Opinión | Volando bajito

El niño de la playa

Sorprendida le hice preguntas sobre su vida y fue entonces cuando me contó que ahora se llama Vanesa y es feliz

Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria

Playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria / José Carlos Guerra

Hace un par de semanas un hombre contactó conmigo por medio de una red social interesado en saber si yo era Marisol Ayala. Le dije que efectivamente. El hombre me escribió diciéndome que nos conocíamos. Ese dato despertó mi curiosidad. Supe entonces que en tiene 35 años y que fue un niño adoptado y maltratado que hoy vive en isla Margarita [Venezuela] pero que había nacido en Tenerife. Su padre adoptivo era policía local. Me contó que vivir en aquella familia fue un infierno. En ese conflicto familiar lo conocí con siete u ocho años ya que Menores quería quitarle el niño al policía e ingresarlo en un centro.

Un día, ya adolescente, vio un reportaje mío en un viejo ejemplar de LA PROVINCIA con una foto en la que lo tengo en brazos dándole un trozo de tarta, era su cumpleaños, imagen que busqué y tengo. El hombre me recordaba con cariño. Sorprendida le hice preguntas sobre su vida y fue entonces cuando me contó que ahora se llama Vanesa y es feliz. Su padre adoptivo nunca aceptó su condición gay y con 13 años hizo lo posible para que se fuera de casa. Lo logró. El hombre prometió que el día que volviera a Las Palmas vendría a verme. Eso espero.

Estos días he recordado que el pequeño fue adoptado por un policía local que patrullaba la avenida. Su madre lo había abandonado en una cafetería de Las Canteras y luego huyó a Tenerife. Cuando los dueños del establecimiento cerraron el negocio ese día comprobaron que nadie venía a buscarlo y llamaron a la policía; es ahí cuando el pequeño entró en un programa de adopción que benefició al agente, que no tenía hijos.

Entre tanto fango externo que ocupa las primeras páginas de los diarios hoy he preferido dedicar la columna a un niño perdido cuya historia habrá quien recuerde.