Opinión | Volando bajito

Plantar cara a la vida

Plantar cara a la vida

Plantar cara a la vida / La Provincia

Como nos ocurre la primera vez que cruzamos unas palabras con alguien, nos hacemos una composición de lugar y creemos ver defectos y virtudes. Le hacemos un chequeo sin medios ni recursos. La conocí cuando coincidimos con amigos comunes en una playa pequeña, en el barco de recreo de los amigos en aguas herreñas. Hablamos un poco, palabras de cordialidad como corresponde a una reunión de buenas gente. Días después volvimos a vernos y me pidió que le acompañara a dar un paseo por la orilla, actividad que hacía por consejo de un médico para corregir una cojera imperceptible. Nos vimos meses después, algún whatsapp y poco más.

Hace un año volví a verla y la reconocí antes de que ella me saludara. Me costó identificarla. Esa vez fue en una piscina, ella dentro y yo fuera. Hacía esfuerzos por mantenerse a flote. Mala cosa. Para dar cinco pasos, mi amiga necesita de un monitor. No dudé en acercarme. Baño y saludos y me senté a su lado. Habían dos muletas. No sabía que eran de mi amiga.

Es una mujer joven, ingeniera, madre de una única hija que trabajó en el Gobierno canario hasta que su salud empeoró. Ahora nos vemos mucho en la piscina y hablamos de todo. La admiro no saben cómo. Hace unos años le diagnosticaron Esclerosis Múltiple, la terrible enfermedad causante de su cojera y de otras cosas que han ido llegando con el paso del tiempo.

Conoce su cuerpo como nadie y por eso y, supongo por consejo médico, hace diariamente 1.000 metros en piscina, tres veces la semana se somete a duras sesiones de rehabilitación y también hace aeróbic. Los médicos tienen claro que su futuro es complicado pero a su vez le han encendido una luz: el ejercicio es lo único que puede frenar su deterioro físico. Y en eso está.