Teatro

Maratón chejoviano con doble ‘Vania’

La última función de ‘Vania X Vania’ cerró ayer la temporada del Teatro Cuyás

Dos montajes separados interpretados en escenarios distintos reviven la obra de Chéjov

De izqda a dcha, Marina Salas, Israel Elejalde y Javier Cámara en el ‘Vania X Vania’ del Teatro Cuyás.

De izqda a dcha, Marina Salas, Israel Elejalde y Javier Cámara en el ‘Vania X Vania’ del Teatro Cuyás. / JUAN CARLOS CASTRO

Si a una le dieran la oportunidad de enviar una sonda al espacio con material gráfico para explicar qué significa habitar la piel de un humano, embarcaría a bordo un dvd del primer montaje de ‘Vania X Vania’. Los problemas del ser descritos originalmente por Antón Chéjov están de actualidad gracias a una doble obra de teatro reescrita por Pablo Remón. Los dos montajes se escenificaron ayer por última vez en la capital.

Al guionista Pablo Remón le gusta romper con lo convencional. Qué esperar de un profesional Premio Nacional de Literatura Dramática, que se divierte, como es en este caso, ideando a un compañero de oficio bastante pedante y egoísta: «Es cansado ser yo… ¡Yo soy el escritor!», o «Cuando en una familia nace un escritor, esa familia está acabada».

El experimento escénico que Remón aborda en calidad de director teatral se materializa en la obra Vania X Vania; dos versiones del mismo texto del archiconocido literato ruso Antón Chéjov.

Fue, precisamente, en un ejercicio de creatividad con la pluma, cuando un Remón inconformista se pregunta por qué un pintor o un músico tienen licencia para reeditar y volver a antiguos trabajos. «¿No sería interesante ver a un director acercarse a una obra no una, sino dos veces?», refleja el director en el libreto de Vania X Vania. El escritor reimagina dos montajes a través de un método poco explorado en teatro que encadena dos funciones independientes e inspiradas en la maestría del relato chejoviano.

Parte del decorado de Rusia en el segundo ‘Vania X Vania’, interpretada en el Teatro Cuyás. | | JUAN CARLOS CASTRO

Parte del decorado de Rusia en el segundo ‘Vania X Vania’, interpretada en el Teatro Cuyás. / JUAN CARLOS CASTRO

La propuesta teatral ya prometía desde el momento en que su nombre apareció grabado en la programación de la Sala Insular de Teatro (SIT) y el Teatro Cuyás. Para más inri, Vania X Vania cerraba ayer el segundo tramo de temporada 2023-2024 del Teatro Cuyás y aterrizaba hace unos días en la capital como una propuesta inédita incluso para el propio elenco, que hasta la fecha nunca la habían representado en dos espacios teatrales por separado y en el mismo día.

Un espectáculo de desdobles y esfuerzos titánicos por parte de un elenco capaz de recordar dos textos diferentes que se acogen a una misma estructura narrativa general. Los ‘tocados por la varita’ de Remón son el actor Javier Cámara, en el papel de Vania, Juan Codina como el escritor Alexander, Israel Elejalde interpreta a el médico Astrov, Manuela Paso como una provinciana Marina, Marta Nieto a Elena y Marina Salas a Sonia.

Es el desdoble el que lleva a calificar estas dos piezas teatrales como «de kamikazes». Hete aquí el reportaje que rompe la lanza a favor del adjetivo «maratoniana». Cada representación duró dos horas, con tan solo un espacio de 30 minutos entre cada función para desplazarse de la SIT al Teatro Cuyás. Ese viaje a pie de unos escasos cientos de metros es parte de la obra de teatro.

Dos obras teatrales encadenadas se escenificaron en la SIT y el Teatro Cuyás el viernes y sábado

A fin de explicar esta tremenda logística, la reescritura original de Chéjov se da primero en la SIT valiéndose de un montaje minimalista que puede llegar a resultar frío a primera vista, al solo emplear un juego de sillas de plástico, ligeros cambios de luz y la exaltación del texto. Por su parte, el segundo Vania, tiene lugar en dos espacios y tiempo diferentes: Rusia, finales del XIX, y una finca manchega de la actualidad.

Merece la pena pararse a desgranar la primera. Las sillas sirven como una herramienta que configura el espacio imaginario de la finca rusa donde transcurre la historia. Son los propios actores los que con un movimiento tan simple como poner la silla de frente o a espaldas del público, los que salen y entran de escena. A veces también se quedan en los márgenes del escenario, pero el elenco nunca descansa al no tener escenografía en la que refugiarse. En algunas ocasiones, ciertos personajes interpelan en diálogos de conflicto a otros actores fuera de escena, como cuando el médico acusa a la mujer del escritor, Elena, de importunar a los demás con su belleza. Israel Elejalde mira con ira a Marta Nieto, que se encuentra apoyada en una columna al margen de lo que sucede mientras contempla la actuación. La fuerza del texto se lleva al extremo en este tipo de recursos planificados por Pablo Remón.

A los personajes que da vida Javier Cámara no les falta de nada. Hay que disfrutarle en la SIT como Vania a secas para más tarde hacerlo en el Cuyás como Iván, un agricultor de una finca de La Mancha. Su personaje, que bautiza la obra, supone el componente de ritmo de la historia y es el principal ejecutor de los gags cómicos. Sobre todo en la segunda propuesta, que casi se excede en lo humorístico. Iván —o Vania, según se mire—, padece el síndrome no diagnosticado del workaholic —personas adictas al trabajo—, algo que le provoca un profundo hastío.

Si a la persona que escribe estas líneas le dieran la oportunidad de enviar una sonda al espacio con material gráfico para explicar qué significa habitar la piel de un humano, embarcaría a bordo un dvd de la primera versión de Vania X Vania. Lo visto sobre ambos escenarios es fiel reflejo de los problemas del ser en el siglo XXI.

El cambio climático, desvivirse en lo laboral al igual que sentir el vacío y ansia cuando nos despojan de él, la depresión, la soledad, los cánones de belleza, el enamoramiento, y en el otro lado de la balanza, el amor no correspondido. Una vez vista, puede decirse que su trama interpela a cualquier persona de la sociedad actual.

Esa primera Vania en la SIT carece de accesorios y funciona por sí misma. Los actores se abrieron en canal ante un público que experimentaba el teatro en carne viva. Hubo risas e incluso tiempo para preguntar por un clínex al vecino de butaca después de un deslumbrante monólogo interpretado por Marta Nieto en el ecuador del montaje.

Las ganadoras ex aequo del Premio Max 2023 a Mejor Actriz Marta Nieto y Marina Salas comparten escenario y escena en una de las más peculiares escenas del primer montaje, donde ambas mujeres olvidan sus desdichas personales bailando. Momentos mágicos para el ojo, como ocurre en secuencias similares en el cine, del tipo John Travolta y Uma Thurman en Pulp Fiction (1994).

Así, en lo absurdo y extraño, radica la esencia de Chéjov, quien hace de la tragedia comedia. Citando a un Vania fracasado «sería cómico, si no fuera trágico. Y sería trágico si no fuera cómico».