Miguel Ángel Martín: «En zonas claves se prepara el campo de batalla para luchar mejor contra el fuego»

Bomberos forestales de otros países vienen a conocer la forma de trabajar de los Equipos de Intervención y Refuerzo en Incendios Forestales (EIRIF), que se despliega como una unidad ligera en un helicóptero o de tipo medio, en función de las necesidades, gracias a su gran versatilidad

Miguel Ángel Martín Blanco, coordinador del EIRIF, durante una jornada de entrenamiento en La Palma.

Miguel Ángel Martín Blanco, coordinador del EIRIF, durante una jornada de entrenamiento en La Palma. / Andrés Gutiérrez

¿Qué supone para la EIRIF que bomberos forestales de otros países vengan a Canarias a aprender o a mejorar?

Un orgullo profesional y un privilegio personal el compartir experiencias con otros profesionales a nivel nacional e internacional. Empezamos en mayo del 2017, pero nos hemos nutrido de personal con mucho bagaje acumulado en trabajos anteriores. Somos 130 bomberos forestales, de los que 18 son mandos técnicos, especializados en maniobras de extinción y prevención, en manejo de fuego técnico, de maquinaria y manejo de vehículos especiales. 

¿Cómo define a las personas de este operativo desplegado en La Palma, La Gomera y El Hierro?

Acumulamos mucha experiencia profesional y hemos seleccionado los mejores perfiles, personas que tienen un alto nivel físico y de conocimientos técnicos. Somos un equipo especializado y helitransportado, que puede movilizarse por aire a cualquier lugar donde se nos reclame. Para ello contamos con dos helicópteros. Y tiene la capacidad de poder movilizarse en grupos tipo comando de acción rápida (reducidos y ligeros) o sumar varias unidades y crear un convoy más pesado y con mayor potencial. Somos versátiles. 

¿Hay alguna especialidad en la que destaquen?

En el uso de fuego técnico para frenar incendios. Y para eso hace falta personal muy formado y entrenado. Además, nos hemos especializado en prevención selvícola, de gestionar la masa forestal, junto con los cabildos, para prevenir los fuegos o reducir su impacto. También colaboramos con los operativos que tiene cada isla. Si las tareas de extinción se concentran en verano, en invierno realizamos gestión de masa forestal en zonas estratégicas. Estos son aquellos espacios en los que sabemos que un incendio se puede complicar. En invierno preparamos el campo de batalla donde muy posiblemente haya que luchar contra el fuego. Si con antelación se reduce la carga de combustible (vegetación), ahí se podrán plantear maniobras tácticas que frenen el avance de las llamas.

¿Y cómo se identifican esos enclaves?

Son espacios en los que el hombre no ha hecho uso suficiente de la vegetación, por lo que hay mucha acumulación, o fincas abandonadas, por ejemplo. En esos lugares se hacen tratamientos selvícolas y quemas prescritas (fuegos controlados). Y si un incendio llega a ese lugar, hay poca vegetación que pueda arder y es más fácil entrar a combatirlo.

¿Y a qué vienen bomberos forestales de Madeira o Grecia?

A conocer nuestros procedimientos de trabajo, organización, material. La EIRIF es una unidad mixta, puesto que puede actuar de forma ágil y rápida con un único equipo o sumar varios y hacer un operativo más grande, en función de las necesidades. Y tiene capacidad para ser transportada en helicóptero, en avión o barco con una dimensión mayor, de tamaño mediano. Si sumas a 50 de nuestros profesionales, por ejemplo, se puede hacer un frente de lucha contra el fuego de kilómetro o un kilómetro y medio.

¿Y cómo se distribuyen en La Palma, La Gomera y El Hierro?

Somos 12 equipos de diez personas cada uno. En cada isla están destacados cuatro grupos y, mientras dos de ellos se hallan operativos mañana y tarde, los otros están de descanso o turno saliente. Y otra enseñanza parte de que Canarias es un territorio fragmentado en islas y hay que dar respuesta en todas. En Grecia tiene esa misma realidad geográfica, con muchas islas. 

¿Y tienen referentes en otros grupos?

Sí. También aprendemos nosotros de otros equipos, tanto dentro del propio Archipiélago, donde hay buenos referentes, como en la Península. Hay un acuerdo con la Dirección General de Defensa del Monte de Galicia y, cada año, un equipo nuestro viaja allí para aprender a intervenir con otros modelos de combustible, por ejemplo. También trabajamos dentro del operativo del Mecanismo Europeo de los equipos FAST y hemos sido citados a reuniones de expertos en el Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). La intención es poder colaborar en casos de incendios por todo el arco mediterráneo o en Sudamérica, como en Chile, por ejemplo, mediante asesoramiento técnico, si desde esos países se pidiera ayuda a Europa.

¿Cuáles son las exigencias a un aspirante a entrar en EIRIF?

Se le hacen pruebas físicas de fuerza, agilidad y resistencia. En las primeras se hace arrastre de carga lastrada; en las de agilidad, un circuito, con giros de 180 grados o saltos, por ejemplo, mientras que en las de resistencia se trata de ver si la persona está capacitada para aguantar unas condiciones de esfuerzo físico intenso que simulen las condiciones que se encontrarán en la intervención (calor, pendientes escarpadas, cargados con su equipo y cerca del fuego. Y después están las pruebas técnicas en el manejo de herramientas y otros conocimientos.

¿Cómo influye el cambio climático en los incendios?

Ahora los incendios son más agresivos y virulentos que hace años. Es probable que en la actualidad haya menos fuegos, pero los que hay son de unas consecuencias devastadoras. Y ponen al límite a nuestros profesionales.

¿Lo puede explicar mejor?

Canarias tiene un problema de falta de agua. Vive una sequía estructural que ya dura tres o cuatro años. Un árbol tiene más o menos agua en su interior en función de lo que haya llovido en esa zona en los últimos años. Si no llueve, ese ejemplar arderá con más fuerza, porque está muy seco. Para que la gente lo entienda, está el caso del incendio de Tenerife el pasado verano, que se prolongó casi un mes. Seis o siete días antes de que comenzara se decretó una ola de calor, con más de 30 grados de temperatura y humedades relativas por debajo del 30%. Con esa situación, si no ha llovido lo suficiente en años anteriores, existen todas las papeletas para que el incendio avance muy rápido y es muy difícil detenerlo. Hay que tener en cuenta que, tras un incendio, cuatro, cinco o seis años después se recupera la zona. En 15 o 16 años habrá un material vegetal que se comportará de forma más negativa ante un incendio nuevo. Los pinos canarios rebrotan o se regeneran, pero los más jóvenes quedan afectados por ser más débiles. Aunque el pino canario se regenera bien, hay que tener en cuenta que en dos o tres años no habrá una copa de hojas, por lo que el sol llegará con mucha más intensidad al suelo de los alrededores, el estrato arbustivo crecerá mucho más rápido, con lo que habrá mucho más combustible que si hubiese sombra.

¿Qué han aprendido de los últimos grandes incendios en el Archipiélago?

Cada uno supone un aprendizaje nuevo sobre el comportamiento del fuego. Tras cada episodio hacemos un análisis sobre cómo se comportaron las llamas, los vientos que hubo, las temperaturas, qué procedimientos aplicamos, cuáles fallaron y cuáles resultaron efectivos. 

¿Cree que hacen falta más equipos y personal?

Tenemos que trabajar por implementar más equipos, tanto en las labores del día a día, como ante la extinción. Si un incendio se prolonga durante un mes, llevas a los bomberos forestales al límite. Empiezan a tener problemas físicos, lesiones, bajas, e, incluso, hasta los vehículos empiezan a tener fallos mecánicos. Por mucho que se apliquen turnos, el estrés llega, porque son muchas horas de trabajo en condiciones extremas. Pero si hay más recursos humanos en estos equipos se podrá hacer también más prevención en invierno y primavera. Y todas las administraciones deben implicarse.

¿Cómo percibe la coordinación de los recursos en los grandes incendios?

En verano en Canarias puede haber casi 1.300 personas en total dedicadas a tareas para prevenir o intervenir en incendios, que tienen un objetivo común, aunque a la vez haya unas 600 o más operativas en tareas de vigilancia o extinción. En principio, la Dirección de Extinción de un incendio depende de cada cabildo, que posee su personal técnico con formación y mucha experiencia. Se trabaja con una estructura piramidal. El jefe de Extinción se basa en sus jefes de operaciones terrestres y aéreas, que, a su vez, se apoyan en los jefes de cada sector. Y, de forma paralela, se tiene que desarrollar otra estructura para la emergencia, es decir, para organizar las evacuaciones de ciudadanos, cortes de agua y de luz, cierres de carreteras o traslado de animales. Ese dispositivo lo coordinará un director técnico de emergencias. En todo momento, ambos jefes deben estar informados de lo que hace el otro para que las intervenciones sean lo más eficaces posible. Creo que se deberían fomentar los encuentros de lecciones aprendidas. Y la pirámide se puede hacer más grande, pero cambiarla no tiene ningún sentido, porque sigue la estructura recomendada por los criterios internacionales.

¿Los vecinos que residen en zonas de interfaz (donde se une la zona forestal y las viviendas) son parte de la solución?

Las administraciones tratan de que se conviertan en aliados con campañas de concienciación, donde se incide en que la mejor protección para su vida y para sus bienes materiales es tener una franja lo más limpia posible de vegetación en el entorno de sus viviendas y fincas. Es decir, que hicieran una réplica de nuestro trabajo de desbroce, pero a pequeña escala y en sus propiedades. A veces, no todos los ciudadanos son conscientes del riesgo inminente que pueden correr si hay un incendio cerca de sus casas.

¿Qué supone para los profesionales del EIRIF la incorporación de la nueva maquinaria especializada que fue presentada esta semana en La Palma?

Para los trabajos de prevención, toda ayuda es poca. Y con la nueva maquinaria vamos a aumentar el rendimiento de nuestro trabajo, a abarcar más zonas estratégicas para la gestión forestal y llegar a áreas de difícil acceso. En ocasiones, los cortes y retiradas de vegetación hay que hacerlos en lugares muy elevados o con pendientes muy pronunciadas. En esos enclaves, puedes cortar troncos o arbustos. Pero, si no hay capacidad de triturarlos o transportarlos, estamos dejando más combustible para un futuro incendio. Los nuevos robots teledirigidos se pueden controlar a 200 metros de distancia. Y el operario no corre ningún peligro. Hay algunas pendientes que son del 55 grados de inclinación; es decir, donde apenas se puede poner el pie, pero estas máquinas sí pueden trabajar ahí. Cada una pesa unos 5.000 kilos. Una de las opciones de funcionamiento pasa por triturar la vegetación retirada y distribuir los pequeños restos en el terreno, con lo que se devuelven nutrientes al suelo.