Las huellas del bucanero holandés que asedió Las Palmas de Gran Canaria hace más de cuatro siglos

La milicia grancanaria derrotó en la contienda del 3 de julio de 1599 a los soldados holandeses en la batalla que marcó la historia de la capital

La losa de la Cruz del Inglés en Tafira.

La losa de la Cruz del Inglés en Tafira. / Andrés Cruz

El fuego fue el inicio y final de la llegada del almirante Van der Does a la ciudad de Las Palmas. El 26 de junio de 1599 un vigía reconoció las tropas flamencas en el horizonte y encendió una gran hoguera en La Isleta para movilizar a las milicias isleñas frente al enemigo. Unos días más tarde tras ser derrotados, las tropas holandesas incendiaron la ciudad antes de marcharse. Entre medias se desempeñó una de las batallas más importantes de la historia de la capital, de la cual este año se celebra el 425 aniversario. La ciudad nunca ha olvidado este episodio histórico, la llegada de los holandeses dejó unas huellas que podemos recorrer hoy como la campana de la Catedral de Canarias o la Cruz del Inglés.

No fue una simple contienda, sino que marcó la historia bélica de la Isla. El historiador y arqueólogo Artemi Alejandro enlaza el desembarco de Normandía con Gran Canaria, esa operación que liberó a los franceses de los nazis fue una técnica de aprendizaje cocinada a fuego lento durante siglos. "Es un proceso de aprendizaje que distintas naciones a lo largo de los siglos y que termina ahí en ese desarrollo anfibio. Canarias tiene mucho que ver, porque fuimos un objetivo militar, los inicios de esa doctrina los vimos primero con Drake y después con Van der Does a gran escala", explica.

La campana que la Asociación Neerlandesa de Canarias regaló a la ciudad en compensación por la sustraída por Van der Does.

La campana que la Asociación Neerlandesa de Canarias regaló a la ciudad en compensación por la sustraída por Van der Does. / Andrés Cruz

Un destino poco agraciado

La lucha fue un orgullo para la ciudadanía, ya que contaban con menos recursos y hombres que los holandeses y a pesar de ello consiguieron derrotarlos. "A penas fueron 1.500 milicianos los que hacen frente a un desembarco de holandeses que en aquel momento podían ser unos 8.000. Eso habla mucho de la importancia de esas milicias, el rol que desempeñaron en la defensa del Archipiélago en un momento en el que la presencia militar no era la adecuada", comenta Alejandro. Sin embargo, la ciudad se jugó mucho, tras la derrota, los holandeses incendiaron Las Palmas después de haberla saqueado. "Va a suponer el comienzo de una decadencia que va a durar siglos, no va a recuperarse hasta la llegada del Puerto de La Luz", apunta. De ahí que en la capital siga presente el acontecimiento histórico que la marcó durante años.

El objeto más valioso que sustrajeron fueron las campanas de la Catedral de Canarias. "La campana tiene un elemento simbólico porque al fin y al cabo recordemos que la Catedral de Las Palmas es la primera que se construye después de muchos siglos en África, por lo tanto, desaparece un símbolo de cultura europeo y de vínculo con África", afirma Alejandro. Además, las campanas eran un medio de comunicación en la sociedad de la época. Los holandeses también robaron los cañones, cargaron en sus barcos una treintena de piezas de artillería del Castillo de La Luz tras su rendición y también algunas de la muralla del norte. En 1999 con motivo del cuatrocientos aniversario del robo, la Asociación Neerlandesa Canaria regaló a la Catedral una nueva campana ubicada en el interior del edificio religioso. Realizada por la empresa holandesa Petit & Fristen luce una inscripción conmemorativa escrita en neerlandés y español. Las campanas originales procedían de Flandes y databan de 1520.

Un contexto de guerra

La contienda se desarrolla en el contexto de la guerra de los 80 años entre España y las Diecisiete Provincias de los Países Bajos. La corona pagaba con el oro que sustraía de América a los mercenarios ingleses, franceses e incluso flamencos en la lucha. Por ello, los holandeses pretendían dirigirse al Nuevo Continente para evitar que los españoles consiguieran esas riquezas. "Si no cobran no luchan y si no lo hacen la guerra se inclina en los Países Bajos", explica el cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Laforet. Pero antes de llegar su destino necesitaban abastecerse de avituallamiento, y Canarias era un punto estratégico.

Los barcos fondean en la bahía de Las Isletas y entran por el arenal en el que se ubica actualmente la Base Naval. Los isleños hacen lo que pueden y contraatacan con pequeños cañones para evitar que accedan a la ciudad. Incluso llegan a estar a punto de matar a Van der Does, ya que el capitán de la Vega de Santa Brígida le clava una lanza aunque no llega a hacerle daño gracias a la fuerte armadura. Ante las constantes bajas grancanarias y la incapacidad de contener a los 8.000 soldados holandeses, las milicias se retiran a la muralla norte de la ciudad ubicada en la calle Bravo Murillo. En este momento es cuando las personas mayores, niños, mujeres y religiosos huyen a Santa Brígida llevando con ellos todos sus objetos más importantes, así como las reliquias de la ciudad. En la muralla norte aguantan tres días hasta que se les acaba la munición y se ven rodeados por los cañones que instala el enemigo en el Risco de San Nicolás. La ciudad de Las Palmas quedó a entera disposición de los holandeses.

La loseta de la Cruz del Inglés en Tafira.

La loseta de la Cruz del Inglés en Tafira. / Andrés Cruz

Sin posibilidad de acuerdo

Comienzan las negociaciones que lidera el poeta Cairasco de Figueroa. La principal petición de los holandeses es que el gobierno local reconozca a la Isla como fiduciaria de los Países Bajos y que, por lo tanto, pagaran los tributos. Como los canarios no aceptaron las peticiones de Van der Does, la lucha continuó.

La batalla más importante fue la gesta de El Batán, el 3 de julio. En el Monte Lentiscal se produjo la contienda que torció la balanza hacia los canarios. Los milicianos confunden a los holandeses apareciendo y desapareciendo del campo de batalla, con un ensordecedor ruido de tambores y trompetas que favorece a los canarios, y por tanto, terminan por ganar la batalla a pesar de la insuficiencia de sus soldados en comparación con el enemigo. "Al mando del Goberandor Pamochamoso derrotaron a un ejército diez veces superior del holandés Van Der Does gracias a las dotes de valor y astucia de los isleños", reza en la loseta de la Cruz del Inglés.

Un ejército sin agua

El ejército flamenco ya venía debilitado por la sed, ya que los canarios cortaron las acequias que llegaban a Triana y envenenaron con paja seca las pozas que había por el camino. "Un soldado holandés deja un relato donde cuentan lo mal que lo pasaron y que muchos morían de sed y morían también al beber el agua fría de las pozas que encontraban", cuenta Laforet.

Tras los percances en Canarias, el almirante y sus tropas no tuvieron suerte en sus misiones. Una de las embarcaciones regresó con todos los tesoros que habían sustraído a Holanda y el barco de Van der Does se dirigió a Cabo Verde para conseguir avituallamiento para el viaje al Caribe, aunque se trunca ante una enfermedad del almirante, que termina por provocar su muerte. En el Castillo de La Luz se muestra la exposición 1599. Annus Ignis que muestra cómo sería un campamento holandés en aquella época, porque a pesar de que han pasado más de cuatro siglos la ciudad busca recordar este evento, y en esta ocasión, incluso desde la perspectiva del enemigo.

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