Opinión | Ida y vuelta

Y, además, tiburones

Archivo - El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont.

Archivo - El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont. / Glòria Sánchez - Europa Press - Archivo

Tiburón fue aquella película del genio Spielberg que a medio mundo le metió el miedo en el cuerpo. El enorme tiburón blanco devorador de personas atacaba a los bañistas en una playa norteamericana, y desde entonces cundió el pánico entre los bañistas, que creían ver tiburones hasta en la sopa. Como siempre, las superproducciones de este tipo arrasan en taquilla y su efecto perdura en el subconsciente colectivo. Ahora por aquí aparecen escualos de hasta tres metros de largo, y a algunos y algunas se muestran más precavidos a la hora de pisar una playa. Según los expertos, por aquí proliferan pequeños tiburones desde tiempo inmemorial, vienen hacia la orilla en busca de alimento. Algunos expertos señalan que no son peligrosas estas presencias de los tiburones en las costas canarias, tal vez el cambio climático va a cambiar mucho las cosas y nuestras playas van a ser como las del Caribe. No parece muy coherente todo esto.

Como si no hubiera ya suficientes peligros en la vida cotidiana, ahora nos llega este aviso veraniego. Pero también está la cesta de la compra, la gasolina que no para de subir, el asunto de las pensiones, las visitas del presidente argentino y su siembra del pensamiento total, etcétera. Menos mal que, al menos, los dos grandes partidos se han puesto de acuerdo por una vez para renovar el Consejo General del Poder Judicial. Tan solo ha habido que esperar cinco añitos de nada, porque las cosas hay que tomárselas con calma y en medio siempre se meten los consabidos chantajes.

Las cifras de que la economía va como un cohete no nos la creemos, habida cuenta de que la inflación sigue campando a sus anchas. Las instituciones oficiales quieren quitarnos la sensación de que nuestro dinero cada vez pinta menos, y lo hacen ofreciendo unos índices de crecimiento que me parecen poco creíbles, pues, según estas teorías, las grandes economías europeas ­como Alemania, Francia o Gran Bretaña, están pasando más apuros que nosotros. Cosa difícil de demostrar a la vista de la inflación, las cifras de paro, el costo de la vida, la pérdida de poder adquisitivo, etc.

Claro que se anuncia la presencia de otros peligros más o menos inminentes: la proclamación de nuevas elecciones en Cataluña habida cuenta de que los independentistas están empeñados en que Puigdemont sea el presidente electo. A pesar del bajonazo en los votos recibidos, el frente no se borra ni una línea del proyecto. Llegaremos a nuestros objetivos cueste lo que cueste, repetiremos las elecciones las veces que hagan falta, del mismo modo que haremos uno y diez referéndum para la independencia, hasta que esta sea proclamada.

Los dos grandes partidos fumaron al fin la pipa de la paz para renovar el órgano rector de los jueces, pero, como somos desconfiados, más de uno piensa que quien hizo la ley hizo la trampa. No solo Vox, Podemos y Sumar, es decir organizaciones de vocación extremista, manifiestan su descontento por este gesto sin recordar que en Alemania con doña Angela Merkel ya hubo pactos de gobierno entre los dos grandes partidos: los cristiano demócratas de la CDU y los socialdemócratas. La sangre no llegó al río, y todo sucedió dentro de un entendimiento envidiable.

El miedo es un mecanismo infalible con el cual nuestro cerebro previene una actitud de alerta y de este modo se prepara para afrontar un episodio más o menos difícil. Por aquí los futboleros han pasado semanas de intriga y hasta de miedo ante la circunstancia de que la U.D. no tenía definido a su entrenador, era el único equipo en primera división al que le sucedía este episodio. Pero por una vez el señor presidente estuvo inspirado y dijo aquello de Keep calm carry on, que, a la luz de los acontecimientos posteriores, fue una sentencia definitiva.

Entretanto, tenemos un empacho de fútbol procedente de Alemania y ojalá la roja pueda rememorar sus triunfos que nos hacen olvidar otras penas.