palabra

José Mazuelos Pérez

El Tribunal Constitucional, aborto y menores de edad

El Tribunal Constitucional, aborto y menores de eda

El Tribunal Constitucional, aborto y menores de eda

La sentencia del Tribunal Constitucional del pasado 18 de junio por la que se da el Visto Bueno a la reforma de la Ley del aborto (nota informativa nº 49/2024 del Tribunal Constitucional) confirma que las chicas menores de edad, 16 y 17 años, no necesitan para abortar ni el consentimiento de sus padres, el período de reflexión previo, ni información alguna sobre alternativas al aborto.

Esta decisión del Tribunal Constitucional preocupa, y a la vez sorprende por el marco de progreso, libertad y avance social en la que se ha querido situar. Y, por ello es oportuno plantear algunas llamadas de atención:

Si una niña de 16 años puede tomar sola la decisión de abortar o no ¿es coherente que sin autorización paterna no pueda irse de viaje o comprar alcohol y tabaco?

Si la ciencia considera que la vida empieza en el momento de la fecundación ¿Por qué la ley del aborto parte de un pensamiento filosófico utilitarista que sitúa el origen de la vida a los tres meses de la concepción?

Si consideran que existe persona cuando el feto tiene implantado el sistema nervioso central a los tres meses de gestación ¿por qué la ley española permite el aborto a los tres meses y medio? ¿No sería más coherente poner el límite a los tres meses?

¿Por qué la ley del aborto permite que se aborten niños con Síndrome de Down hasta los cinco meses y medio de gestación? ¿No tienen estos niños los mismos derechos que el resto?

A partir de estas cuestiones, no está de más iluminar la razón con algunas consideraciones:

En democracia, los creyentes y los no creyentes son ciudadanos, no sólo súbditos, y como ciudadanos, son parte del sujeto de la soberanía.

Y, los ciudadanos no sólo están sometidos a las leyes, sino que son corresponsables de las mismas. No se pueden contentar con no hacer nada injusto, pues son corresponsables de la injusticia que permita el legislador, ya que son parte del legislador. Ante esto tiene derecho a ejercer la libertad de expresión, la objeción de conciencia y ejercer su derecho al voto.

Con esta premisa como telón de fondo podemos afirmar que:

1.- La Iglesia tiene una responsabilidad política, aunque no tenga una misión política, y es la de dar testimonio de las verdades morales, sin las que el bien común no podría sobrevivir.

Estas verdades son básicas y la Iglesia no las impone, pero tampoco las calla, porque son evidentes a la razón humana, brotan de lo más esencial de la persona y garantizan el principio de igualdad y justicia.

2.- Debemos tener claro, como tristemente nos hizo ver Hitler, que algunos valores éticos fundamentales están por encima del consenso y no son fruto de la mayoría.

Ninguna mayoría puede convertir lo malo en bueno, lo injusto en justo, ni tampoco puede poner mordaza a quienes defienden los valores éticos fundamentales. No es posible presumir de demócrata y, al mismo tiempo, ignorar o lo que es peor, intentar acallar la voz de los que piden igualdad y justicia.

El aborto como negocio

El aborto es un gran negocio. Con él se da cauce a una industria que produce, anualmente, cientos de millones de dólares. La mayor parte de ellos caen en bolsillos de los propietarios de compañías biotecnológicas, productoras de medicamentos para realizar el aborto químico, y de clínicas que practican el aborto.

La búsqueda del bien común y la defensa de los más débiles se relega, así, en el marco de una legislación y praxis política que instaura un darwinismo social al servicio del neocapitalismo más salvaje.

Con el aborto se pone fin a la vida del no-nacido y esto es un hecho objetivo; como también lo es que la vida individual se origina con la concepción al formarse el patrimonio genético del individuo que le definirá, para siempre, como uno de la especie humana sin margen de duda.

Por esta razón, ni la mayoría, ni un tribunal puede decidir la destrucción de una vida.

La bondad y maldad de los hechos y las cosas son independientes de los consensos y las leyes de los estados. El tabaco no mata porque lo diga la cajetilla, ni la violencia contra las mujeres es aberrante porque lo condene el Gobierno. Son realidades dañinas en sí mismas, lo diga quien lo diga y aunque no lo diga nadie.

Por esta razón, acabar con la vida de niños en el vientre de su madre está mal, aunque existan leyes injustas que lo admitan. Sería bueno recordar que todos, incluidos los miembros del Tribunal, antes de convertirse en adultos, pasaron por las etapas de cigoto, embrión y feto, y que sus vidas continuarán hasta la muerte.

Apoyo a las menores

A la gente le cuesta ir contracorriente, suele adaptarse a la moda del momento. Si en la sociedad se dice que lo moderno es aceptar el aborto, mucha gente aceptará esta premisa de manera acrítica para no señalarse respecto de los demás. Pero esto no nos puede llevar a olvidar que las únicas víctimas del aborto no son los niños no nacidos, hemos de saber que aquel que hace el mal se daña aún más que aquel que lo sufre. Por esto, hemos de tratar de ayudar a las víctimas quizá todavía más destrozadas que los niños que no nacerán, que son las mujeres engañadas por una ley ideologizada al servicio del nuevo orden mundial.

Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por decisión libre, sino acosadas por grandes dificultades frente a las que no ven otra salida. Sólo es libre quien tiene alternativas para optar. Y muchas mujeres se ven obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de sus familias y de su trabajo.

En cuanto a las menores, hay que poner en duda el ejercicio de la libertad con la que se conducen al aborto ya que se olvidan las posibles secuelas del mismo y los efectos secundarios que origina interrumpir su embarazo.

La experiencia de muchas mujeres ha demostrado que cuando estas menores tienen una edad más avanzada se conciencian del significado de la vida que no defendieron. Es en ese momento cuando sufren una profunda quiebra en su autoestima, así como trastornos psicológicos fruto de la fijación de sus códigos morales y de la interiorización de los conceptos del bien y del mal.

Estudios recientes de resonancia magnética mantienen que decisiones de este tipo no pueden tomarse a esas edades, dada la incompleta formación de la corteza prefrontal del cerebro, cuya función es la inhibición de comportamientos instintivos carentes de empatía y responsabilidad. Sin embargo, el legislador español atribuye a las mujeres de 16 y 17 años, exclusivamente, la facultad de prestar el consentimiento necesario para abortar (artículo 13.4 de la citada ley) así como la posibilidad de prescindir de informar a padres o tutores alegando que podría generarse «un conflicto grave». Lo más significativo de esta ley, que ahora es ratificada por el Tribunal Constitucional, es que eleva el aborto a la categoría de derecho subjetivo durante las primeras catorce semanas de gestación en el marco de la salud sexual y reproductiva de las mujeres.

Una sociedad es más civilizada en la medida en que es capaz de proteger a los más débiles.

El Papa Francisco afirma, que es intolerable que nuestras sociedades descarten a los más frágiles: «Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen «descartados» como si fueran «cosas no necesarias». Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en niños que no podrán ver nunca la luz». (Discurso al Cuerpo Diplomático Acreditado ante la Santa Sede del 13 de Enero de 2023)

De hecho, si vale la pena luchar por la defensa y conservación del medio ambiente, cuánto más tenemos que trabajar en la defensa de toda vida humana independientemente del momento de desarrollo en que se encuentre.

Como Iglesia, solo podemos ser voz de los sin voz, haciendo resonar el grito silencioso de tantas vidas humanas que claman desde el seno de sus madres, pidiendo justicia para que se respete su derecho a vivir. Esto no significa, en ningún sentido, abandonar a las mujeres que tienen problemas para seguir adelante con su embarazo. Al contrario, queremos estar a su lado, acogiéndolas y ofreciéndoles una ayuda integral.

La historia nos enseña que cada vez que el ser humano se ha cuestionado la dignidad o el valor de ciertas vidas humanas, por distintos motivos, como por ejemplo la raza, el color de la piel o las creencias, se ha equivocado gravemente. Del mismo modo es un lamentable error cuestionar la dignidad de la vida humana en función de la edad.