Opinión | Observatorio

Jordi Nieva-Fenoll

Nuevo Consejo (cinco años después)

Nuevo Consejo (cinco años después)

Nuevo Consejo (cinco años después) / La Provincia

Esta renovación de los vocales del Consejo General del Poder Judicial pasará a la historia. El Partido Popular ha bloqueado con excusas cada vez más peregrinas la renovación durante todo este tiempo. La razón ha sido simplemente la percepción de que el PSOE podía perder el gobierno más antes que después, lo que provocaría no tanto que la mayoría de las vocalías se decantara de su lado, sino la posibilidad de que el presidente que ahora deben elegir los vocales fuera de su cuerda, consiguiendo mayor poder de influencia. De esa manera no se asegurarían el «control desde atrás» de la Sala Segunda del Tribunal Supremo ni de ningún tribunal, pero sí conseguirían una posición de ventaja en las inevitables negociaciones para escoger magistrados del Tribunal Supremo y de la Audiencia Nacional sobre todo, que son los más sensibles políticamente.

Con todo ello se ha evidenciado, una vez más, la politización del órgano. Se le han visto completamente las costuras, igual que sucedió con el Tribunal Constitucional hace no tanto cuando se demostró, más allá de toda duda razonable, el reparto de bloques. Ello ha hecho de ambos órganos, lamento decirlo, juguetes rotos de nuestra democracia. Siguen y seguirán trabajando, pero no van a gozar ya de prestigio en el futuro, al menos en un futuro próximo, lo que es peligroso. Ese prestigio, además, ni siquiera depende de sus vocales (Consejo) o magistrados (Tribunal Constitucional), algunos de ellos de saber jurídico y honestidad contrastados, sino de que el conjunto de integrantes, con su labor técnica, sean capaces de llevar a ambos órganos la imagen pública que debieran merecer. Además, va a ser fácil de detectar. Mientras los medios de comunicación sigan hablando de los magistrados/vocales del PSOE o del PP, querrá decir que nada ha cambiado.

Muchas veces, en privado, se habla de la falta de estímulos para hacer las cosas bien. Al fin y al cabo, algunos de los vocales han esperado históricamente, y esperarán, futuros traslados a otros órganos u organismos superiores del Estado. Incluso algún magistrado del Tribunal Constitucional puede esperar, al final de su periodo, algún destino más acomodado. Y eso puede hacer que sean propensos a la presión política de los partidos que inspiraron su nombramiento, claro está, o que cedan a tentaciones del rival, que de todo ha habido… El problema es que, ambiciones personales aparte, todo ello se traduce en designaciones de magistrados para el Tribunal Supremo y otros tribunales superiores que llevan alguna etiqueta de influencia política, como ya ha sucedido con mucha reiteración en el pasado. Ojalá no suceda ahora, pero tal vez sea ingenuo no sospecharlo al menos.

La pregunta, al margen de cualquier otra consideración, es cómo evitarlo. Podemos cambiar el sistema de designación de vocales, claro está, aunque no estoy nada seguro de que los partidos quieran realmente hacerlo, digan lo que digan. Al menos, el actual sistema les asegura la influencia, y eso es demasiado goloso. Por otra parte, la tan cacareada designación de vocales por los mismos jueces podría llevar a engorrosas campañas electorales en que los jueces-candidatos llegarían todavía más politizados al cargo a través de sus propuestas electorales, pues cuesta imaginar –más bien, cuesta poco– lo que prometerían a sus votantes, en público y en privado… Salvo que los partidos cuenten con la absoluta seguridad de controlar a medio y largo plazo las asociaciones judiciales, es muy difícil que favorezcan una reforma así.

En definitiva, parece necesario, tal vez urgente, regenerar las dos instituciones citadas, pero no con más reformas. Lo que sería imprescindible regenerar es la mentalidad de algunos de los integrantes de estas instituciones. No es discutible que, hasta el momento, la imagen que ha dado la mayoría de sus integrantes es de profunda politización, incluso para los que cambiaron de bando esperando mejor destino que no siempre obtuvieron. Puede que la manera de evitar tentaciones sea eliminar esas futuras expectativas, al estilo de la supresión de las llamadas puertas giratorias de las que vuelve a hablarse estos días. Sin embargo, ¿alguien estará dispuesto a algo así? Puede que no, lo que hace que, de nuevo, caigamos en la desesperanza.